-Despierta. Despierta, Drake -dijo una voz familiar cerca de su oído-. Vamos, hombre, no tengo todo el día.
Algo le tocó el hombro. Sobresaltado, Drake abrió los ojos.
La luz asaltó sus retinas de inmediato, pero Drake no apartó la mirada de la persona que tenía delante. Era... No, no era posible.
-A-¿Amber? -preguntó con voz temblorosa.
-Pues claro, ¿quién más? -resopló. Sí, sin duda alguna era Amber.
-Cómo... ¿cómo e-es posible? ¿E-estás viv... viva? -Drake estaba sollozando ahora, tropezaba con sus palabras y las lágrimas emborronaban su visión.
Tragó saliva y extendió la mano hacia ella. Sus dedos rozaron algo, materia sólida, pero los apartó como si el toque le quemara. Era demasiado real pero, ¿cómo? No era un sueño, ¿verdad?
Drake se incorporó lentamente. Se sentía... bien, como si hubiera dormido durante mucho tiempo. Ya no tenía dolor. El Jinete miró a su alrededor. Estaba en una pequeña habitación blanca, sin muebles ni ventanas. Las paredes eran blancas, el suelo era blanco, el techo era blanco. La misma Amber estaba vestida con un bonito vestido blanco, pero eso no fue lo que le llamó la atención.
Amber sonrió, y sus ojos azules brillaron con inocencia y alegría. Era Amber, pero parecía mucho más joven. Diez u once años como mucho, calculó.
Y él estaba igual. Su piel estaba más morena, como cuando ayudaba a sus padres a transportar vegetales bajo el intenso sol del verano, pero también estaba más limpia, libre de cicatrices y marcas. Cuando se pasó la mano por el pelo, advirtió que lo llevaba mucho más corto que antes, como cuando era pequeño. Sí, por alguna extraña razón, estaba en su cuerpo de once años.
-Hola, Drake -dijo Amber. Su voz era alegre y despreocupada-. ¿Quieres sentarte?
Al instante, una mesa blanca apareció en el medio de la habitación. A su alrededor, una serie de cojines (blancos, por supuesto) estaban repartidos de forma que formaban dos pequeños asientos.
Amber se acercó a la mesa. Su corto pelo rubio se movió con una brisa invisible, a pesar de que en la habitación no hubiera ventanas ni puertas abiertas. La niña se sentó de piernas cruzadas entre los cojines, con las alas caídas a ambos lados de su cuerpo. Parecía un pájaro en su nido. Drake soltó una risita.
-¿De qué te ríes? -preguntó Amber. Ella también se echó a reír.
Drake se sentía bien. Todas sus preocupaciones se habían ido. Antes había sentido miedo, dolor y tristeza, pero esas emociones ya no estaban. Se preguntó por qué había tenido miedo. No podía recordarlo.
Él también se sentó. Los cojines eran muy cómodos; Drake no quería levantarse nunca. Suspiró.
-Mira lo que he traído. -Drake alzó la cabeza; con asombro, observó cómo ante sus ojos aparecían unos vasos transparentes, una pequeña jarra color marfil y un plato blanco lleno de galletas del mismo color. Amber alcanzó una-. Mmm... galletas de chocolate. Mis favoritas.
Drake se preguntó cómo sabía el sabor de las galletas, si eran blancas. Alcanzó la jarra y llenó su vaso y el de Amber. El líquido era tan blanco como el resto de la habitación, pero Amber murmuró:
-Zumo de naranja. ¡Sí!
Al probar la comida, Drake se dio cuenta de que ni las galletas ni el zumo tenían ningún sabor. Sin embargo, Amber parecía estar disfrutando mucho con los alimentos.
Tanto blanco le estaba poniendo nervioso. Drake preguntó:
-¿Por qué estoy aquí? ¿Por qué eres tan joven? ¿Por qué no puedo ver los colores? ¿Por qué estás viva? ¿Por qué me siento tan bien? -La niña siguió comiendo sin prestarle la menor atención. Drake empezó a asustarse-. ¿Amber? ¡Amber!
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Omega
FantasyHace muchos años, tantos que es imposible recordar cuántos, había muchos Jinetes. Jinetes de dragones. Estos Jinetes poseían el Vínculo, un enlace divino con el que podían comunicarse con sus esbeltas y terribles bestias, un enlace tan fuerte que...