Capítulo 42

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Hermione se debatía entre la rabia, el dolor y la incertidumbre. No sabía qué le molestaba más: que Bellatrix la hubiese tomando por tonta, que la hubiese utilizado, o que todo hubiese sido mentira... Decidió que lo último: no saber qué parte fue real (si es que algo lo fue). ¿Fue amable con ella, aceptó las citas, le contó confidencias e incluso se acostó con ella por genuino deseo o para ganarse su confianza? Necesitaba creer que algo había sido real.

-¡Pero no, seguramente no! ¡He sido una estúpida, como siempre! –bramó con rabia.

Descubrió en su cama al mono de peluche y lo agarró con brusquedad. Sentía tanta rabia que deseaba destrozarlo con sus propias manos. No fue capaz. En lugar de masacrarlo lo desterró a su armario. Ya se desharía de él cuando la herida no estuviera abierta.

Durante dos días le costó centrarse incluso en sus clases. Bellatrix le envió una nota pero la quemó sin leerla. En persona no necesitó ni esquivarla: llevaban horarios diferentes y la bruja evitaba la vida social. Dio gracias de que así fuera, no sabría reaccionar en caso de verla. Lo que le quitó el sueño literalmente fue decidir qué hacer. ¿Ignorar la información o ponerla en conocimiento de la directora? En cualquier otra circunstancia, la segunda opción sin dudar. Era lo que su sentido de la moral y su conciencia le dictaban. Pero si lo hacía...

-La mandarán a Azkaban –susurró casi con miedo.

No le deseaba eso. O sí. Ni siquiera decidía lo que quería, se estaba volviendo loca. Al final se serenó. Debía hacer lo mejor para todos: si Bellatrix tramaba algo peligroso y no trataba de evitarlo, sería tan culpable como ella. Además necesitaba hablar con alguien para no perder por completo la razón. Así que no exenta de dudas, se dirigió al despacho de la directora.

-Pasa, Hermione –la saludó McGonagall- ¿Qué es eso tan urgente?

La joven sintió como su seguridad se desinflaba. Ni siquiera se atrevía a mirar a su mentora. Dejó que su vista vagara por el despacho. Todo seguía como siempre, excepto una pared lateral en la que colgaban redacciones de alumnos y dibujos hiperrealistas de...

-Bellatrix –masculló la directora-. Me mandó copias de todos los trabajos que le hicieron cuando estuvo al mando del Aula de Detención. Usó un condenado hechizo fijador y ahora los tengo ahí para siempre. Hay de todo: odas a su persona, recopilaciones de sus logros, retratos... Y lo que más me molesta es que la mayoría son excelentes, en ninguna clase los alumnos se han esforzado tanto.

Hermione intentó fingir una sonrisa pero no pudo. Viendo que era serio, la escocesa la animo a confiar en ella y le aseguró que la ayudaría en lo que pudiera. Así que la chica cogió aire y le relató cómo Bellatrix le había contado lo del cuaderno y todo lo que había sucedido desde entonces. McGonagall la escuchó con atención y con la desconfianza hacia la morena evidente en su ceño fruncido. Cuando finalizó su relato, guardaron unos segundos de silencio. La joven empezó a arrepentirse.

-Igual no es para tanto, igual no debería haber...

-No, por supuesto que sí –aseguró la directora-. En su contrato firmó que renuncia a cualquier contacto con las artes oscuras y con todo lo relativo a Voldemort. No sé para qué querrá el cuaderno pero no puede ser nada bueno, sobre todo si te lo ocultó. Hemos intentado darle una oportunidad pero está visto que su destino final es Azkaban.

Hermione iba a replicar que igual no hacía falta tanto pero no le dio tiempo. La directora ya había llamado a Kreacher. El elfo apareció al instante y aceptó con agrado ir a buscar a Madame Black. La directora le aseguró a su exalumna que había hecho lo correcto y que a partir de ahora se encargaba ella. Ella asintió intentando mitigar el repentino sentimiento de culpa. "Pero no, ¡yo no tengo ninguna culpa!", se dijo la chica, "Es ella la que nos ha metido en esto". Se despidió de la escocesa porque desde luego no quería estar presente durante el encuentro.

Mientras dure la nieblaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora