Peter está teniendo un buen día. Se levanta tarde, algo que siempre es de agradecer, desayuna tostadas con tomate y sale a dar un paseo por la ciudad. Es su día libre, y piensa aprovecharlo al máximo.
Ese es, por supuesto, el momento que el universo elige para hacer pedacitos sus planes de fin de semana.
El móvil vibra en su riñonera. Peter había olvidado que ese chisme estaba ahí.
—¿Diga? —pregunta al aparato.
—Tengo que hablar contigo —dice Kira al otro lado de la línea. Suena preocupada.
—¿Sobre qué? —Peter saluda a un bebé elfo que pasa gateando a su lado. El bebé se ríe alegremente y mueve sus piernitas rechonchas cuando Peter lo recoge—. ¿Dónde están tus padres?
—¿Qué? —dice Kira.
—Nada —contesta Peter, mirando distraídamente a su alrededor—. Voy ahora, ¿vale? Dame diez minutos.
—Date prisa —le urge la chica, justo antes de colgar con un clic.
Peter se guarda el teléfono en la riñonera y mira al bebé.
Como todos los elfos, el infante tiene la piel negra y pecas blancas como estrellas por toda su carita redondeada. Unas pequeñas orejas puntiagudas sobresalen entre el despeinado pelo blanco, tan suave que da ganas de acariciarlo. Es imposible deducir su género, pero Peter calcula que tiene entre dos y seis meses.
—Tú no sabrás indicarme dónde está tu casa, ¿no?
—¡Ba! —dice el bebé, y hace un puchero.
—Bueno —Peter lo acuna entre sus brazos, tratando de calmarlo. No sabría qué hacer si decide echarse a llorar—. Supongo que eso bastará.
Justo cuando está saliendo del parque, Peter vislumbra una figura tras él.
Peter no es paranoico, pero se pone en guardia por si acaso, protegiendo al bebé con su cuerpo. Está anocheciendo, y la ciudad es todavía más peligrosa de lo normal a estas horas.
El niño elfo nota la tensión en su cuerpo, y se echa a llorar. Peter abre mucho los ojos y entra en pánico, girándose de golpe hacia el extraño.
—¡Guau! Tranquilo, sólo quería... —el hombre, un elfo joven de aspecto de no haber dormido en mucho tiempo, retrocede dos pasos al ver la actitud agresiva de Peter. Levanta las cejas al ver al bebé en sus brazos, y su expresión cambia a una esperanzada—. ¿Phoebe?
La niña se ríe y extiende los brazos hacia el elfo.
—¡Papa! —chilla entusiasmada.
—¡Oye, tú! ¿Qué ibas a hacer con mi hija?
Peter da un paso atrás cuando el hombre levanta el puño hacia él.
—¡Soy un Jinete de Dragón! —balbucea, y le pasa al bebé. Ya con las manos libres, le enseña su placa al elfo—. ¿Ves? Iba a llevar a la niña a la base. Para, para poner un anuncio. ¡No me pegues, por favor!
—Oh. —Su ceño fruncido se suaviza al ver mejor al niño—. Um, siento haberme comportado así... señor. Discúlpeme, pero tengo que... irme. Sí. Adiós.
El elfo pone pies en polvorosa. Peter parpadea, desconcertado. Qué rara es la gente a veces.
~~~
Peter llega al hospital psiquiátrico cinco minutos tarde, pero a Kira no parece importarle. Ya está esperándolo en recepción, y apenas le deja tiempo para respirar antes de arrastrarlo sin piedad hasta la sala común, donde un chico con alas de gaviota le espera impaciente.
ESTÁS LEYENDO
Omega
FantasiHace muchos años, tantos que es imposible recordar cuántos, había muchos Jinetes. Jinetes de dragones. Estos Jinetes poseían el Vínculo, un enlace divino con el que podían comunicarse con sus esbeltas y terribles bestias, un enlace tan fuerte que...