HIJA ROJA (Supercorp)

MOSCÚ

Sídorov se encontraba en el despacho que hasta hacía unos meses había pertenecido al presidente de Rusia. El lugar había sufrido algunos cambios. La bandera tricolor de la Federación Rusa había sido reemplazada por la bandera roja de la URSS y dos enormes retratos de Lenin y Stalin presidían la sala.

Sentado en su escritorio, el ahora líder de la Nueva Unión Soviética se recostó en el despacho de su sillón cruzando los dedos mientras miraba fíjamente al oficial que tenía delante de él con rostro de preocupación.

– ¿Cuándo ha regresado? –preguntó.

El oficial se encogió de hombros.

– No lo sé con exactitud. Pero es ella. Mis informadores en América me lo han asegurado.

– Así qué, después de seis meses sin dar señales de vida, Lena Luthor ha vuelto a National City.

– Tenemos que matarla. No podemos arriesgarnos a que entorpezca ahora nuestro plan.

Sídorov negó con la cabeza.

– Después de lo que ocurrió con la Liga de las Sombras, será difícil. Además, tenemos al resto del mundo con la vista puesta en nosotros. Me está costando una barbaridad evitar que sus servicios de inteligencia metan las narices tras nuestras fronteras. Mientras crean que nuestro plan consiste solo en reconstruir la URSS, se tomarán las cosas con prudencia. Pero, si descubren que nuestro plan es la conquista de todo el mundo, la III Guerra Mundial comenzará antes de lo que esperábamos.

– ¿Por qué no enviamos a la Hija Roja? La eliminaría en cuestión de segundos.

Sídorov volvió a negar con la cabeza.

– Nos arriesgamos a que Supergirl se tope con ella. Entonces, el mundo sabría de su existencia. No, dejemos a nuestra arma en Uzbekistán, qué es donde más la necesitamos ahora. Hay otras formas de acabar con Supergirl. Cómo hacer que los americanos se vuelvan contra ella –abrió un cajón del escritorio y sacó el pendrive que el oriental le entregó al hombre pálido en París –. Va siendo hora de utilizar el regalo que nos entregó la Liga de las Sombras.