Capítulo X: Los dragones y las bibliotecas no combinan bien

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Las puertas de la biblioteca son inmensas y tan oscuras como el carbón. A Peter le recuerdan a los agujeros negros sobre los que le gustaba hablar a su hermano cuando era pequeño, antes de su accidente. Cuando Peter se quedó sordo, sus padres presionaron a Harry para que estudiase política, porque era lo que ellos habían querido para Peter. Sin embargo, él nunca había demostrado apego alguno por la política o por el estudio en general; al contrario que Harry, que desbordaba entusiasmo.

Peter resopla, tratando de alejar los recuerdos. A su lado, Drake lo mira fijamente, esperando en silencio a que hable.

—No me gustan las bibliotecas. Hay mucho polvo y muchos libros... —rasca el suelo con sus pezuñas, inquieto—. De todas formas, los dragones escupen fuego, él no debería estar aquí.

Peter hace gestos hacia una señal de prohibición, como de las autopistas, que representa un libro siendo quemado. El mensaje está claro: NO QUEMAR LOS LIBROS. Después señala a Omega, que se lame las zarpas con aburrimiento.

El viejo dragón debe haber dicho algo, porque Drake asiente. Mientras habla, su pulgar traza círculos en el dorso de la mano, repetitiva e inconscientemente.

—Omega ha dicho que él no escupe fuego... Espera, ¿no escupes fuego? —Entonces se queda quieto y en silencio, aparentemente pensando—. Ah, es verdad. Sólo los dragones más jóvenes producen el gas que hace que escupan fuego. Algo sobre una reacción con el oxígeno...

—¿Entonces no tiene ningún poder guay? —Le interrumpe Peter—. Qué decepción.

El dragón vuelve a decir algo. La boca de Drake se abre por el asombro.

—¿Un momento, qué? ¿Puedes transformarte en cosas?

—¡Eso es genial! —Peter grita de emoción, pero es que no puede evitarlo. Las posibilidades que brinda ese poder son prácticamente infinitas—. ¿En qué puedes transformarte? ¿En animales? ¿Cómo funciona? ¿Es magia? ¿Podrías convertirte en un humano si quisieras?

Omega gruñe, bajo y aterrador, y el niño se calla de inmediato, acobardado.

—Venga, vamos dentro —Drake cambia de tema, mirando a su alrededor mientras entra en la biblioteca. Peter y Omega le siguen, este último rodando los ojos.

Peter lo admite: la biblioteca es bastante genial. Drake casi tiene que arrastrarlo para ir, y el centauro aún no comprende del todo la razón de su visita; supone que su amigo sólo quiere conocer a fondo la Academia, como el buen nerd que es. Sin embargo, a Peter no le gustan las bibliotecas y en especial los libros. Le traen malos recuerdos, y por eso suele evitarlos. Peter escanea el lugar, buscando caras conocidas.

—¿Eh, esa no está contigo en Combate Físico? —Drake echa un vistazo a donde apunta Peter, a una mesa entre dos librerías donde hay una única persona sentada.

Es una niña de pelo rubio corto y unas grandes alas de lechuza a la espalda; está sosteniendo un libro en una mano y una pelota de ping-pong en la otra, mientras lee con atención las gastadas páginas a través de sus gafas redondas de montura dorada. Por la mesa hay desparramadas media docena de pelotas cortadas a la mitad, un bote con algo que parece arena dentro, y otras cosas un poco menos extrañas: cordones, tijeras, cinta adhesiva... Parece como si estuviera haciendo un proyecto artístico, o algo así. Drake se acerca a ella lentamente.

—Hola —la chica levanta la cabeza rápidamente, alerta; sin embargo, en cuanto ve a Drake una pequeña sonrisa esperanzada asoma por sus labios. Saca una hoja de papel y escribe algo en ella.

"Pensé que me odiabas", se lee en ella. Drake la mira, sorprendido.

—¿En serio? ¡Yo pensé que tú me odiabas! —los niños sonríen por la coincidencia. Amber (Peter cree que se llama así, por lo menos), se ríe suavemente, pero ni una palabra sale de su boca. A Drake no parece importarle—. ¿Amigos, entonces?

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