Capítulo 27

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Hermione se resignó y volvió junto a la mortífaga. Si tenía que ponerse a su altura, lo haría. Protegió bien su varita y, en un acto terriblemente estúpido, se tumbó junto a ella. La mortífaga abrió un ojo.

-¿No te ibas?

-No puedo dejarte morir aquí porque Minerva se volvería loca buscando a otro profesor de Defensa -murmuró temblando de frío-. ¡Y por qué necesito saber qué diablos haces! ¿No estás helada? ¿Deseas morir?

-Nunca tengo frío -murmuró-, dejé de tenerlo después de Azkaban. Si sobrevives a eso ya jamás vuelves a sentir frío, nada es comparable. Ni te molesta la lluvia, ni dormir en el suelo, ni estar semanas sin comer, ni...

-Vale, vale, comprendido -respondió acongojada-. Responde a lo otro.

-¿Si deseo morir? -preguntó la bruja meditándolo- Supongo que no mucho... Me gusta ver cuánto puedo aguantar. Además necesito la adrenalina que siento al poner en peligro mi vida, no sé vivir sin ella y en este castillo estoy muriendo de aburrimiento.

En cierta manera Hermione lo comprendió. Tras haber sido una asesina a tiempo completo desde joven, trabajar de profesora en un colegio tenía que resultar desquiciante. A veces le pasaba incluso a ella: siete años de aventuras con Harry jugándose el pellejo creaban adicción. Y eso que ella estaba cuerda. Murmuró que lo comprendía. Bellatrix profirió una risa burlona.

-Tranquila -murmuró la morena-, mañana estarás con tu apuesto y sagaz novio y podrás tener todas las emociones que quieras.

Hermione le asestó un puñetazo en el hombro en venganza. Pensó en burlarse de que ella estaría sola en el castillo con su querida directora, pero le pareció un golpe demasiado bajo. Cuando la escuchó hablar con Draco dedujo que Bellatrix estaba enfadada con su hermana por su traición. Si Narcissa hubiese revelado que Harry estaba vivo, Voldemort lo hubiese matado y habrían ganado la guerra. Pero no había sido así. Habían perdido por su culpa... O por la de Bellatrix, porque ella mató a Voldemort. "¡Si es que nada tiene sentido con esta mujer!" maldijo internamente. Aún así, el resultado era que las hermanas Black no mantenían buena relación. Bellatrix adivinó por dónde iba su hilo de pensamiento.

-Te entiendo, ¿sabes? -murmuró la morena- Es una de las razones por las que nunca bajo a comer al Gran Comedor: me parece repulsivo hacerlo en el lugar donde murió alguien a quien quise tanto. Sé que lo maté yo, pero eso no cambia nada. Y a veces le echo de menos. Entonces voy al bosque y grito o destrozo cosas, eso me relaja.

-Cada frase que sueltas tiene menos sentido que la anterior -sentenció la gryffindor-. ¿Por qué le mataste entonces? Aparte de lo de estar en paz y eso.

-¡Ja! -exclamó la bruja- ¿Crees que voy a responder a la pregunta que se hace toda Inglaterra así de fácil? Tendrás que ganártelo.

-No tengo que ganar nada, no pienso hacer nada -sentenció la castaña sentándose porque no aguantaba más tumbada.

Mientras murmuraba de nuevo hechizos para secar su ropa y calentarlas a ambas, Bellatrix se incorporó también. La miró como si hubiese tenido una idea. Contempló el paisaje nevado a su alrededor y luego a la chica:

-Grita ahora -le ordenó la morena.

-¿Cómo?

-Estamos solas, nadie te verá y te sentirás mejor. Así vas cogiendo el hábito para cuando vuelvas a sentirte a punto de estallar. Mejor aquí que en medio de un baile con los alumnos y Mamacgonagall -se burló la bruja.

"Yo... No, no puedo hacer eso" murmuró la chica azorada. Por muy bien que sonara lo de volverse loca un rato y disfrutar de la sensación de libertad, le daba mucha vergüenza. Se la daba estando sola, con que mucho más con la mortífaga a su lado. Bellatrix volvió a insistir y ella se negó.

Mientras dure la nieblaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora