Capítulo 22

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Bellatrix se incorporó ligeramente y atrajo a Hermione más hacia su cuerpo. Le acarició el hombro y seguidamente bajó la mano a su propia cintura. De ahí extrajo una daga y la lanzó al vacío. Hermione se sintió altamente desconcertada. Entonces escuchó un aullido gutural y un golpe seco. La acromántula a la que había aturdido antes había vuelto con sigilo para acabar con ellas. Pero cayó muerta con la daga clavada entre los ojos. La castaña estaba en contra de matar a cualquier criatura, pero aquella era bastante desagradable. Y les había estropeado la escena romántica. Una muerte merecida. Además, su novio había dedicado horas a explicarle que "las arañas no son animales, son engendros asquerosos". Bellatrix se incorporó y se sacudió el polvo del vestido.

-Vamos, monito, levanta -indicó tendiéndole la mano-. Aún necesito el ingrediente.

La chica aceptó la ayuda y la morena la levantó sin ningún esfuerzo. Tenía bastante más fuerza de la que su frágil figura hacía creer. Con un accio la slytherin recuperó su daga. Almacenó en un pequeño tubo el veneno del animal, muy preciado para algunas pociones y continuaron. Caminaron unos minutos más. Cuando la joven comenzó a protestar porque empezaba a dudar que existiera lo fuera que estuvieran buscando, Bellatrix le tapó la boca. "Ahí está" susurró. Se encontraban en un claro, aunque las frondosas copas de los árboles que lo delimitaban casi tapaban la luz de la luna. Unos metros más allá, en una pequeña laguna, bebía un unicornio de un pelaje blanco purísimo. Hermione nunca había visto uno de cerca: Hagrid jamás había logrado convencer a ninguno para que se dejase estudiar por los alumnos. Era sin duda la criatura más hermosa que había visto jamás; o al menos la criatura no-humana, se corrigió con sorna.

-Son muy temerosos y les cuesta acostumbrarse a la gente -susurró la morena-. Quédate aquí.

Hermione asintió embelesada. Con lentitud y sin hacer ruido pero denotando su presencia, Bellatrix caminó por el claro. El animal enseguida alzó las orejas y levantó la vista asustado. Cuando vio a la mortífaga se calmó y continuó bebiendo. La duelista se quedó quieta observándolo. Él abrevó durante un minuto y finalmente se giró. Observó a la bruja y se acercó a ella. La slytherin no reaccionó hasta que él frotó la cabeza contra su estómago. Entonces empezó a acariciarle la crin y a susurrarle cosas que la chica no alcanzaba a oír. El contraste entre esa criatura de pelaje níveo y la perfecta figura oscura de Bellatrix con su larga melena azabache resultaba hipnótico. La slytherin sonreía mientras acariciaba al animal con veneración. Hermione hubiese pagado un dinero que no tenía por una foto de ese momento. Aunque igual a sus amigos no les habría hecho mucha gracia...

Al rato, la morena le preguntó algo al unicornio. El animal pareció asentir. Hermione supuso que había entendido el tono y había deducido lo que quería, no veía otra forma posible de comunicarse con él. Bellatrix sacó su varita y un pequeño frasco de su falda. Con un ligero movimiento, tres cabellos se desprendieron de la crin del animal y la bruja los guardó con cuidado. Seguidamente, con un gesto le indicó a Hermione que se aproximara.

-Acércale la mano al hocico para que te huela -le indicó a la chica.

La castaña obedeció. El unicornio la esnifó y al poco frotó la cabeza contra su estómago como había hecho con la duelista. Hermione lo tomó como una señal y lo acarició con delicadeza. Era lo más suave que había tocado nunca, resultaba altamente adictivo. Esas criaturas atesoraban tanta magia que por el mero contacto varias chispas se colaron en su ser. Experimentó una especie de euforia contenida muy gratificante.

-Es como una versión sutil de felix felicis -explicó la duelista-. Al acariciarlos comparten su magia contigo y te reconforta.

La castaña lo sabía, lo había estudiado, pero jamás pensó que la sensación fuese tan palpable. Como de costumbre, eso azuzó su curiosidad:

Mientras dure la nieblaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora