Capítulo XXVI: La pizza es la mejor comida del mundo

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Peter y Drake están compartiendo piso.

La razón de esto no es, obviamente, porque alguno de ellos haya incendiado su apartamento por accidente (¡eso sólo había pasado una vez!). De hecho, ambos se turnan para visitar el piso del otro cada cinco días, sólo por cambiar de aires de vez en cuando. Y no, tampoco es porque el apartamento de Peter parezca una jaula de ardillas rabiosas, y desde luego no tiene nada que ver con el amor incondicional que Peter le tiene a las mascotas de Drake.

La razón por la que ahora vivían juntos es, sencillamente, para evitar la soledad. Y también porque, según la amiga psicóloga de Peter (hey, de algo tenía que servir conocer a tanta gente distinta), la presencia de un conocido cercano debería ayudar con el afrontamiento de la muerte de Amber.

La palabra clave de esa oración es "debería".

El tiempo cura las heridas, dicen todos. Peter no cree que eso sea del todo cierto. Han pasado ya cinco semanas (¡casi un mes!) desde el funeral, y no se siente mejor.

Cuando Peter se enteró, no lo llevó demasiado bien. Al principio no podía aceptarlo, no podía creerlo, así que evitó pensar en el tema durante unos pocos días. Sabía que no era un mecanismo de afrontamiento demasiado bueno, y desde luego no era "saludable" a largo plazo. Pero hey, funcionó, más o menos. Bueno, hasta el día del funeral.

Cuando llegó el gran día, cuando Peter contempló el ataúd descendiendo hacia el agujero excavado en la tierra, cuando grabaron el nombre de Amber en la lápida de piedra... fue como si su cerebro despertara. Se ha ido de verdad, pensaba, una y otra vez. No va a volver. Nunca más.

Todo fue cuesta abajo desde entonces. Había sido fácil cuando no lo aceptaba, cuando no se lo creía. Pero una vez que su cerebro se dio cuenta de que era verdad, Amber se había ido; una vez que lo hizo, ya no pudo evitar la tristeza, el dolor. Se había quedado sin su escudo, y estaba varado en un mar de tiburones.

Lloró durante días.

Cuando por fin salió de su habitación, Peter se había hecho una promesa: no iba a encerrarse de nuevo, no iba a aislarse de todo y de todos y no iba a poner su vida en pausa por esto. Iba a seguir adelante, como Amber hubiera querido.

No es fácil, seguir adelante como si nada hubiera pasado. No puede fingir, no puede convencerse de que nada ha pasado, porque sí que ha pasado algo.

Así que lo acepta. O, bueno, lo intenta; deja de pretender que todo está bien, trata de reconciliarse con el hecho de que ahora hay una persona menos en su vida. No es fácil, pero podría ser peor.

Lo sabe, porque Drake está peor.

Peter sabe que fue Drake quien la vio morir. Sabe que tuvo que ver su cadáver, su cuerpo sin vida frente a sus ojos. Sabe que estuvo con ella durante sus últimos momentos, sabe que escuchó sus últimas palabras, sabe que la vio exhalar su último suspiro. Sabe que fue él quien la vio morir.

Por eso no entiende, no puede entender por qué Drake no puede aceptar su muerte.

Él piensa que Peter no lo sabe, claro. Pero él lo ha visto. Ha visto los libros que guarda bajo su cama, libros de artes prohibidas y magia olvidada. Ha escuchado las palabras que susurra cuando cree nadie le está mirando, palabras de dolor, de miedo y, sobre todo, de ira. Ha percibido su obsesión, su obsesión por recuperarla. Por traerla de vuelta.

Peter no lo culpa, la verdad. ¿Cómo podría hacerlo? Pero traer a Amber de vuelta, revivirla (la idea le suena ridícula incluso a él), es imposible. Imposible.

Pero no dice nada. Una parte de él razona que es porque no quiere causarle más dolor a su amigo, pero en secreto sabe por qué no dice nada, por qué no habla con Drake. Cobardía. Él es un cobarde.

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