Capítulo 4

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El nuevo vecino se encontraba allí esperando a que abriera mientras el lugar era un desorden y yo era el desorden en persona, me hice una coleta con un elástico que estaba allí tirado, me puse los lentes, levanté los platos y me acomodé la ropa un...

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El nuevo vecino se encontraba allí esperando a que abriera mientras el lugar era un desorden y yo era el desorden en persona, me hice una coleta con un elástico que estaba allí tirado, me puse los lentes, levanté los platos y me acomodé la ropa un poco, todo a la velocidad de la luz. No me importaba que la gente me viera como era, pero tal vez no me gustaba que me vieran exactamente como me levantaba. Luego de esa corrida pensé que Matthew se habría ido, sin embargo, ahí seguía. Tomé el picaporte y abrí.

—Hola —le dije sonriendo de manera afable.

—Hola —su rostro no mostraba ninguna expresión, tampoco su voz.

¿Qué rayos pasaba con este chico?

Él parecía estar examinándome cosa que me puso algo incomoda, nadie solía verme de esa manera. Aclaré mi garganta para llamar su atención y volvió su mirada a mis ojos.

—Me enviaron a preguntar si algún vecino tenía azúcar, con la mudanza no tuvimos tiempo para hacer las compras.

Una sonrisa ladina apareció en su rostro cosa que no entendía, ¿qué le había hecho sonreír?

—Sí, tengo, pasa —indiqué hundiendo disimuladamente mis cejas.

No sabía por qué lo había dejado pasar exactamente ya que era un extraño, no obstante, ya estaba dentro y no podía hacer nada.

Matthew observaba todo, inspeccionándolo, lo que pareció llamarle más la atención fue la biblioteca llena de libros, el silencio me incomodaba mientras buscaba el azúcar así que decidí cortarlo.

—Así que tienes un hermano —largué sin saber bien que decir.

—Sí —tajó con indiferencia—. Tienes una biblioteca muy variada.

Agradecía que él siguiera la conversación por mí. Cuando encontré el azúcar me di vuelta y le respondí:

—Me gusta leer de todo un poco.

Él me miró y asintió con la cabeza sin  emitir palabra.

Puse lo que tenía en manos en un frasquito y se lo di al recién llegado, lo agarró y me dio una sonrisa de boca cerrada para luego dirigirse a la salida.

—Gracias —exclamó cerrando la puerta y dejándome allí sola sin entender bien que acababa de pasar, estaba por moverme, pero la puerta se volvió a abrir-. ¿Madeline?

Escuchar mi nombre en su voz ronca hizo que me recorriera un escalofrío.

— ¿Sí?

—Escuchar conversaciones ajenas no es de muy buena educación —dijo eso y me quedé paralizada mirándolo con mis mejillas encendidas mientras él volvía a cerrar la puerta esa vez si para irse.

La trabé con llave y me recosté en ella, él sabía que había escuchado su conversación, ¿cómo? No tenía idea. Quizá tenía un sexto sentido que le ampliaba la audición con la que escuchaba cualquier mínimo sonido, cosa que no creía, pero había que ser abierto a cualquier opción. Inmediatamente mi cabeza se relajó y me di cuenta que yo se lo había dicho ¿cómo me habría enterado de que tenía un hermano si no hubiese escuchado la conversación a escondidas? En ese instante quería que la tierra me tragase por no pensar antes de hablar.

Me separé de la puerta y fui a agarrar mi taza de café que por obvias razones ya estaba fría y la recalenté para terminar de desayunar, cepillarme los dientes, cambiarme e irme a mi lugar especial de los sábados. Mientras salía de mi apartamento sonreí al pensar en estar allí de nuevo ya que no lo visitaba hacía tiempo por...problemas. Me parecía que ya era tiempo de volver, sobretodo porque el lunes empezaba la universidad y no quería pensar en eso, solo quería relajarme.

El viaje fue lo menos relajante, a pesar de mi intento de opacar el sonido proveniente de las calles con mis auriculares y la música lo más alto posible, se seguían escuchando los bocinazos, los gritos, algún que otro choque menor que provocaba aún más gritos y más. El chófer parecía bastante tranquilo por más transito que hubiese o tantas maldiciones que le dijesen.

— ¿Cómo hace para mantenerse tan calmado?

—Simplemente hago caso omiso a todo y hago mi trabajo pensando que es por mi familia.

Eso era tierno, aunque, de igual manera yo hubiese perdido la paciencia hacía tiempo.

—Ya casi llegamos, ¿cierto? Reconozco la vista.

—Unos quince minutos.

Me recosté en el asiento tratando de imaginarme la tranquilidad del lugar a donde estaba por llegar y por un momento me relajé hasta que alguien tocó una bocina y mis nervios volvieron a ponerse de punta, bajé la ventanilla y vi que quien estaba tocando bocina era a nosotros.

Así que mi educación se fue bastante lejos y le grité a quien conducía que dejara de tocar de una manera  violenta sacándole el dedo del medio y volví a entrar la cabeza. El chófer del taxi parecía divertido, yo me encogí de hombros.

—Cuando colman mi paciencia esto es lo que pasa.

Él rió y, cuando el semáforo estuvo otra vez en verde, avanzó.

Quince, veinte minutos más tarde habíamos llegado, le pagué y bajé del auto saludando y agradeciendo. Caminé por donde siempre, un camino largo de tierra que llegaba al muelle de un lago, allí estaba Bella la lancha que utilizaba con mi...algo apretó mi pecho, pero sonreí para evitar un sollozo, con esa lancha llegábamos al lugar donde estaba por ir. Me subí, arranqué, solté mi cabello y dejé que el viento lo tirara para atrás, una nostalgia y una sensación de felicidad me invadieron al mismo tiempo mientras recorría el lago en la lancha.

Llegué al muelle de la isla y me dirigí a la única casa que había allí. Sonreí al verla, aunque estuviera algo descuidada, entré y prendí la luz, el olor a humedad y el polvo que voló hizo que tosiera ¿cuánto tiempo había pasado de la última vez que había ido? Antes íbamos todos los sábados y nos quedábamos a dormir hasta el domingo para volver a casa, sin embargo, no sabía si estaba el lugar en condiciones para dormir allí. Así que antes de tirarme en el césped y admirar el paisaje me puse a ordenar y limpiar.

Me fijé si un viejo tocadiscos que estaba allí aún funcionaba y era así, puse un vinilo con canciones de los ochenta y cantaba mientras bailaba y ordenaba, como si estuviese en un vídeo clip de esos años, hasta que un ruido en el cobertizo me hizo asustar. Levanté la escoba como si pudiera defenderme con eso, inmediatamente me di cuenta lo inútil que esa acción había sido y subí a revisar.

Al entrar vi que algo se movía, pero al acercarse a la luz pude ver que solo era un gato negro.

—Ey pequeño, ¿cómo has llegado aquí? —el gato se me acercó ronroneando y lo acaricié, en ese momento sentí una bonita conexión así que lo tomé en brazos y decidí quedármelo.

Le di algo de comer y tomar mientras yo terminaba de ordenar y así pasé la tarde, luego cuando estaba anocheciendo me senté afuera con la nueva compañía de Thomas y esperé a que la luna y la estrellas se alzaran sobre mí para recostarme y observarlas, no podía dejar de sonreír mientras le hablaba al gato como si a este le interesan las constelaciones e historias absurdas.

Comí algo, me duché y me fui a dormir, en cuanto mi cabeza tocó la almohada caí profundamente dormida con el gatito entre mis piernas.

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Nota de Autora: Si llegaron hasta acá, gracias y no se olviden de comentar, votar y compartí si es que les gusto. Sino quieren perderse las actualizaciones los invitó a guardar la historia en sus bibliotecas. 

Los quiero❤

Insane✔ [Dementia #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora