Capítulo 4

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Nota: En primer lugar mil gracias a todos los que seguís, votáis y comentáis la historia, os amo muy sinceramente. Y en segundo, quería advertiros que a partir de la semana que viene empezaré a actualizar lunes y jueves en lugar de los miércoles. ¡Muchas gracias por vuestro apoyo!

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Hermione se ofreció para llevarle a Hagrid el parte de la reunión ya que no había tenido ocasión de hablar con él todavía. Decidió aprovechar las dos horas que faltaban para la cena e ir a verlo. Era septiembre y los días empezaban a perder horas de luz, así que los terrenos del colegio estaban ya oscuros. Pero hacía mucho que a Hermione no le asustaba la oscuridad. Caminó con seguridad hacia la cabaña de Hagrid a orillas del bosque prohibido. El semi-gigante se había negado a que le construyeran una mejor tras el incendio: le gustaba su hogar tal y como era. Sin embargo, ahora contaba con varios hechizos para protegerla del fuego y de otras posibles catástrofes.

Al llamar a la puerta notó que Hagrid abría con desconfianza. Su rostro se relajó en cuanto vio a la joven y la invitó a pasar de inmediato. Le ofreció té y algunos pedazos de carne extraña que la chica rechazó amablemente alegando que esperaba a la cena. Le habló del verano, de sus amigos, de la reunión y finalmente, del odio y el temor compartido hacia la bruja oscura y ahora compañera. El guardabosques tenía más suerte que ella: al impartir su clase a orillas del Bosque Prohibido, no tenía ni que entrar al castillo y dado que la mortífaga no acudiría a las comidas, él podía hacerlo sin problema. Le exigió a Hermione que le avisara si tenía el menor problema con Bellatrix. La gryffindor asintió.

Cuando se dieron cuenta, ya era la hora de la cena y partieron juntos hacia el castillo. Hermione se sentía un poco más tranquila al haber hablado y confesado sus miedos a su viejo amigo. La ansiedad volvió cuando vio que el banquete comenzaba y la bruja oscura no estaba, pero Mirelle tampoco. Le dirigió a la directora una mirada nerviosa. Habían pasado más de dos horas, no se tardaba tanto en acompañar a alguien a las mazmorras...

-Tranquila, no pasará nada. Además, Mirelle es una gran bruja- intentó calmarla McGonagall-, sabe defenderse sola.

-Lo sé, pero esa mujer es la mejor duelista del país y también la más inestable mentalmente-contraatacó Hermione nerviosa.

-Molly Weasley la derrotó -recordó Minerva intentando tranquilizarse ella también.

-¡Y mira qué bien funcionó! -ironizó la chica.

En ese momento, Rolanda Hooch decidió intervenir:

-Tranquilas. ¿Habéis visto cómo se miraban? No creo que ese sea el tipo de duelo en el que estaban pensando... -murmuró con voz burlona.

McGonagall miró horrorizada a su compañera y Hermione experimentó una sensación extraña por todo el cuerpo. Mirelle era una mujer despampanante, sin duda, y tras los recientes cambios, si alguien estaba a su altura era Bellatrix. Mientras que la primera ostentaba la belleza clásica de súper estrella de Hollywood, la segunda parecía ahora una diosa oscura y misteriosa. La castaña no pudo evitar imaginarse la escena y sintió un cosquilleo entre las piernas. Sacudió la cabeza de inmediato, llevaba semanas sin ver a su novio y era evidente que sus necesidades fisiológicas estaban desatadas. Evocó la imagen de Ron y todo se apagó. Siguió comiendo. Las otras dos profesoras hicieron lo mismo, decidieron dejar pasar el tema y confiar en que la francesa supiera lo que hacía. Hablarían con ella a la mañana siguiente.

Aquella noche, la mansión Malfoy volvió a ser el escenario de las pesadillas de Hermione. Las imágenes ya no eran tan claras y vividas como años atrás, pero Bellatrix seguía siendo la protagonista indiscutible. Tampoco se despertaba gritando y empapada en sudor como antaño, pero sí con la sensación de no haber descansado en absoluto. Se levantó, se lavó la cara y bajó a desayunar. Se sentó junto a McGonagall y al poco rato apareció la francesa. Ambas se lanzaron a preguntarle si estaba bien con tanto ímpetu que algunos alumnos se giraron para mirarlas. Ella asintió extrañada. Se calmaron un poco al ver que Mirelle seguía tan sonriente como siempre.

Mientras dure la nieblaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora