18. La cena

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Cuando tú llegaste

Capítulo 18: La cena

—Alexa Villareal—

Me miro en el espejo y estoy bastante bronceada, pero igual me sigo viendo linda. Voy a cenar con mis papás y Santiago, haré mi mayor esfuerzo por no salir diciéndole sus verdades a mis papás. Si acepté fue porque me dio dolor ver a Santiago llorar por no tener a sus papás, que en cierta manera, él tiene razón, debe ser muy difícil pasar por todo lo que pasó el cuando era un niño.

Me paseo por toda la habitación en ropa interior, no sé qué decir ponerme si voy a estar aquí mismo en la casa. «me pondré lo que sea». Tiro toda la ropa que me traje y veo una pijama que se ve bastante cómoda, me la coloco y recojo mi cabello en un moño. Santiago está bastante concentrado en su móvil, tomo una almohada y se la tiro con toda mi fuerza, haciendo que se caiga al suelo. Suelto una carcajada, es muy chistoso ver cómo se iba cayendo. No puedo parar de reír y siento que me duele la barriga, pero es inevitable dejar de reír. Se levanta y me abraza haciéndome caer para hacerme cosquillas mientras mi risa aumenta.

—¡Santiago, no!—digo entre risas—. ¡Déjame, por favor!

—Amor, me hiciste caer—muerde mi oreja—. Eres muy mala, Alexa.

—No hagas eso—sonrío—. Me excita que lo hagas.

—Que pervertida

—Siempre. —Me levanto—. Vayamos a comer.

Santiago me mira detenidamente y coloca un mechón de cabello detrás de mi oreja, deja suavemente sus manos en mi cuello y me lleva hacia él, cierro mis ojos y me dejo llevar de sus labios que han tocados los míos. No sé cómo puede excitarme tanto su manera de besar. Le doy paso a su lengua en mi boca y choca con la mía, me pega más a su cuerpo y desliza su mano lentamente por mi cabello hasta mi espalda. Está a punto de meter sus manos en mi short de pijama, cuando tocan la puerta haciéndonos separar de golpe.

—Chicos, ya pueden bajar a cenar—la irritable voz de mi madre se escucha del otro lado de la puerta.

—¡Joder madre! ¡Cómo vienes dañar el momento, Santiago estaba a punto de hacerme llegar a mis mejores orgasmo!

La cara de Santiago cambia de color, ya sé que exageré un poco, pero si ella no hubiese llegado ya estuviéramos en lo mejor.

—¡Ni siquiera te estaba tocando!—responde de la misma forma—. ¡Te hubiera escuchado gemir si así fuera!.  Vengan rápido.

Suelto una carcajada por lo que me responde mi madre, esa era la mujer que extrañaba.

—Lo tiene muy chiquito, mamá, por eso no me escuchaste gritar—suelto una risita—. Ya vamos a salir.

No escucho más la voz de mamá y supongo se habrá ido. Santiago está rojo, al parecer tiene pena por lo que acaba de pasar, pero sé que no se puede esconder. Soy igual a mamá, aunque ella haya cambiado por papá, y por lo que digan de ella. Santiago me mira sin decir nada así que supongo no le gustó lo que dije

—¿Qué me ves?—Pregunto dignamente.

—Le acabas de decir a tu mamá que lo tengo chiquito, va a pensar que no te hago ni cosquillas, pero lo peor es que sabe que no eres virgen.

«Claro, ya salió el dramático».

—Por favor, Santiago, mamá piensa que yo no soy virgen hace tiempo, por algunas cosas que hice, o mejor dicho, por lo que hice antes de salir de mi anterior escuela. Y no lo tienes chiquito, cálmate.

—¿Qué hiciste?—Se acerca—. Algo bien malo habrás hecho para que tu mamá piense eso.

—Seduje a un profesor que me tenía ganas.

—Alexa, no sabía que te gustaban los señores.

—Ni siquiera es un señor, solo es unos años mayor que yo. Vamos a cenar, o mamá es capaz de regresar por nosotros.

Salimos de la habitación y llegamos donde están mis padres sentamos en la mesa, comiéndose a besos y eso sí es extraño ellos, nunca se demuestran que se quieren, pero bueno, veremos por qué están de hipócritas. Nos sentamos y empezamos a comer en silencio. «milagro que mis papás no tienen sus móviles». Todo está muy tranquilo, sé me quieren decir algo, pero temen de mi reacción.

—¿Y cómo está su relación?—Papá es el primero en hablar—. ¿Hace cuánto andan?

Miro a Santiago para que él responda, porque sé que está nervioso.

—Muy bien, en realidad llevamos muy poco.

—Pensé que se conocían de antes, por la confianza que se tienen. Me gusta que estés con mi hija, ahora sí sonríe, antes no lo hacía—claro, mamá no podía faltar.

—No tenía por qué estar sonriendo, ¿o sí mamá? Porque que yo recuerde no he tenido alegrías con ustedes—Santiago aprieta mi mano para que me relaje—. No los he tenido a mi lado desde que empecé a crecer, siempre están en el trabajo.

Mis papás me miran y los ojos de papá se aguan, no podía quedarme con nada o cuando explote será peor.

—De eso queríamos hablar, hija—papá me mira—. Ya nos dimos cuenta que necesitas más de nosotros, que te dejamos mucho tiempo sola, y agradecemos que Santiago esté contigo, pero es tiempo que nosotros también tomemos nuestro papel de padres. Por eso hemos decidido que tu mamá no trabaje más.

—Así es, hija, ya no estaré más lejos de ti por mi trabajo, tu papá se hará cargo de todas nuestras empresas—mamá se levanta y toma mis manos con las suyas—. Perdón por dejarte sola todo este tiempo.

—Les he escuchado decir eso miles de veces—mi voz sale casi en un susurro—. Me cuesta confiar en ustedes, mamá.

—Dale la oportunidad, ¿sí?, Si ellos quieren cambiar es por ti, te quieren y se han dado cuenta el encanto de chica que tienen como hija—Santiago me sonríe.

Lo dudo por unos segundos hasta que abrazo a mamá y luego papá se nos une. Necesitaba este abrazo hace tanto tiempo, por mucho que sea una chica rebelde también necesito de ellos, necesito que me quieran. Siento que las lágrimas van a salir, pero las evito a toda costa, tampoco es para que me vean llorando. Nos separamos y mis papás tienen una bonita sonrisa al mirarme, volteo a ver a Santiago y le guiño el ojo, en cierta parte él también me ha ayudado con todo lo que me dice, aunque parezca que  no le preste atención.

—Les daré la última oportunidad, pero me vuelven a fallar y esta vez sí me voy de la casa, no sería feliz estando con dos personas que me llenan de mentiras—suspiro—. Les digo desde ya que no cambiaré, así que están a tiempo de echarse para atrás.

—Ya sabemos cómo eres Alexa y, créeme que me recuerdas mucho a tu madre cuando tenía esa edad—papá me sonríe.

—¡Oye, tampoco! Alexa ha hecho cosas que yo ni siquiera hacía a esa edad—mamá suelta una risita—. Mi hija salió con la mentalidad mucho más avanzada, y peor aún, cuando se enoja quiere matar a todo el mundo .

—Es cierto—añade Santiago—. Hasta yo he llevado del bulto cuando tiene rabia.

—Santiago, tampoco exageres. Bueno sí, pero tú te lo buscas.

Pasamos muchas horas hablando y riendo sobre cualquier cosa. Había olvidado lo bien que se puede sentir estar con tus papás y que ellos te digan que te quieren, ahora comprendo más a Santiago y me doy cuenta que no tener a nuestros padres vivos es lo peor que nos puede pasar, aunque a veces nos hagan enojar. En especial yo, que me enciendo enseguida sin poder evitarlo, me enfada mucho que no hagan lo que yo digo o lo que quiero.

El sueño se hace presente, así que me voy a dormir junto con Santiago, no tengo ganas de hacer algo que no sea  dormir, estoy muerta de cansancio. Mis ojos se comienzan a cerrar hasta que caigo en un sueño profundo.

—Ashley Lancaster—

Cuando tú llegaste. © #1 [✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora