L-CORP

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Eran ya altas horas de la noche. Casi nadie quedaba ya en el edificio. Pero Sam aún seguía trabajando en su despacho. Sus ojos estaban rojos, no solo de tener la mirada fija en la pantalla del ordenador durante horas, también había estado llorando no hacía mucho.

– Todavía estás aquí –sonó la preocupada voz de Lena.

Sam alzó la mirada y vio a la que era su jefa y su mejor amiga en el umbral.

– Sólo estoy adelantando algo de trabajo.

Lena se adentró en el despacho y se sentó en una de las sillas que había frente al escritorio.

– ¿Qué pasa con Ruby?

– Sé ha quedado a dormir en casa de una amiga. Casi tuve que obligarla, a penas sale de casa si no es para ir al colegio. Lo está pasando muy mal.

– Y tú también, por lo qué veo.

Los ojos de Sam empezaron a humedecerse.

– La semana qué viene empieza el Consejo de Guerra. Podrían caerle diez años.

– Eso no es justo. La cárcel es para gente cómo mi madre o mi hermano. Alex no se merece lo qué le están haciendo. Si antes no me gustaban los políticos, ahora menos.

Sam se esforzaba por no llorar, pero no podía evitar qué algunas lágrimas le cayeran por las mejillas, poniendo más triste a Lena, qué le apenaba ver a su amiga en esa situación. Sam y Ruby habían estado siempre solas y Sam se había hecho a la idea de que iba a ser así siempre hasta que Alex entró en sus vidas y se convirtieron en una familia.

– Si, al menos, pudiéramos verla –continuó Sam –. Pero, está en una prisión militar y no nos dejan visitarla. A Ruby esto la está destrozando. Sé la llevaron detenida delante de ella, por Dios.

– Lo sé, yo estaba allí ¿Recuerdas?

Tanto Lena como Sam recordaron ese fatídico día, cuando las previsiones de Alex se hicieron realidad. Ella y Sara regresaban de aquella pequeña misión en París. Sam y Ruby fueron a esperarlas al aeropuerto y Lena y Kara las acompañaron. Ruby se puso muy contenta cuando vio a Alex aparecer por la puerta de desembarque acompañada de Sara y corrió a abrazarse a ella.

Pero, la niña no pudo llegar hasta ella, ya que dos tipos vestidos con traje negro y gafas de sol se colocaron entre las dos.

– ¿Alexandra Danvers? –preguntó uno de los tipos. Alex asintió y el tipo sacó una placa –. Servicio Secreto. Debe acompañarnos. Órdenes del presidente.

– ¿Qué está ocurriendo aquí? –preguntó Sam muy disgustada cuando llegó hasta donde estaban –. Ella ya hizo una declaración ante la comisión de investigación y la dejaron irse sin ninguma medida cautelar. Su salida del país ha sido completamente legal.

– Tranquila, Sam –le dijo Alex tratando de aparentar tranquilidad; aunque, sin mucho éxito –. Es lo que ya hablamos ¿Recuerdas?

Los ojos de Sam se abrieron mucho al comprender lo que sucedía.

– ¿Qué está ocurriendo, mamá? –le preguntó Ruby muy preocupada con lágrimas en los ojos –. ¿Por qué detienen a Alex? Ella no ha hecho nada.

Sam se abrazó con fuerza a Ruby.

– No te preocupes, cariño. Luego te lo explicaré.

– Dile la verdad, por favor –le dijo Alex –. Le juré qué no tendría secretos con ella.

El agente del Servicio Secreto se guardó la placa y le hizo un gesto con la cabeza a su compañero, el cual sacó unas esposas y se las colocó a Alex. Sam quiso evitar que Ruby mirara, pero la niña giró la cabeza en ese momento y aquello la horrorizó. Sara, furiosa, quiso intervenir, pero Alex le hizo un gesto con la cabeza para que desistiera.

HIJA ROJA (Supercorp)Where stories live. Discover now