Capítulo 22

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Bajaron de los caballos en un lugar que ambos conocían muy bien, él tomó su mano y comenzaron a descender despacio, Christopher cuidaba el lugar donde ella pisaba evitando que resbalara o cayera, guió su camino hasta que llegaron al mismo sitio donde el primer beso entre ambos había ocurrido.

Contemplaron el atardecer y el hermoso espectáculo natural de cientos de golondrinas volando por los aires, él la refugiaba en sus brazos y de vez en cuando le robaba uno que otro beso a su novia.

Roberta: me encanta estar contigo- dijo jugueteando con los dedos de su novio- me gusta tu compañía... me encanta cómo eres conmigo... me gusta estar así, contigo...- Christopher la miró completamente anonadado.

Christopher: a mí más...- suspiró- ¿te puedo confesar algo?- ella asintió y él se aclaró la garganta- yo nunca había sentido esto por nadie...- la miró a los ojos con una enorme ternura- y sencillamente me encanta lo que estoy sintiendo- Roberta sonrió.

Roberta: a mí también- susurró sin dejar de mirar sus ojos.

Él se acercó a ella lentamente comenzando a saborear el delicioso sabor de sus labios, ella correspondía sus besos y sus caricias hasta que sin darse cuenta ambos comenzaron a recostarse sobre el césped, Christopher apoyaba su peso sobre su brazo derecho evitando caer sobre ella por completo, mientras acariciaba se mejilla son su mano izquierda.

De un momento a otro él dejó de besarla y Roberta abrió los ojos para encontrarse con un rostro completamente preocupado.

Roberta: ¿Qué pasa?- preguntó confundida.

Él suspiró y se incorporó sin poder mirarla, pasó las manos por su cabello y se aclaró la garganta; ella se incorporó preocupada y lo abrazó por la espalda acariciando sus brazos, de alguna manera se sintió aliviada al no sentir que él rechazaba su abrazo.

Roberta: ¿estás bien?- besó su hombro y él se giró para ahora si mirar sus ojos, relamió sus labios nervioso y se puso de pie buscando su billetera en el bolsillo trasero de su pantalón, tomó algo del interior de ésta y se sentó de nuevo junto a ella.

Christopher: cuando estábamos en la ciudad... había un chico buscando a su hermana, ella... se llama Dulce - lo miró aún sin entender y él comenzó a juguetear con una pequeña tarjeta que tenía en sus manos.

Roberta: no entiendo... ¿Qué tiene que ver eso ahora?- él mordisqueó sus labios y bajó la mirada.

Christopher: nos mostró una fotografía...- dijo nervioso- tú estabas en ella.

Roberta: ¿qué?... ¿estás seguro?- él asintió y ella sintió que la sangre abandonaba su cuerpo, de un momento a otro sintió que el piso bajo sus pies se desboronaba y comenzó a temblar levemente de una manera casi imperceptible; los recuerdos de aquella oscuridad vinieron a su mente, el dolor que sentía en todo el cuerpo y el aterrador silencio de la noche, hasta que a lo lejos comenzó a escuchar su voz, la voz que le suplicaba que no se rindiera, que cada vez faltaba menos. Esa voz le dio la tranquilidad necesaria para cerrar los ojos y dejar todo en sus manos.

Christopher: ¿Roberta?...- ella levantó la mirada y lo observó fijamente con los ojos húmedos- él me entregó esto- dijo poniendo la tarjeta en sus manos, con los datos boca abajo- si decides buscarlo o no... es tu decisión y... yo apoyare cualquier cosa que elijas.

Ella miró la tarjeta en blanco, incapaz de darle la vuelta. Después levantó la mirada para encontrarse con él, estaba angustiado y eso era obvio, nunca lo había visto así y eso la desarmó, él siempre fue su refugio, su zona de seguridad y ahora al verlo de ésta manera no quiso hacer otra cosa más que protegerlo, suspiró y dejó la tarjeta en el bolsillo de su pantalón.

No podía dejarlo, no quería enfrentarse a algo desconocido, quería seguir siendo Roberta, su Roberta. No conocía la vida de Dulce, pero seguramente no era tan buena como la vida que tenía ahora.

Roberta: elijo esto...- tomó su mano- elijo la hacienda, a Maite, a Carmen... elijo esta vida... y te elijo a ti- pequeñas lágrimas comenzaron a caer por sus mejilla, él sonrió feliz y atrapó aquellas lágrimas antes de que cruzaran su rostro.

Tomó sus mejillas y la besó de nuevo, un beso ahora dulce combinado con el salado sabor de sus lágrimas.

Pequeñas gotas interrumpieron su beso y segundos después el estruendoso sonido de un relámpago los hizo separarse por completo. En poco tiempo la lluvia comenzó y ambos subieron casi corriendo hasta el sitio donde estaban los caballos.

El joven caballo de Roberta estaba tan asustado que se movía muy inquieto y prácticamente saltó cuando ella intentó tomar las riendas.

Christopher: ve en Titán...- le dijo ayudándola a subir en su confiable caballo. El hombre trató de subir al caballo, pero estaba tan nervioso que se sobresalto en el momento en que él apoyo el pie en el estribo provocando que estuviera a punto de caer al piso.

Roberta: ten cuidado...- dijo preocupada.

Él logró calmar al caballo y subió de un salto emprendiendo el camino de regreso, un par de minutos después la intensidad de la lluvia era mayor, tanto que era casi imposible ver el camino por el que iban.

Christopher conocía bien el camino a su hacienda, pero no quería arriesgar a Roberta y al caballo que se inquietaba con cada estruendo, para colmo la noche comenzaba a caer haciendo aún más difícil la situación.

Christopher: no hay tiempo de volver a la hacienda- dijo elevando la voz debido a la tormenta.

Roberta: ¿Qué vamos a hacer?

Él miró a todos lados disimulando su preocupación, no quería que ella lo notara y se asustara aún más, buscaba algún refugio hasta que la solución pasó por su cabeza.

Christopher: hay una cabaña cerca... podemos pasar la noche ahí- ella asintió asustada- no te alejes de mí.

Comenzaron el camino hacia la cabaña que era más bien una pequeña casa de no más de diez metros cuadrados donde guardaban algunas herramientas que utilizaban para reparar el cercado.

Llegaron al lugar y él acercó a Titán lo más que pudo a la puerta para después ayudarla a bajar.

Christopher: entra a la casa, iré a guardar a los caballos.

Roberta: no, te espero...- dijo no tanto por miedo a entrar sino por la desmedida necesidad que tenía de no perderlo de vista.

De un momento a otro él se perdió en la neblina y ella trató de buscarlo forzando su vista, de pronto un estruendo muy fuerte se escuchó y el relinchar de un caballo, lo que provocó que su nerviosismos aumentaba cada vez más.

Roberta: ¡Christopher!- ella lo llamó, pero no obtuvo respuesta.

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