Capítulo 3

3.5K 391 654
                                    

El lunes llegó antes de lo esperado. Hermione no pudo dormir en toda la noche. Los pensamientos que llevaba dos años bloqueando habían vuelto de golpe. Soñaba con la aterradora bruja incluso sin cerrar los ojos. No había sido capaz ni de mandarles una lechuza a sus amigos para contárselo. Sabía que estaban fuera en una misión como aurores y que no se lo tomarían nada bien. La duelista salvó a Harry y mató a Voldemort en lo que los tres convinieron que fue un arrebato de la locura que la caracterizaba. Pero seguían odiándola por torturarla, por matar a Sirius y a Tonks, por los padres de Neville y por todos sus crímenes así en general. No entenderían que Hermione necesitaba demostrarle que no le tenía miedo, ni que confiara en McGonagall cuando le aseguraba que todo estaba controlado. Aunque ahora que había llegado el día, sentía el coraje esfumarse con cada bocanada de aire que cogía.

Ese día bajó al Gran Comedor al medio día con pánico, pero el enemigo aún no había aparecido. Saludó a los alumnos y le confirmó a McGonagall que iría a la reunión: si iba a tener que verla, cuanto antes mejor. Igual intentaba matarla ahí mismo delante de todos y podían encerrarla en Azkaban al minuto de llegar... En cualquier caso, era evidente que no pasaría la evaluación de los alumnos (hasta a ella le sacaban faltas), así que como máximo serían dos semanas y confiaba en poder evitarla ese tiempo. Mientras se vestía para acudir a la reunión, recordó la última vez que se había encontrado cara a cara con su mayor pesadilla. Fue poco antes de que Molly Weasley la derrotara (aparentemente).

Hermione corría por el Gran Comedor luchando junto a Ginny y Luna contra los hermanos Carrow. Los mortífagos las obligaron a separarse y ella quedó sola luchando contra Alecto. Cuando consiguió aturdirla y salir corriendo, quedó pasmada al ver ante ella la sonrisa cruel de Bellatrix Lestrange. La bruja oscura aprovechó la sorpresa para desarmarla y recuperar su varita, que era la que usó la chica tras perder la suya en la Mansión Malfoy.

-Vaya, vaya, ¡pero si es mi sangre sucia favorita! -se burló acercándose a la paralizada chica.

Hermione retrocedió hasta darse un cabezazo contra la pared. De nuevo, Bellatrix estaba sobre ella con su varita y su daga. Ella estaba desarmada y su única oportunidad era que apareciera alguien para ayudarla. No parecía probable. Cuando el cuerpo de la bruja oscura estaba casi sobre el suyo, para su desmayo, la duelista comentó: "Me quedo mi varita, le tengo cariño. Y para que no digas que la tita Bella no cuida a sus mascotas, toma la tuya". La bruja le colocó en la mano su propia varita y se alejó chillando y riendo a carcajadas.

La sabelotodo nunca relató ese episodio a nadie. Ella misma no lo comprendió. En cuanto se encontró con ella, creyó que la mataría por haber logrado escapar de sus garras y haber sido castigada por Voldemort por su culpa. Así que cuando le devolvió la varita que ella misma le había quitado semanas atrás, pensó que era alguno de sus juegos sádicos. Les dijo a sus amigos que la recuperó cuando Molly desarmó a Bellatrix. Estaba segura de que estaría hechizada para hacer que se desangrara o torturarla de alguna forma retorcida. No pensaba usarla. Hasta que vio a Greyback husmeando sobre el cadáver de Lavander. Sin pensarlo le lanzó un hechizo aturdidor que funcionó sin problema. Su varita la seguía reconociendo como su dueña original y no parecía estar alterada en forma alguna. Cuando terminó la guerra consultó a Ollivanders y este le aseguró que no había ningún cambio: su varita estaba intacta y a su servicio. Ese hecho unido al asesinato de Voldemort y al hecho de que la bruja la considerara su mascota, le hizo pensar que Bellatrix era bipolar de forma flagrante. Fue otro de los motivos por los que tomó la decisión de bloquear todos los recuerdos referentes a ella. Lástima que hubieran vuelto con tanta rapidez.

Recorrió los pasillos con parsimonia, intentando demorar lo inevitable. Unos pocos alumnos correteaban por el patio y probaban sus varitas emocionados. Ese día una espesa niebla lo cubría todo. No era inusual en la zona, pero aún así le pareció un mal presagio: llegaba la mortífaga y el sol se escondía para dejar paso a la niebla que todo lo hace más gris y misterioso. Sacudió la cabeza rechazando las ideas funestas y se dio ánimos de nuevo. Podía hacerlo, ¡por supuesto que podía hacerlo! Llegó a la sala donde se celebraba la reunión y a pesar de haberse tomado tilas y calmantes muggles, el cuerpo le temblaba violentamente. Entró para no retrasarlo más. Su pesadilla aún no había llegado.

Mientras dure la nieblaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora