Cuando tú llegaste
Capítulo 32: Prometida
—Santiago Rojas—
Nunca sabremos si nuestra pareja quiere estar siempre con nosotros, si no nos arriesgamos a preguntarle. Tengo meses pensando en decirle Alexa que si quiere estar conmigo, solo de palabra, porque quiero que nos casemos después de haber terminado nuestras carreras. En menos de dos meses será el baile de primera, o mas bien, el baile de graduación, y no puede ser que el tiempo haya pasado tan rápido, y que no veré a Alexa todos los dias. Ella se irá a estudiar a New York, en la Universidad de Columbia, mientras yo iré a una de Argentina, con los chicos.
Me duele pensar que no podré darle un beso cada vez que quiera, pero es donde veremos si nuestro amor es tan fuerte que aguantará esta prueba, porque los dos sabíamos desde que empezó este juego que se convirtió en amor, que algún día nos tendríamos que separar para alcanzar nuestros sueños, y así poder tener una vida juntos.
Me levanto cuidado para no despertarla y me voy al baño donde lavo mis dientes y me baño. Me he quedado muchas veces aquí que ya tengo hasta un cepillo dental y ropa. Salgo del baño y ahí está mi chica rebelde, que aún sigue dormida. La miro y está en ropa interior, algo típico de mi Alexa, aparto la vista porque verla así no me ayuda mucho, la deseo cada día más, sin importar que ayer estuvimos juntos. Es algo así como una adicción por su cuerpo.
Me visto de rapidez antes que mi cuerpo siga reaccionando. Me acerco y le doy un beso en la frente, pero no despierta, miro para el balcón y el cielo se ve bonito, incluso, está haciendo brisa. Me siento en uno de los sillones que ahí hay, y centro mi mirada en un libro que hay en la mesita. Lo tomo, es el que tenía Alexa leyendo.
Escucho el agua caer y supongo es Alexa quien se metió a bañar. Pasa más de media hora cuando siento un beso en mi mejilla, levanto la mirada y ahí está ella tan hermosa como siempre. Lleva un top blanco que deja ver su abdomen, con un short semiajustado del mismo color y su cabello en un moño alto. Se sienta a mi lado sin dejar verme.
—¿Acaso estoy tan guapo que no dejas de verme?—bromeo sin quitar la sonrisa de mis labios.
—La verdad es que sí, eres tan guapo que no puedo despegar mi mirada de ti.
Me acerco hasta poder besarla. Movemos nuestros labios de manera lenta, la pego a mi cuerpo y Alexa reacciona con un gruñido, sus labios son tan suaves que me he hecho adicto a ellos. Cada vez siento que necesito de sus besos. Paso mi mano desde su cabello hasta su espalda, sin despegarme de sus labios, Alexa se levanta un poco para quedar sobre mí. Muerde mi labio inferior con fuerza y yo hago lo mismo hasta que nos separamos.
—Te amo, Alexa—paseo mi nariz por su mejilla—. Te amo y me duele que en menos de dos meses no te veré todos los días.
No evito que mis ojos se llenen de lágrimas, aunque Alexa me diga que soy un sentimental. Se levanta hasta quedar sentada de nuevo, y yo hago lo mismo dejando que mis lágrimas salgan. Pero pasa algo muy extraño, y es que los ojos de Alexa se cristalizan y nunca la había visto a punto de llorar.
—Santi, no te pongas sentimental, todavía falta tiempo para eso—trata de sonreír y su voz se entrecorta—. Estar lejos no quiere decir que lo nuestro se acabe.
—Tengo miedo que te canses de mí—susurro con la mirada en el piso—. Tengo miedo que consigas a alguien mejor que yo.
—Amor, nunca me cansaré de ti, así que no digas eso. Nadie ocupará tu lugar—me hace mirarla—. Te amo y nadie lo cambiará.
—¿Quién eres y qué hiciste con mi chica?—bromeo al escuchar que me ha llamado amor.
—No la invoques, por allí anda—limpia sus lagrimas—. Odio ser sentimental, pero creo que ya te estoy extrañando.
—Necesito decirte algo, no sé si afectará nuestra relación, pero tengo que decirlo ahora o moriré—suspiro intentando calmarme—. ¿Aceptarías ser mi prometida? Nos casaríamos después de terminar nuestras carreras. Sé que no es fácil la decisión, y no tienes que responder ahora, pero…
—Sí quiero. —Me abraza de golpe—. Claro que seré tu prometida.
—¡Oh, Dios!, pensé que dirías que no—suelto el aire acumulado en mis pulmones.
—Solo no le diremos a nadie, por ahora—se acerca y seca mis lágrimas—. Ya no llores, Santi, que no me gusta verte mal, ¿Vale?
—Está bien. En menos de una semana me has llamado Santi como dos veces y me has dicho amor, y tengo que aceptar que suena de lo mejor cuando lo dices.
—¡Amor! ¡Amor! ¡Amor!—Repite cerca de mis labios—. Eso eres para mí.
—Y tú la chica rebelde que me robó el corazón en medio de muchas discusiones—ambos reímos.
—Vayamos a despertar a Sebastián y a Naileth—sonríe con picardía—. Hay que dañarles el mañanero.
—Eso no se hace, pero acepto—nos levantamos—. ¿Irás con ese top?
—Sebastián me ha visto en ropa interior, así que no tendrá una erección por verme vestida con esto—se señala el top—. Él no es como tú que ya tienes una.
—Ha vuelto mi chica. Vayamos a dañarles el mañanero, como tú dices.
Salimos de su habitación y no hay necesidad de caminar más, porque los chicos están en la habitación de enfrente. Intento tocar, pero Alexa me lo impide, colocamos el oído pegado a la puerta y no se escucha nada.
—Deben de estar durmiendo—le digo en voz baja—. Necesariamente no tienen que estar haciéndolo.
—Sí lo están haciendo, idiota, solo que en silencio. ¿Quieres ver?
No me da tiempo de responder cuando escuchamos desde la habitación cómo suena la cama contra la pared, y se empezaron a escuchar jadeos bastante fuertes. Alexa tiene razón: ellos lo están haciendo.
—No seguiré escuchando los gemidos de mi prima, es asqueroso—hago mala cara.
—Entremos. —Suelta una risita.
—Estás loca, no pensarás hac…
Empuja la puerta antes que yo termine de hablar, y ahí está mi prima debajo de Sebastián, con una cara de placer enorme. Ninguno de los dos se detiene al vernos entrar. Yo me giro para no verlos.
—¿Quieres algo, Alexa?—pregunta Sebastián con voz ronca.
—Sí, que le des más duro, no escuchábamos, por eso entramos.
—Es…esa es mi amiga—escucho la voz de Naileth—. Ahora déjennos terminar esto.
Tomo a Alexa del brazo y salimos a toda prisa, yo muerto de la vergüenza y ella muerta de la risa se tira en su cama sin dejar de reírse. «Dios, mi chica no es normal». La confianza que tiene Alexa con Sebastián es demasiado, pero creo que es normal, ellos llevan años siendo amigos y si nunca decidieron andar ya no pasará, porque sé que ella me quiere a mí y eso no cambiará, lo pude ver en sus ojos cuando vi cómo salieron sus lagrimas.
—Ashley Lancaster—
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Cuando tú llegaste. © #1 [✔️]
Roman pour AdolescentsDos personas opuestas, pueden resultar siendo almas gemelas. Una chica con cara de angel, y corazón de piedra, es la debilidad de cualquier chico. ¿Pero qué pasará cuando para Santiago sea una chica más? Alexia es hermosa, pero no hay nada más traic...