L-Corp

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En su despacho, Lena leía aténtamente los documentos que Alex le había entregado. Ya los había leído poco después de lo sucedido en Nanda Parbat pero, por aquel entonces, no tenía una pista clara sobre quién la quería muerta.

Unos golpes en el marco de su puerta, la cual estaba abierta, la sacaron de su letargo. Alzó la mirada y sus cejas se arquearon mucho cuando vio en el umbral a la persona con quién más temía encontrarse

– Hola, Lena ¿Puedo pasar? –dijo Kara tímidamente. Lena asintió y Kara entró en el despacho, colocándose frente al escritorio. En sus manos portaba un ramo de plumerias, las cuales le ofreció –. Son para ti.

– Muy bonitas. Cómo la que había en mi ático –dijo Lena aceptándolas y colocándolas en un jarrón. Luego se volvió hacia ella –. No hacía falta que vinieras a darme la bienvenida. Mañana tenía pensado pasar por CatCo –dijo con voz de CEO.

Kara respiró hondo antes de empezar a hablar.

– Vamos, Lena. Sabes perfectamente por qué he venido –sus ojos empezaron a humedecerse –. Llevo seis meses queriendo decirte lo mucho que lo siento. No debí decirte esas cosas tan horribles.

Los ojos de Lena también se humedecieron.

– El problema no es lo qué me dijiste. Llevo años escuchando cosas peores sobre mí a causa de mi familia. El problema es que las escuché de boca de la persona a quién más quiero y en quién más confiaba. Eso es lo qué más daño me hizo. Tú nunca me habías juzgado por mi apellido. Ni siquiera el día qué nos conocimos, cuando viniste a este mismo despacho en compañía de tu primo. Pude verlo en tus ojos.

Kara bajó la mirada avergonzada. No sé atrevía a levantarla. Sentía en todo momento los ojos verdes de Lena llenos de rencor clavados en ella y eso le dolía mucho. Sin embargo, Lena empezó a rebajar el tono.

– Aunque, sé que yo también tengo mi parte de culpa –continuó –. Actué a tus espaldas y trabajé con un material peligroso para ti y para los de tu raza. Tampoco obré bien marchándome sin avisar y dejándote en la estacada. Por ello, aunque no puedo perdonarte, tampoco quiero qué cargues con todo el peso de la culpa.

Kara, finalmente, reunió las fuerzas para levantar la vista y mirarla con ojos llenos de lágrimas.

– No, tú no has hecho nada malo –a Lena le sorprendió esta reacción, aunque no hizo ningún gesto –. Mi reacción cuando supe lo del Harun-El vino motivada por las palabras de mi madre, cuando nos habló de lo peligroso que era y que se alegraba de que no quedara más en la Tierra –hizo una pequeña pausa para sentarse en una de las sillas que había frente al escritorio –. Después de qué te fueras, me marché unos días a Argo.

Lena asintió.

– Tu hermana me lo contó. También me dijo que algo té pasó allí.

Kara también asintió.

– Un día descubrí que estaban experimentando con el Harun-El –Lena arqueó las cejas –. Aunque, eso no es lo peor. Lo peor fue cuando se lo dije a mi madre y ella me dijo que lo sabía. Los científicos de Argo siempre han querido explorar las posibilidades de ese mineral, pero no lo habían hecho hasta ahora al ser un material escaso y necesario para su supervivencia. Pero, con la fórmula que les diste, ahora pueden producirlo ellos mismos. A mí madre le sigue pareciendo igual de peligroso, pero votó a favor de que se realizaran los experimentos y, por increíble que parezca, me dio unas razones parecidas a las que tu me diste.

A Lena le sorprendió aquello, pero no mucho. Como científica que era, sabía muy bien como pensaba la gente de ciencia, aunque fueran de otro planeta. Nadie iba a dejar pasar la oportunidad de aprovechar un material con propiedades tan revolucionarias como ese.

HIJA ROJA (Supercorp)Where stories live. Discover now