Capítulo 33

1.7K 249 232
                                    

Bellatrix debía compartir sus anhelos, porque se levantó y sin dejar de besarla, introdujo una mano bajo su camiseta. El frío serpenteo de la mano de la mortífaga recorriendo su espalda excitó a la joven notablemente. Pero no quería hacerlo ahí. No solo hacía un frío horrible y el suelo no parecía nada acogedor: también le parecía una falta de respeto hacia el difunto director. No le hizo falta mencionarlo porque Bellatrix sentenció: "Aquí no". Hermione mostró su total aquiescencia, pero hubo problemas técnicos:

-Mi habitación está muy lejos –recordó mientras le besaba el cuello.

-La mía también –murmuró la mortífaga ahogando un gemido- y no creo que queramos que nos vean juntas...

-No, desde luego... Pero entonces... ¡La sala de los Menesteres! –exclamó la chica- Está justo en la planta de abajo.

Ninguna de las dos necesitó más. Tras un vistazo al mapa para comprobar que había vía libre, bajaron de la torre y llegaron al corredor del séptimo piso. La sala aparecía cuando alguien tenía una necesidad. Y por Merlín que ambas la tenían... Así que la puerta se dibujó presta ante ellas. Entraron sin dudar. La habitación mezclaba la elegancia de la suite de un hotel de cinco estrellas con concesiones cabareteras como el carmesí de la colcha, el dosel de la enorme cama de matrimonio y la tenue iluminación. Ninguna de las dos lo apreció demasiado.

Las botas de combate, las zapatillas deportivas y la sudadera de Hermione cayeron camino a la cama. Una vez ahí, Bellatrix se quitó la falda y la chica la imitó deshaciéndose de sus vaqueros. Seguidamente se tumbó sobre la bruja y volvió a besarla. Le acarició la mandíbula y después bajó al cuello. Antes de alcanzar su escote, se topó con el colgante de la calavera. Recordó su hipótesis de que aquel regalo de Voldemort pudiera ser un horrocrux. Eso la frenó en eso.

-¿Qué sucede? –preguntó la morena frunciendo el ceño.

-Yo... No... No puedo hacerlo –susurró la castaña avergonzada.

Pareció que la slytherin iba a protestar o a enfadarse, pero no lo hizo. Simplemente, como si ya lo sospechara, murmuró: "Podías haberlo pensado antes". Buscó su falda y se levantó. Hermione la agarró del brazo tratando de impedir que se fuera.

-¡No, no! Sí que quiero, es solo que... Tenías razón: no valgo para este tipo de relación esporádica, ni aun estando soltera.

-Lo respeto –suspiró la morena-. Pero piénsalo antes de empezar con esto... Es bastante egoísta.

-Lo siento... Pero ¿no podríamos...? No sé... Intentar algo más.

Bellatrix enarcó una ceja con un gesto casi de compasión maternal ante lo descabellado de su propuesta.

-No quiero que sea tan frío, si traiciono a todos mis amigos contigo (no te ofendas)...

-Es un halago –respondió burlona.

-Me gustaría intentar algo más. Nada serio, solo conocernos mejor, cenar juntas o...

Ahí se frenó. Sonaba completamente absurdo. Le estaba pidiendo eso a una mortífaga supremacista de sangre. Pero igual se había rehabilitado, igual ella podía ayudarla, igual... Para su sorpresa, Bellatrix no la insultó ni se burló. La miró con algo que en una persona con conciencia y empatía hubiese sido ternura.

-Mira, ya te lo dije, entiendo tu fascinación conmigo, no eres la primera a la que le pasa –empezó la bruja con suavidad-, pero es solo eso. Soy una demente medio salvaje y medio loca que no deja que nadie le diga lo que tiene que hacer. Soy lo contrario a ti y a cualquiera de tus amigos y, de una forma morbosa, eso te atrae. Es lo mismo que a mí me hace gracia de ti: tu inocencia, tu candidez al pensar que puedes salvar al mundo, tus nobles intenciones pese a todo... Pero esto haría aguas en todos los aspectos. En todos. Empezando porque yo tengo treinta y ocho años y tú eres una cría.

-¡Pronto cumpliré veintitrés!

-¡Ah bueno! ¡Entonces ya está, gran diferencia, dónde va a parar! –exclamó la bruja con exagerado dramatismo.

Hermione le dio un puñetazo cariñoso por burlarse de ella y la morena dibujó una ligera sonrisa. Le dio rabia que con todos los defectos y perversiones que aunaba la mortífaga, la predilección por los jóvenes no fuera una de ellas. Si es que Bellatrix tenía que ser diferente hasta en eso... La habían educado con unos valores tradicionales y liarse con alguien de la edad de su sobrino no entraba en su imaginario; teniendo el cuenta que el gran amor de su vida fue un "señor" que le doblaba la edad... Intentó quitarle hierro al asunto y comentó medio en serio medio en broma:

-Bueno, tienes más años, pero lo importante es la madurez y la edad mental. Y todo el mundo coincide en que soy mucho más madura que tú, ¡así que estamos empatadas!

Bellatrix la miró a los ojos. Fue como asomarse a un abismo plagado de corredores oscuros e infinitos con edificios en ruinas que se derrumbaban a su paso. Casi se oían aún los aullidos y la angustia por la incapacidad de sentir amor, esperanza, felicidad o cualquier cosa que no fuese dolor y miseria. Era el infierno interior de la mortífaga. La intensidad fue tal que Hermione se turbó.

-No, Granger, no lo eres –fue la caústica respuesta de la bruja.

La sabelotodo lo entendió y asintió de manera inconsciente. De nuevo, la había subestimado. Había olvidado que su locura y sus comportamientos caprichosos e infantiles eran una sólida fachada. Pero detrás había un universo que nadie más podría soportar sobre su espalda. Seguramente Bellatrix se habría visto obligada a madurar antes de los diez años. Su violenta y abusiva familia, Voldemort, los mortífagos, Azkaban... Era mucho peor de lo que Hermione había vivido. Sobre todo porque ella tuvo a sus padres y tenía a sus amigos, pero algo le decía que la morena se había enfrentado sola a todas sus batallas. Las había ganado, pero... ¿a qué precio? Había renunciado a su humanidad, a su libertad y probablemente a otras cosas que jamás compartiría con nadie. Y la gryffindor estaba segura de que la mayoría de esas decisiones las habían tomado por ella.

-No tienes por qué soportarlo sola –susurró la castaña sin saber qué más decir.

-En primer lugar, no lo estoy. Y en segundo, siempre he preferido la soledad.

-Bueno... Ya sé que tienes a tu sobrino y a Mir, pero yo podría comprometerme con más profundidad que ella. Y no es cierto que prefieras la soledad: tuviste a tu primer novio, ese que...

-¿Sabes por qué lo dejamos? –la cortó la bruja- Pretendía cambiarme, sacarme del mal camino. Yo iba a unirme a los mortífagos, debía hacerlo por mi familia y quería hacerlo. Deseaba ser poderosa más que nada y de ninguna otra forma lo hubiese sido tanto. Él quería salvarme, apelar a la parte luminosa que estaba seguro que había en mí. Quería cambiarme, no me quería a mí. Así que me hizo escoger entre él y tomar la marca. Y no dudé (y eso que tenía un trasero estupendo).

Hermione optó por obviar la última parte y dedicó unos segundos a asimilar la información con dolor. Se sentía peligrosamente identificada con aquel chico.

-Pero él no lo hacía para fastidiarte, quería ayudarte; no cambiarte sino ayudarte a ser tu mejor versión.

-¿Mi mejor versión? –preguntó la bruja soltando una carcajada- No somos manuales de magia que se vayan actualizando, monito. Lo que ves es lo que hay. Si renunciarse a mis ideales, a mis anhelos y a lo que he hecho toda mi vida dejaría de ser yo. Sería mejor persona, sí, pero no sería yo. Y ser fiel a mí misma es lo único que me queda.

No tuvo otra que aceptarlo. Así que decidió atacar por otra parte. "Entonces sí que amaste a alguien, a él le querías" sentenció. Bellatrix la miró con rabia durante unos segundos, pero enseguida apartó la vista. En un gesto casi imperceptible, asintió. Hermione no pudo evitar sentir envidia por unos segundos. Ojalá la hubiera conocido antes, ojalá no las separaran tantos años y tantas cicatrices.

-Quizá tengas razón en algunos puntos... -concedió la chica-, pero yo me rindió con facilidad.

Dicho eso, atrajo a la bruja por la cintura y volvió a besarla. Al poco la morena claudicó. Se desnudaron y decidieron dejar que hablaran sus actos.  

Mientras dure la nieblaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora