Nota:
En esta historia Bellatrix tiene 38 años y Hermione 22. La relación entre ellas no será dulce e inocente como en mi otro Bellamione: intentaré que ambas estén en el personaje y dado que una es una asesina odia sangre-sucias y la otra la sangre-sucia reina de la moralidad... su futuro juntas no está nada claro.
Como siempre, muchas gracias por vuestro apoyo. Agradeceré mucho cualquier comentario y ¡espero que os guste!
:::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::
El sol de los últimos días de agosto se colaba por los vetustos ventanales de Hogwarts confiriéndole al castillo una apariencia de calidez y seguridad. Hermione cerró los ojos dejando que el astro rey acariciara su rostro y la reconfortase. Caminó por los pasillos desiertos mientras acariciaba inconscientemente los libros que llevaba consigo. Con tranquilidad, llegó a la gárgola que protegía el despacho del director. Murmuró la contraseña -"babeantes y bobos babuinos"- y subió la escalera de caracol. Llamó a la puerta.
-Pasa, Hermione -se escuchó en el acento escocés de Minerva McGonagall.
La chica entró. Observó que a pesar de los años que habían transcurrido, la directora apenas había cambiado nada de lo que dejó su predecesor. La mayor diferencia visible eran los dos nuevos retratos que colgaban en la pared junto al resto de magos que ocuparon el cargo: el propio Albus Dumbledore y Severus Snape. Harry había insistido en que colocaran también a este último por los sacrificios que hizo para ayudar a su causa. El mago de la larga barba blanca le dedicó un guiño a Hermione tras sus gafas de media luna; su ex profesor de pociones apenas le dirigió una mirada. McGonagall, por el contrario, se levantó de la silla presidencial y se apresuró a abrazar a su antigua alumna predilecta y actual profesora de Transformación. Tras la guerra, la chica había vuelto para terminar sus estudios y había empezado a ayudar ocasionalmente a su mentora como asistente en sus clases. La guió durante los dos primeros años y este curso por fin la joven empezaría a impartir la asignatura en soledad. Así McGonagall podría centrarse en el trabajo de dirección.
-¿Cómo has pasado el verano, querida? -le preguntó la mujer sonriente- ¿Te apetece una taza de té?
-Muy bien, Minerva -contestó la chica aceptando la bebida que le ofrecía-. Ron y yo estuvimos en los mundiales de quidditch con Harry y Ginny. Aunque ese deporte nunca me ha gustado, luego fuimos a visitar a Charlie a Rumanía y disfrutamos muchísimo conociendo a los dragones. Y también he tenido tiempo de colaborar con el Ministerio en las nuevas leyes para la protección de las criaturas mágicas.
La escocesa la escuchó con atención y se interesó por toda la familia Weasley que se había convertido en la suya tras perder a sus padres. El hechizo desmemorizante que Hermione usó para protegerlos de Voldemort resultó irreversible y fue duro comprender que lo mejor para ellos era seguir con la vida que tenían en Australia. Ese fue un factor clave en su decisión de hacerse profesora: quería quedarse en Hogwarts para sentir que aún tenía un hogar, un sitio donde había sido feliz. También hablaron del trabajo de su novio y Harry como aurores y de todas las investigaciones sobre magia que la chica desarrollaba en sus ratos libres. Después pasaron al campo profesional. Faltaba una semana para que los alumnos llegaran al colegio para el nuevo curso y todo tenía que estar dispuesto. Aunque el cargo de subdirector lo ocupaba Slughorn, el profesor de pociones, Hermione era la mano derecha de la directora y solía consultar con ella las decisiones importantes.
-Vamos a ver... -comentó Minerva repasando el papeleo- Aquí tengo los horarios, toma el tuyo. Si no te viene bien, podemos cambiar algunas horas aprovechando que eres la primera en llegar (exceptuando a Hagrid, claro). El resto de profesores se incorporarán entre mañana y pasado.
La chica lo miró y le pareció todo correcto. Le alegró saber que, un año más, su amigo el guardabosques impartiría "Cuidado de Criaturas Mágicas". Le preguntó si había algún cambio en el profesorado. Tenía la sensación de que su compañera y amiga estaba algo nerviosa.
-Está todo más o menos como el año pasado... Flitwick se ha jubilado definitivamente, así que Aline pasará a impartir Encantamientos, esa materia es más de su agrado.
Mirelle Aline era una bruja francesa de treinta y cinco años que la directora había contratado al curso siguiente tras la guerra. Acababa de llegar al país y deseaba trabajar en Hogwarts, por eso aceptó el puesto de Defensa contra las Artes Oscuras. Pero la leyenda de que ese cargo estaba maldito seguía circulando por los pasillos. Aline había pasado dos años en el puesto y no quería tentar a la suerte con un tercer intento. Había solicitado que si quedaba otra asignatura disponible, ansiaba cambiarse. Al parecer, lo había conseguido.
-Muy bien, me alegro, Mirelle estará contenta -contestó la chica sonriendo.
McGonagall asintió fingiendo buscar algo entre la pila de papeles para evitar mirarla a los ojos. Sabía que la siguiente era la pregunta inevitable. Y aunque ella fuese una gran valedora del coraje de Gryffindor, tenía miedo de poner al día a su ex alumna.
-¿Y quién dará Defensa entonces?
-Ha sido complicado... -comenzó la directora con cautela- Como sabes, aunque este sea el tercer curso tras la derrota de Voldermort, la gente sigue temiendo mucho ese puesto. Además, dado que el escenario de la guerra fue precisamente este castillo, hay muchos docentes que ni se plantean acercarse aquí. Por otra parte, los padres de los alumnos la consideran una asignatura vital (la que más), piensan que si sus hijos hubiesen estado mejor formados en ese arte, hubiese habido muchas menos bajas durante la batalla. Claro que cambiando de profesor cada año fue imposible...
La chica asintió, estaba al tanto, sabía lo desesperada que tenía ese tema a la directora. A los adultos ya no les importaba que sus hijos supieran Encantamientos o Pociones, consideraban que saber defenderse era lo más práctico y temían que no hubiera dos guerras sin una tercera.
-El representante del comité de padres y madres de alumnos me informó de que se han puesto de acuerdo en que además de elegir a alguien muy versado y capacitado en la materia, quieren que también imparta clases de duelo para preparar a los jóvenes. Dado que seguimos luchando contra la leyenda negra que envolvió a Hogwarts tras la guerra, no me pude negar.
-Lo entiendo. Odio el duelo, pero si se hace de forma controlada y sin riesgos puede ser una buena idea. A nosotros nos vino muy bien cuando Harry nos enseñó.
-Ojalá Potter hubiese aceptado el puesto... -lamentó McGonagall- Pero sigue centrado en su carrera de auror y la persecución de los mortífagos fugados... Volviendo al asunto, contacté con posibles candidatos. Algunos no quisieron ni hablar del tema, otros no tenían formación suficiente y en varios casos, los que eran aptos para enseñar Defensa, no eran buenos al batirse en duelo y viceversa.
La chica asintió. Vio en la mirada de McGonagall el cansancio y el agotamiento mental que aquella búsqueda le había supuesto. Sospechó que no había hecho otra cosa en todo el verano. Su pelo gris recogido en un moño parecía más blanco que nunca. La animó a proseguir con la mirada.
-El caso es que... Hace un par de semanas el Ministerio me propuso a alguien. Es una de las personas con mayor dominio de la magia que he conocido desde que le di clase en su época, tiene una más que sobrada formación en artes oscuras, es capaz de captar la atención de cualquiera y dudo mucho que un solo alumno rechistara o se despistara en su clase. Además, nadie es mejor duelista en Inglaterra y probablemente tampoco en el mundo mágico.
La chica abrió los ojos sorprendida ante semejante currículum. ¿Dónde había estado esa persona durante los últimos años? La última frase hizo saltar un resorte de reconocimiento en algún rincón de su cerebro, pero decidió ignorarlo.
-¡Qué bien! ¿Entonces qué problema hay? -preguntó al ver el gesto tembloroso de su profesora.
-Verás... Sé que tenía que haberte consultado desde el principio, pero intenté buscar otra solución, creí que los padres y madres se negarían y no quería asustarte sin motivo... Aunque el Ministerio me ha jurado y perjurado que es la solución perfecta, que está todo controlado y no habrá ningún problema, dado su pasado contigo...
-Minerva -la cortó Hermione que empezaba a ponerse nerviosa con tanto rodeo- ¿Quién es?
Con un gesto de rendición, la directora pronunció con claridad:
-Bellatrix Lestrange.
ESTÁS LEYENDO
Mientras dure la niebla
Fiksi PenggemarComienza el tercer curso tras la derrota de Voldemort. Hermione trata de superar el pasado y trabaja como profesora en Hogwarts. El terror vuelve cuando descubre que Bellatrix Lestrange, la mortífaga que la torturó, es la nueva profesora de Defensa...