Capítulo XXIX: ¿Sentimientos? Nah.

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Drake miró hacia abajo y se sorprendió al ver sus brazos cubiertos de sangre.

Una persona normal probablemente se asustaría y empezaría a gritar, llamando la atención de todos en el proceso. Drake, en cambio, suspiró profundamente, se obligó a sí mismo a dejar de rascarse y se cubrió la herida con la manga de su sudadera, agradeciendo a todos los dioses que conocía por la prenda negra.

—¿Qué haces?

Drake miró a Phoenix. La criatura seguía intentando dar volteretas en el aire, aunque Drake le hubiera explicado hacía tiempo que, aunque fuera inmaterial, no podía hacer acrobacias en un vehículo en marcha.

—No estoy haciendo nada —murmuró, intentando mantener su tono de voz tan bajo como fuera posible.

A pesar de todos sus esfuerzos, Gemma escuchó su susurro. Apartando sus ojos de la carretera, la chica le echó una mirada divertida a través del espejo retrovisor del taxi. Drake le devolvió la mirada.

—¿Todo bien? —preguntó.

Drake asintió, nervioso. La chica seguía vergonzosamente agradecida por haberle salvado la vida hace cinco semanas, y Drake sentía que se estaba aprovechando de su amabilidad. Gemma le había asegurado que un viaje en taxi al aeropuerto no era nada, y que lo llevaría a su destino sin cargos adicionales.

Ni siquiera le había importado el “peligroso criminal” que Drake transportaba, en una silla de ruedas desechable, a un tribunal en Khazigan para que lo “juzgaran por sus crímenes”. Drake no sabía si en Khazigan había un tribunal, pero eso Gemma no tenía por qué saberlo.

—Sí lo estás —insistió Phoenix—. Te estás rascando.

—Sí, ¿y? —Drake frunció el ceño, poniéndose a la defensiva de inmediato.

Dirigió una mirada nerviosa a la conductora del taxi, quien había vuelto a concentrarse en la carretera y ya no le prestaba atención.

Phoenix continuó con la conversación, ajeno al tono agresivo de su interlocutor.

—Eso es malo —dijo—. No deberías hacerlo, te podrías hacer mucho daño.

—Sí, ¿y? —repitió Drake, inalterable.

—¿Eso es sangre?

Drake decidió terminar con la conversación.

—No es de tu incumbencia.

Phoenix hizo un puchero, obviamente infeliz por la respuesta, pero al menos dejó de hablar.

Drake se llevó una mano al brazo de nuevo. Al darse cuenta de lo que estaba haciendo, cerró el puño. ¿Y si lo que decía Phoenix era verdad? ¿Y si rascarse era algo malo?

En realidad no sabía cuándo había empezado; en algún momento después de la muerte de Amber, quizás. No podía acordarse. Aunque al principio no era el rascado, sino más bien un... desprecio general por su propia salud. Cosas simples, como no curarse las heridas después de una patrulla, negarse a ir al médico para tratar una lesión, no tomar medicinas cuando enfermaba... Ninguna de las cosas que hacía suponían un peligro para nadie, así que nunca pensó mucho en eso.

El rascado empezó como algo inofensivo, un mecanismo de defensa contra las pesadillas y los malos recuerdos. Era algo inconsciente, que hacía mientras dormía. Si notaba que estaba teniendo una pesadilla, se rascaba el brazo una y otra vez, hasta que finalmente se despertaba cubierto de sangre. No era muy agradable, pero era sin duda efectivo.

Sólo que luego empezó a hacerlo mientras estaba despierto. Y entonces se convirtió en un hábito, y ya no pudo parar.

Drake se miró las manos, que había movido hacia los brazos sin darse cuenta. Estaba rascándose de nuevo. ¿Por qué no podía parar?

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