Capítulo 38

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Cuando decidieron que era hora de marcharse, cogieron sus abrigos y salieron del bar. El frío de principios de febrero las recibió y la realidad golpeó con fuerza a Hermione. Estaban borrachas, muy borrachas, en un barrio de las afueras que apenas conocía.

-Dios mío, dios mío... -empezó a agobiarse- ¡No podemos volver así! Literalmente: estamos demasiado bebidas, con tanto alcohol en sangre la magia se ve afectada y el riesgo de despartición es enorme. ¡Ni siquiera soy capaz de crear la imagen de Hogwarts con la nitidez necesaria para aparecernos!

-Pues yo menos aún –comentó la duelista divertida.

-¡No te rías! ¡Esto es serio! –exclamó horrorizada- ¡¿Ahora qué hacemos?! ¡Este barrio es peligroso a estas horas! ¡No podemos llamar a nadie, no...!

-Eh, eh, deja de alucinar, me das dolor de cabeza –la frenó la bruja-. Tengo un plan.

-Tus planes suelen ser mucho peor que no tenerlos.

La bruja le pasó un brazo por los hombros (sospechó que más para apoyarse que por reconfortarla) y eso la calmó un poco. Estaba acostumbrada a que sus amigos dejaran que ella se encargara de todo. Así que permitió que por una vez, otra persona se ocupara de los planes. La morena la miró y preguntó:

-Si fueras muggle y tuvieras que llegar al centro, ¿cómo lo harías?

-En bus o metro, pero a estas horas...

-¿Y si tuvieras una novia que está tremenda y no va a degradarse usando eso que llamáis "transporte público"?

-Pediría un taxi –respondió con sequedad.

-Muy bien, espera aquí -murmuró la morena.

Antes de que pudiera protestar, Bellatrix había vuelto a entrar al bar. Hermione se abrochó bien el abrigo intentando mantener a raya su ansiedad. Aunque era agradable que alguien le solucionara los entuertos, no se fiaba de las ideas de la mortífaga.

Al poco salió sonriente y murmuró que Jacob le había dicho que en dos minutos. Supuso que Jacob era el camarero y que les había pedido un taxi; porque la morena, perdida en su mundo, no aclaró nada. La gryffindor ni se molestó en preguntar para qué quería ir al centro. Un minuto después Bellatrix sacudió la cabeza y murmuró: "Vamos a liarnos que me aburro". Sin darle tiempo a reaccionar, la abrazó por el cuello y juntó sus labios con los suyos. Hermione amaba esa sensación, así que no tuvo quejas. De momento tenía que reconocer que el plan era bueno. No supo cuánto tiempo transcurrió, pero al rato un claxon sonó tras ellas. Se giraron y se subieron al taxi.

-Llévenos al centro, ya le diré dónde parar –indicó la mortífaga.

Imaginó que la bruja nunca habría ido en coche, o como mucho un par de veces en sus locos años con Sirius. Aún así le dio igual: a las dos calles se había dormido con el agradable traqueteo del vehículo. Hermione iba a despertarla para echarle la bronca (por lo que fuese, era su deber hacerlo), pero se la veía tan a gusto que la dejó sestear. Cuando llegaron al centro le tocó el hombro con suavidad y al instante la mortífaga se despertó sobresaltada sacando su varita. Hermione supuso que ese comportamiento era otra de las secuelas de Azkaban. La morena miró por la ventanilla escrutando el paisaje entre la niebla. Dejó pasar un par de calles y finalmente le indicó al conductor:

-Aquí perfecto.

El hombre paró el motor y Hermione le pagó. La chica decidió que la próxima cita la tendrían en el mundo mágico para que pagase Bellatrix. Le estaba saliendo caro mantenerla. Aunque si finalmente conseguía que le retiraran la demanda, estaría de sobras compensado. O eso pensó hasta que bajó del taxi y vio cuál era el plan. La slytherin la agarró del brazo y echó a andar hacia un hotel.

Mientras dure la nieblaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora