XXVII

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   El buen caminante no necesita ni roderas ni huellas.
   El buen orador no necesita ni reproches ni alabanzas.
   Quien sabe calcular bien no necesita ni alambres ni tablillas.
   Quien sabe cerrar bien no tiene ni barrotes ni cerrojos, sin embargo (la puerta) no se puede abrir.
   Quien sabe atar bien no tiene ni cuerdas ni nudos, sin embargo nada puede ser desatado.
   Por eso el Santo es constantemente un buen salvador de hombres, pues no rechaza a ninguno. Incluso entre los que no son buenos, ¿viene alguien rechazado? Él es constantemente un buen salvador de cosas, porque no rechaza ninguna. Es lo que se llama una iluminación ambivalente. Pues el hombre bueno es el instructor de los que no son buenos, y los que no son buenos son los materiales del hombre bueno. No estimar a su instructor y, por otra parte, no salvar los materiales propios es un grave error, por muy sabio que uno sea.
   Es lo que se llama el prodigio universal.

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   Hay que proceder libremente, sin preferencias por unos u otros medios o instrumentos. Por esto el Santo, lo mismo que el Camino, no tiene preferencias. No excluye a nadie.
   "Hombre bueno": no se debe entender sólo en el sentido ético, también quiere decir "hábil".
   "iluminación ambivalente" significa que tanto el instructor como la materia tienen un valor.

TAO TÊ CHINGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora