Para muchas personas, el comedor era un lugar de reunión; un lugar donde la gente se juntaba para comer en compañía, un lugar donde sucedían tantas cosas a la vez que era imposible seguirles el ritmo. Los profesores charlaban, los alumnos estudiaban, los amigos comían. Eso era lo que hacían Peter, Amber y Kira, aunque esta última no estaba tan preocupada por la comida en ese momento. Drake no aparecía por ninguna parte.
Y Kira estaba preocupada. El niño pelirrojo, normalmente retraído, callado y nervioso, se había comportado hoy de manera más retraída, callada y nerviosa de lo habitual. Él les había asegurado, por supuesto, que estaba bien. Por supuesto, nadie le había creído. Por el amor de Dios, se había saltado el desayuno. ¡El desayuno, la comida más importante del día! Algo malo le tenía que estar pasando.
Además, a Kira no le gustaba perder de vista al joven Jinete. No era sólo preocupación, sino por otros (egoístas) motivos, motivos en los cuales no le gustaba pensar. Drake era valioso, eso era todo. Su padre... No, Isaac le necesitaba.
No, no era ni el momento ni el lugar apropiado para eso. Había sido un buen día, no tenía sentido estropearlo ahora. Pero la carta... ¡No! Ahora no.
Sin embargo, no pudo evitar que su mente volara hacia aquella carta, la carta que había recibido esa mañana... Se le acababa el tiempo, lo había dicho su padre. Ya lo había dicho muchas veces, pero esta vez iba en serio. Se le acababa el tiempo.
Por eso lo haría hoy. Esa noche.
En cuanto tomó la decisión, se sintió mucho más aliviada, como si acabara de quitar el tapón del desagüe de sus preocupaciones. Como si se quitara un peso de encima.
Se puso de pie. Amber la miró, aún masticando su pizza. Ella, a pesar de todo, no parecía preocupada.
—Voy a buscar a Drake —Aclaró.
Los ojos azules de su compañera de cuarto se movieron entre Peter, que se entretenía haciendo girar un lápiz entre los dedos, y ella.
—No creo que haga falta —dijo en un tono casual—, esto ya ha pasado otras veces.
—¿Cómo? —Kira no se lo podía creer. ¿Drake desaparecía a menudo y a sus amigos no les importaba?—. ¿Por qué?
—Ni idea —Intervino entonces Peter, aún con su atención puesta en el lápiz—. Pero no te preocupes. Se le pasará.
—¿No estáis... preocupados?
Peter tamorileó un ritmo corto en la mesa de madera.
—Mira, confía en mí —Le dijo, con tono serio—. Hubo un día en el que ni siquiera podía hablar. Se quedó bajo las mantas todo el día, pero después estuvo bien. Créeme, esto no es nada.
—Bueno —Se volvió a levantar—. De todas formas, podría haberle pasado algo. Voy a buscarlo.
—¿Quieres que te acompañe? Amber le quitó el lápiz a Peter, que protestó con un débil "¡Eh!"
—¡No! —Gritó Kira, más estrictamente de lo que pretendía. Dios, ya empezaba a parecerse a su padre. Trató de relajarse, de sonreír. Casi lo consiguió—. Quiero decir, ¿y si vuelve mientras no estamos? Vosotros quedaos aquí, yo iré.
—Como quieras —se encogió de hombros Amber, cerrando las alas y terminando así la conversación.
Salió del abarrotado lugar sin que nadie notara su presencia. Una de las mejores cosas de la Academia, sin duda, era que los alumnos podían ir a donde quisieran, con la única condición de que llegaran a clase a tiempo. Las ventajas de estar en un colegio privado...
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Omega
FantasyHace muchos años, tantos que es imposible recordar cuántos, había muchos Jinetes. Jinetes de dragones. Estos Jinetes poseían el Vínculo, un enlace divino con el que podían comunicarse con sus esbeltas y terribles bestias, un enlace tan fuerte que...