Capítulo 39

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Hermione se despertó al recibir un codazo en las costillas. Sentía un ligero dolor de cabeza y le costó unos segundos recordar dónde estaba. Los gruñidos de Bellatrix se lo recordaron. Se separó de ella inmediatamente. Se incorporó y se enroscó una de las múltiples sábanas que vestían la cama. Invocó un vaso de agua y se lo bebió para mitigar el malestar. La bruja oscura la ignoró por completo. No parecía capaz ni de abrir los ojos. Con un gesto de su varita, su bolso voló hacia ella. Metió la mano y revolvió dentro. Hermione sospechó que estaba encantado para no tener fondo como el suyo. Extrajo un tubo con una sustancia blanquecina y se lo bebió. La castaña supo que era un filtro para la resaca.

-¿Lo llevas siempre encima? –preguntó.

-Por supuesto –respondió la mortífaga tumbándose de nuevo para dejar que hiciera efecto-. Ese y trece más por si me muerde una serpiente, necesito que alguien se enamore de mí o lo que sea.

Estuvieron unos minutos en silencio mientras todo se asentaba en torno a ellas. Ninguna dijo nada, no era necesario. A Hermione le gustó la sensación de despertar a su lado, por primera vez en mucho tiempo no se sintió sola. Cuando la poción obró su magia, Bellatrix la contempló y comentó:

-Anoche no follamos, ¿verdad?

-No, te dormiste en cuanto rozaste la almohada.

-Ajá –contestó la bruja meditándolo-. Entonces deberíamos hacerlo ahora. Ya sabes, por cumplir.

-Eres una romántica, Bellatrix.

-Lo sé, soy famosa por ello -murmuró la morena colocándose sobre ella y besándola.

Hermione dudó si protestar, pero no le vio sentido. Así que le acarició las costillas, respondió al beso y se dejó llevar. Se les daba realmente bien lo de estar juntas, al menos en el sentido físico. Cuando terminaron, después de un rato de vaguear en la cama, Bellatrix se levantó para ducharse. No se molestó ni en taparse. Su amante la contempló embobada hasta que se encerró en el baño. Después sacudió la cabeza y decidió que debía despertar de aquella extraña fantasía. En cuanto la mortífaga terminara, debían volver a Hogwarts para que McGonagall no se preocupara. Y porque tampoco sabía si algún cliente llegaría a la suite que habían allanado...

Se levantó y buscó su varita. Ejecutó un hechizo limpiador sobre su ropa y se la puso. Hizo lo mismo con la de su compañera y se la dejó preparada en la cama. Mientras se arreglaba el pelo, observó que la mortífaga había dejado sus joyas en su mesilla. "Claro, dormir con diamantes es peligroso, puedes cortarte el cuello sin querer" pensó con sorna. Observó el anillo de los Black de oro macizo, otro con forma de cuervo, uno de una serpiente; una pulsera de una constelación, otra a juego con el anillo de serpiente; y... y el colgante de la calavera. Sin poder evitarlo se acercó y lo contempló. Seguía temiendo que se tratase de un horrocrux; la bruja le contó que se lo regaló Voldemort. Y además sobrevivió a la maldición asesina de Molly... Tenía sentido.

-Pero debes fiarte de ella, Hermione –se dijo a sí misma.

Aún así, se giró para asegurarse de estar sola y lo cogió. Acarició la plata pura pero no sintió nada. Aunque con los horrocruxes de Voldemort tampoco notaba nada, solo le pasaba a Harry y porque él era uno... El guardapelo afectó a su carácter después de días llevándolo encima. ¿Y si esa era la razón de la oscuridad de Bellatrix, y si era el colgante lo que la envenenaba? Cogió su varita de nuevo y pensó en algún conjuro. Igual con alguno revelador podía comprobar si ese objeto contenía magia oscura o...

No pudo continuar porque con el sigilo habitual Bellatrix había salido del baño. Sin tiempo para volver a colocarlo en su sitio, lo metió en el bolsillo del pantalón. Si la pillaba tocando sus cosas (y más sus cosas más preciadas), le cortaría la mano.

Mientras dure la nieblaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora