Capítulo XXVIII: Phoenix, el Fantasma Amigable

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El hospital donde estaba el padre de Kira era blanco, frío e impersonal. Aunque, bueno, todos los buenos hospitales eran así, en la humilde opinión de Drake.

¿La seguridad, en cambio? No era tan buena.

Nadie miró dos veces al chico pelirrojo y de aspecto exhausto que observaba cautelosamente el interior a través de las puertas de cristal de la entrada. Nadie le prestó atención cuando dijo que quería visitar a Arnold Hannover, aunque fue examinado de arriba a abajo cuando mencionó que era su sobrino. Nadie lo detuvo en el ascensor, ni en el pasillo, ni en la puerta de la habitación número 471. Nadie dijo nada. Drake entró en la habitación.

Estar tan cerca del hombre que había matado a su amiga le produjo un retortijón horrible de nervios en la boca del estómago, que se calmó un poco al ver que el hombre ni siquiera estaba consciente.

Los nervios dieron paso a la decepción, y después a la desesperación. ¿Qué iba a hacer ahora, si la única persona que poseía la información que necesitaba no podía hablar con él? Ya había sido bastante malo que Kira no supiera nada sobre la misteriosa página semidestruida, y hablar con su padre era su última oportunidad.

La posibilidad de recuperar a Amber, de traerla de entre los muertos, era remota pero no imposible. Drake se había documentado, había leído libros, revistas científicas, de todo. Al principio, no había sacado nada en claro. Pero luego recordó.

Isaac. El corazón... Debemos recuperarlo. Una voz susurró en sus oídos.

El corazón, insistió la voz de Kira. Puede recuperarlo... Puede recuperar a Isaac.

Drake no era religioso. No creía en el más allá, ni en la vida después de la muerte. Sabía que los espíritus no existían y, sin embargo, el fantasma de Amber le perseguía todas las noches en sus sueños. O, mejor dicho, en sus pesadillas.

Si ese corazón supuestamente podía recuperar a alguien de entre los muertos, ¿por qué no podía traer de vuelta a Amber? Sería una forma de saldar su deuda. A lo mejor, los malos sueños se detendrían por fin.

Ni siquiera recordaba la mitad de ellos al día siguiente, como si nunca hubieran existido. Pero había una cosa que nunca cambiaba al despertarse: la abrumadora sensación de culpa en el pecho. Sabía que había sido su culpa, sabía que podría haber evitado una muerte innecesaria, sabía que tenía que hacer algo para arreglarlo. Y eso era lo que iba a hacer. Arreglarlo.

Drake no era tonto. La idea de "un corazón que recupera a los muertos" tenía que venir de alguna parte, no había salido de la nada. Así que Drake volvió a leer libros, revistas científicas, todo. La búsqueda fue, para su desesperación, infructuosa. En ninguna parte aparecía nada sobre un corazón. De recuperar a los muertos sí, pero sólo la teoría. Y eso a Drake no le bastaba.

Entonces pensó. Y pensó. Y pensó. Y por fin, se le ocurrió lo obvio: si los Hannover sacaron la idea de algún libro, debían de tenerlo ellos, ¿no?

A Drake le aterraba la idea de ir al sótano de nuevo, aunque ahora estuviera abandonado. Una vez, bueno. Dos veces... tal vez. Pero ¿una tercera vez? Ni hablar.

Así que usó su recientemente descubierto poder de Jinete. Aprender a controlar a los dragones no había sido nada fácil al principio, especialmente sin un profesor que le enseñara, pero acabó cogiéndole el truco.

Ordenó a Omega que fuera al castillo. Había descubierto que, si se concentraba mucho, podía ver lo que Omega veía, oír lo que Omega escuchaba y sentir lo que Omega sentía. El viejo dragón se había resistido la primera vez, cuando había ido a buscar a Amber a la Academia, pero sus muchos años de experiencia no tenían nada que hacer contra la mente joven y poderosa de Drake.

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