Capítulo 35

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A la mañana siguiente Hermione se despertó optimista. Sin motivo concreto: simplemente decidió dejar de atormentarse con las pérdidas del pasado y los remordimientos del futuro. Se centró en el presente. Deseaba profundizar en su relación con Bellatrix, no quería que fuese solo sexo. Ya vería luego si podía ayudarla a salir de su redil de oscuridad o si cada una seguía con su vida. Recordó que la primera vez que lo hicieron, la duelista bromeó con que no esperaba que le mandara flores a la mañana siguiente. Eso le dio una idea.

Podía mostrar su interés y tomarle el pelo en la misma jugada. Mandó una lechuza a la floristería de Hogsmeade y encargó un ramo de de lirios negros. Eran unas flores preciosas que seguro que a la mortífaga le encantaban. Para que no creyera que era un inocente gesto romántico, se aseguró de que una lechuza se las entregara en medio de su clase con los de séptimo. Sospechaba que eso la desquiciaría y la avergonzaría. Con un poco de suerte hasta se vería obligada a darles una explicación a los alumnos.

Creyó que en algún momento del día aparecería para vengarse pero no fue así. Sin embargo, esa noche, en el escritorio de su habitación había una caja de bombones. Su nombre aparecía escrito con la inconfundible caligrafía de Bellatrix. Supuso que se la habría dejado Kreacher. Comprobó con un hechizo que no fuese nada peligroso. Eran unos bombones de animales exclusivos de Honey Dukes como los que ella le regaló meses atrás.

-Igual no debería haberla avergonzado, parece que su regalo es en serio –murmuró.

Leyó la tarjeta que lo acompañaba:

Te mataré. He pasado una vergüenza que no sentí ni con Voldemort. Los alumnos han empezado a susurrar subnormalidades de admiradores secretos. Me he inventado que los lirios son necesarios para una poción que necesitaba Slughorn y los había pedido para él. Luego he tenido que buscar a Slughorn y pedirle que me respaldara. A cambio me ha pedido que vaya a una de sus reuniones de su Club de Retrasados. Te mataré por esto.

Aún así sigo cuidando a mi mascota favorita, te puedes quedar los bombones.

Con el más profundo odio y desprecio,

B.B.

Primero se mordió el labio, después sonrió y finalmente tuvo que sentarse para no ahogarse de la risa. ¡Aquello era tan Bellatrix! Empezaba a disfrutar de su estilo pasivo-agresivo, de su sentido del humor y de hacerla rabiar. Casi se sintió culpable por haberla hecho pasar un mal rato. Al fin y al cabo le había regalado esos bombones tan caros. Estaba deseando probar el exquisito chocolate artesanal. En cuanto abrió la caja dejó de sonreír. De los veinticuatro bombones con formas de animales que venían, solo quedaba uno.

-El mono, por supuesto –suspiró la chica.

Aún así se lo comió. Estaba absolutamente delicioso, el mejor bombón que había probado nunca. Ojalá hubiesen estado los otros veintitrés. Probablemente si le hubiese enviado las flores a su habitación, habría recibido la caja completa. "Bah, ha merecido la pena" decidió. Guardó la nota con cariño y se acostó mientras decidía cuál sería el siguiente paso.

El viernes por la tarde no tenía clases y empleaba ese tiempo en corregir trabajos. Entró a la sala de profesores y descubrió que solo había una persona. La francesa levantó la vista y sonrió en cuanto la vio.

-¡Hola, Herms! ¡Hace días que no te veo! El otro día te guardé tu bollo favorito de canela en el té con McGonagall, pero no viniste.

La gryffindor se sintió muy culpable. Mirelle era su amiga y la apreciaba de verdad. Desde el primer año se llevaron estupendamente y se habían ayudado en las malas rachas. Y sabía que la francesa estaba maravillada con Bellatrix desde el día que la conoció, mucho antes que la propia Hermione. A la mortífaga le daría igual, pero a ella no. Si su relación hacia miserable a su amiga, se abstendría de intentar nada.

Mientras dure la nieblaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora