Epílogo

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El verano tras finalizar su último curso como profesora, Hermione viajó a Australia y devolvió los recuerdos a sus padres. Los llevó de vuelta a Inglaterra y empezó a trabajar en el Ministerio. Progresó con rapidez –para sorpresa de nadie- y su labor era ampliamente reconocida y valorada. Salía con sus amigos pero no tenía tiempo para citas: estaba centrada en su trabajo y en recuperar el tiempo perdido con su familia. Tenía toda la vida por delante para llenar esa faceta.

No dedicó muchos pensamientos a lo que pudo haber sido porque realmente nunca creyó que fuese posible. Además se dio cuenta de que pese a la melancolía que la invadía en ocasiones, la mortífaga tenía razón: estaba en paz consigo misma, estaba orgullosa de ser quien era y de las decisiones que había tomado. Nunca podría haber pensado lo mismo estando ligada a una asesina. No obstante, siempre había algún detalle que le recordaba a ella y desencadenaba una sonrisa triste. La última fue esa misma semana. Acompañó a su madre al hospital a hacerse una radiografía y una doctora rubia muy guapa que estaba de prácticas le sonó de algo. No caía en el motivo, pero en cuanto la vio, la chica exclamó:

-¡Tú eres su amiga, la chica a la que enseñaba!

-¿Perdón? –preguntó Hermione desconcertada.

Resultó que era Crystal, la camarera de la hamburguesería donde tuvieron su primera cita. Le contó que ese fue su último día de trabajo. Al día siguiente una persona anónima pagó sus estudios de medicina. La muggle no dudó que había sido la clienta encantadora, sexy y con aspecto de millonaria a la que le contó lo de su pluriempleo. Por muy absurdo que fuese, Hermione estuvo de acuerdo. Seguro que lo hizo como agradecimiento por haber creído que eran hermanas y haber flirteado con ella incomodando a la gryffindor. Bellatrix era así.

Al principio creyó que sería más difícil, que se la encontraría en el Ministerio, pero no sucedió. La slytherin no aceptó el puesto de innombrable y Hermione lo agradeció. Quiso creer que lo hacía por ella, le cedía el espacio y el lugar como una disculpa por su último encuentro. A cambio no la delató: no le contó a la directora (ni a nadie) que no destruyeron el cuaderno y que se quedó la varita de sauco. A no ser que decidiera usarlos para provocar daños, callaría como último gesto hacia ella. Tampoco se la encontró en el Callejón Diagon, ni en Gringotts, ni en ningún otro sitio. Se había hecho muy amiga de Draco, pero mantenían el acuerdo tácito de no hablar de su tía. Así era más fácil. Dejar atrás el pasado, soltar cargas... Aunque le hubiese gustado que la despedida fuese menos cruda.

Pensó que quizá eso tenía solución cuando dos años después de su despedida le llegó una invitación de McGonagall. La directora se jubilaba tras medio siglo de profesora. La realidad era que había conocido a una bruja escocesa y se habían enamorado; así que decidió que era el momento de vivir por fin fuera de Hogwarts. Invitaba a exalumnos y profesores a una comida de celebración en los terrenos del castillo. Por supuesto la gryffindor y sus amigos confirmaron su asistencia. La chica albergó la esperanza de que la mortífaga también acudiera (aunque dudaba mucho que Minerva la hubiese invitado). En esos dos años apenas había hablado con nadie del colegio, ni profesores ni estudiantes, lo había dejado todo atrás en lo que fue casi un exorcismo. Así que tenía ganas de verlos.

-Hermione, cielo, ¡tu... amigo ya está aquí! –exclamó su madre.

La chica se atusó el pelo y cogió su bolso a toda velocidad. Draco se llevaba bien con sus padres, pero no quería hacerle pasar el momento incómodo de verse atrapado en alguna disquisición muggle. Bajó corriendo las escaleras y saludó al rubio que la esperaba con un elegante traje oscuro. Se despidió de sus padres y caminaron hasta un callejón para poder aparecerse. Se pusieron al día ya que no se habían visto en todo el verano. Hermione había ido con Ginny y Luna de viaje por Europa y también asistió a un congreso sobre la integración de los nacidos de muggles en el mundo mágico. Draco había pasado con sus amigos unas semanas en una isla privada, luego asistió a una boda en París y finalmente a una reunión de los Malfoy en Glasgow. Ambos habían aprovechado el verano.

Mientras dure la nieblaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora