Capítulo 26

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Hermione no quería despertar, se estaba tan bien en la cama... Sentía un agradable calor y un delicado cosquilleo por todo el cuerpo, también una suave caricia en el cuello. Su corazón latía despacio, muy despacio... no había ninguna prisa, todo era calma. La envolvía un embriagante aroma a sándalo y pachuli que le resultaba familiar pero no conseguía ubicar en sus recuerdos. Estaba sumida en sus fantasías cuando le pareció escuchar una voz lejana. Deseaba ignorarla, no quería que nadie la molestara. Pero sonaba aterciopelada y seductora, era un canto de sirena al que no logró resistirse. Obligó a su entumecido cerebro a centrarse en descifrar el mensaje que alguien susurraba. Y debía estar susurrando cerca porque notaba un aliento cálido cosquilleando su mejilla. Dejó a un lado las sensaciones y se centró en las palabras:

-Estás a punto de morir de hipotermia, monito -canturreó la voz con cierta alegría.

La consciencia volvió de golpe. Hermione abrió los ojos. Bellatrix estaba agachada junto a ella mirándola con expresión divertida. El calor y el cosquilleo que sentía era los previos a la congelación; las caricias en su cuello eran los finos dedos de la bruja comprobándole el pulso. Todo lo demás también era Bellatrix, por supuesto. Y su cama no era su cama: seguía siendo el suelo cubierto de nieve del exterior de Hogwarts. Le costó unos segundos incorporarse hasta sentarse en el suelo y abrir la boca para proferir una protesta épica. La mortífaga le chistó.

-Antes de que empieces a chillar como una sangre sucia histérica, ¿a que se te ha pasado la ansiedad?

La castaña sentía cuantiosas ganas de actuar tal cual le había descrito. Pero antes, comprobó que tenía razón. Sentía frío pero nada más. Ni agobio, ni bochorno, nada de taquicardia, ni desasosiego... Tampoco el malestar que la agarrotaba durante horas tras esos ataques. Ni siquiera los efectos del alcohol previamente ingerido. Se obligó a controlar las ganas de asesinar a la morena. Le preguntó cuánto tiempo había pasado. Unos dos minutos. A Hermione le sorprendió, le había parecido bastante más. "No hace falta que me des las gracias..." murmuró la slytherin ligeramente ofendida. Hermione abrió los ojos como bludgers.

-¿¡Estás de broma!? ¿¡Tú crees que empujarme al suelo nevado hasta que casi me congelo es la mejor forma de frenar la ansiedad!?

-Es la única forma que conozco -respondió la morena encogiéndose de hombros.

La gryffindor iba a reprocharle sus burlas, pero si dio cuenta de que no bromeaba. No dudó que Bellatrix había reconocido los síntomas porque también lo habría sufrido alguna vez. Hermione los había superado las veces previas gracias a la meditación, racionalizando el estrés y con la compañía de amigos que la calmaban. Era evidente que a la mortífaga no le serviría nada de eso. De nuevo sintió lástima por ella, pero no lo dejó traslucir. Le indicó que debería haberla llevado a la enfermería. Bellatrix replicó que no aguantaba a Pomfrey. "Ni a ella ni a nadie" se burló Hermione. La duelista chasqueó la lengua con fastidio y le pidió que dejara de protestar por todo.

-¡Tú también protestarías si tu ropa estuviese completamente empapada y tiritaras de frío! Ahora tengo que ir a cambiarme y...

La bruja oscura la miró con curiosidad.

-¿Crees que no recuerdas que eres bruja porque en el fondo sabes que eres una ladrona de magia?

Hermione iba a bramar de nuevo pero se sonrojó al darse cuenta de lo evidente. Ya le pasó cuando en su primer año se enfrentaron al lazo del diablo: en situaciones de alto estrés pensaba antes en soluciones muggles que en las mágicas. Buscó su varita en su manga. No estaba. "Ah sí, la costumbre" murmuró Bellatrix entregándosela. Antes de salir del colegio la había desarmado como le enseñó su maestro. Hermione decidió obviarlo. Utilizó un hechizo de aire caliente y poco a poco fue recuperando la sensibilidad de sus miembros. Mientras el conjuro hacía su magia le preguntó a la bruja por qué la había ayudado si la consideraba una ladrona de magia. La mayor le explicó que no había sido decisión suya: Mirelle sabía que había pasado por lo mismo y podría hacerse cargo, así que le había pedido que la ayudara. Eso tenía más sentido.

Mientras dure la nieblaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora