Capítulo 2

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Mientras caminaba por la ciudad, entre los edificios altos, bajos y medianos y las pocas casas que quedaban por allí, iba sacando fotos con mi celular, al cielo, los edificios, hasta a un banco

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Mientras caminaba por la ciudad, entre los edificios altos, bajos y medianos y las pocas casas que quedaban por allí, iba sacando fotos con mi celular, al cielo, los edificios, hasta a un banco. De vez en cuando me gustaba tomar fotos solo por qué sí, no era algo que hacía muy seguido pero era entretenido.

El viento frío del comienzo del invierno pegándome en la cara me hizo cuestionar si debía haberme puesto una chaqueta o no. Sin embargo, no iba a volver por lo que solo me abracé a mí misma aguantándomela y maniobrando para sostener el celular para las fotografías.

Así iba entre captura y captura hasta llegar a la tienda donde siempre compraba y todos los vendedores me conocían. Entré con mi usual sonrisa y me acerqué a saludar a quien estaba detrás del mostrador, era el hijo de los dueños del lugar. Tenía dos años más que yo, pero su actitud era más de un chico de quince años, en cuanto me vio esbozó una gran sonrisa.

—Ya estaba pensando que cambiaste de tienda.

—Hola Nathan —lo saludé—. Esta vez las provisiones me duraron más de lo esperado.

—Me di cuenta, espérame aquí, tengo algo en el almacén para ti —declaró yéndose y dejando completamente sola la caja registradora.

Ese chico era algo confiado.

Al volver, él tenía una bolsa en manos, me la entregó y yo la acepté. La miré un segundo algo extrañada y luego posé mis ojos sobre él arrugando el entrecejo.

—Tenía que deshacerme de esto y sé que tú lo apreciarás más que otra persona, pero ábrelo en tu casa, ahora ve a hacer tus compras. —Respondió ante mi confusión.

—Lo haré, gracias Nathan, saludo a tus padres.

—Se lo haré llegar.

Le sonreí y fui a buscar las cosas de siempre. Para los almuerzos y cenas, meriendas, frutas, cosas de limpieza e higiene, etc. Lo básico. Ni bien terminé, me acerqué de vuelta al mostrador, pagué todo y me fui. En una mano llevaba las bolsas de las compras, en la otra tenía la que me había dado Nathan que aún no sabía que era.

En mitad del camino una de las malditas bolsas de las compras decide romperse, desparramando todas las frutas en el suelo.

—Mierda —maldije apoyando las demás cosas en el suelo y agachándome a agarrar lo que se había caído.

Al cabo de unos segundos, algo inesperado pasó. Ocurrió tan rápido que no me dio tiempo a reaccionar. Alguien vestido todo de negro y con un buzo con capucha, que no me dejaba ver su rostro, robó la bolsa que me había dado Nathan y se echó a correr.

—Eh —grité, pero ya estaba lejos

Allí se había ido mi intriga con la bolsa.

Suspiré de manera exagerada, terminé de levantar la mercancía poniéndolas como podía en las otras bolsas. Nadie se había acercado a ayudarme, nadie había parecido preocuparse, lo que me hizo enojar.

Miré a mi alrededor en busca de personas, estaba lleno de gente, pero todos parecían ocupados en sus mundos. Resoplé y seguí mi camino al edificio. Cuando entre, cerré la puerta y casi suelto una maldición que se iba a escuchar por todo el establecimiento al recordar que el ascensor no estaba funcionando.

Ese día había comenzado bien, tiempo pasado.

A regañadientes subí las escaleras, con las compras pesadas en mis brazos. En un momento me cansé y tuve que frenar para tomar aire. Falta de estado físico a la vista. Volví a agarrar todo y seguí subiendo hasta llegar al que era mi piso, abrí la puerta de mi apartamento y me detuve al sentir unos ojos sobre mí.

Me di vuelta, pero no había nadie allí así que me encogí de hombros y pasé, empujando la puerta con mi pierna ya que mis manos estaban ocupadas.

Dejé mis pertenencias en el sillón y me dirigí a mi cuarto tirándome dramáticamente en la cama. Me quedé mirando el techo decorado con unas estrellitas que brillaban en la oscuridad como tenía en mi cuarto cuando era pequeña. Sonreí ante ese recuerdo, me senté y comencé a ver a mi alrededor para ver si encontraba algo con lo que pudiese entretenerme, pero algo me frenó antes de que pudiera siquiera saber qué hacer. La luz del lugar se cortó.

¿Algo más iba a pasar ese día?

Preferí no reclamarlo en voz alta porque yo era capaz de invocar un huracán al decir ese tipo de cosas.

Con cuidado de no chocarme con nada, cosa que no logré, me acerqué al balcón. La luz del sol por encima me indicaba que ya era mediodía y quería almorzar ya que no había desayunado y mi estómago estaba reclamando. Solo había un problema, mi horno era eléctrico. Comencé a pensar que quizá me había olvidado de pagar la boleta, así que decidí volver a salir para ver si era la única sin luz.

Al salir, pude notar que la luz del pasillo estaba apagada por más que los rayos de sol que entraban iluminaran el lugar a través de la ventana. Estaba por ir a tocar la puerta de mi cariñosa vecina, cuando al acercarme escuché ruidos provenientes de adentro de su departamento. Me paré en seco al darme cuenta que eran gemidos de placer. Mis mejillas se tiñeron de rosado al instante por invadir la privacidad de Bianca.

—Es relajante leer con ese sonido de fondo —habló alguien detrás mío haciendo que me sobresaltara.

Era una voz que no había escuchado antes, era gruesa y muy varonil. En cuanto me giré pude ver que en la escalera, donde daba bien la luz de la ventana, estaba sentado el chico que me había cruzado en las escaleras.

Sostenía un libro y su mirada no se apartaba de él así que me permití detallarlo aún más que antes. Sus ojos no eran grises como había visto antes sino de un celeste tornando a grisáceo que no había visto nunca en nadie. Estos irradiaban frialdad pura, en realidad, todo en él lo hacía; además de seguridad, arrogancia y un aura oscura que podía atraer a algunos y repeler a otros. Sinceramente, yo me consideraba de las que no se sentían atraídas por ese tipo de presencias.

Él levantó la mirada y me dio una sonrisa torcida. Entonces mi expresión se puso dura.

—Así que tú eres el chico de abajo que no tiene modales como para saludar a su nueva vecina- mi voz salió algo dura, pero a él pareció no afectarle, sino que divertirle. Mi postura amable volvió, controlándome—. Soy Madeline, por cierto.

—Matthew —dijo volviendo su vista al libro sin ninguna importancia.

Ese chico empezaba a generarme algo que pocas personas lograban.

—Tú tampoco tienes luz al parecer.

—No, por eso leo aquí, en la escalera del piso doce no hay ventana, no me gusta leer en el balcón, y en el once no parezco ser bienvenido.

¿Por qué será?

Él no parecía muy comunicativo y odiaba ser la única que seguía una conversación así que volví a mi apartamento sin saber que acababa de empezar algo sin vuelta en mi vida.

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Nota de autora: Holaa, gracias si llegaron hasta acá. Si les gustó no olviden de votar, comentar y compartir
Los quiero❤

Insane✔ [Dementia #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora