31. El tiempo está corriendo

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Cuando tú llegaste

Capítulo 31: El tiempo está corriendo

—Alexa Villarreal—

Siento mi cabello moverse por la brisa, Santiago me tiene tomada de la cintura, sin dejar de ver mis ojos. Puedo ver en su mirada el amor que siente por mí, siempre fui una chica que pensaba que el amor no tenía cabida en mi vida, que simplemente veía a los chicos como unos completos idiotas, o como los seres más imbéciles, pero justamente por mi manera tan abrupta de ser, llegué a una escuela que no tenía nada que ver conmigo, o con mis costumbres. Pero conocí al chico que con solo mirarme a los ojos hace que mi corazón se acelere, que mi respiración sea lenta, que mi piel se erice y que deseé tenerlo conmigo siempre.

Jamás pasó por mi cabeza ser novia de un chico sin dinero, o amiga de chicos que no tienen la misma posición social que yo, y hoy puedo decir que es lo mejor que me ha podido pasar, y que solo estaba atada a prejuicios estúpidos.

Acostumbraba a mirar a los demás por encima de mi hombro, por el hecho de tener padres con dinero, pero me fui dando cuenta con el paso de los meses que todos somos iguales, sin importar de dónde viene nuestra familia. Soy una chica rebelde, me gusta ir a fiestas, pero siento que ya lo material no me hace feliz como yo pensaba, solo tengo que mirar a mi alrededor para ver a mis amigos, quienes no me han dejado sola, a pesar de mi forma de ser, o tratar a las personas. O mirar a Santiago para saber que ahora soy feliz, desde que llego a mi vida me hizo ver que los chicos también lloran, y que se enamoran sin importar cómo seamos o de dónde vengamos.

Estamos todos sentados en la orilla de la playa, mientras se escucha la música por todos lados. No hemos dejado de reír, ni de tomar, creo que hay más alcohol que sangre en nuestras venas. No se puede negar que la estamos pasando muy bien, se puede decir que Sthen es muy divertido, aparte, que se lleva de maravilla con todos, incluso, con Santiago que me hizo una escena de celos antes de conocerlo.

—Juguemos algo, chicos—todos volteamos mirar a Sthen—. ¿Han jugado cinco minutos en el paraíso? ¿Les miedo?

—Nunca lo hemos jugado, y no es por miedo, si no por falta de oportunidad—hablo al mirar a mis amigos callados.

—Interesante, debemos jugarlo—murmura Katia—. Lo he jugado, y debo aceptar que es una maravilla.

—Les recuerdo que estamos en la playa, y que hay mucha gente viéndonos—comenta Sebastián—. No podemos jugarlo aquí.

—Pero sí en mi camerino, es muy grande y podemos hacer lo que sea—Sthen sonríe—. ¿Vamos?

—Yo quiero jugar—Santiago me mira—. Nosotros jugaremos.

—Esto se pondrá muy bueno—Cristian suelta una risita.

—No se hable más, vayamos a jugar—termina por decir Maicol.

Nos levantamos y caminamos hasta el camerino de Sthen, y es cierto, es muy grande, incluso, se comparte en dos. De un lado es un pequeño cuarto y del otro hay algunos sillones y así. Nos sentamos nuevamente en una ronda y colocamos una botella en el centro.

—Seguro todos saben las reglas, pero las diré. Ya saben que con cualquiera que nos toque debemos ir a cualquier lugar, y en esos cinco minutos nos pueden hacer lo que sea. Solo chicas con chicos, no se vale chicas con chicas—explica Naileth.

Maicol se inclina un poco y gira la botella, todos mirábamos hasta que la botella queda señalando a Sebastián y a mí. Ambos nos levantamos y caminamos hasta el pequeño cuarto. En realidad no es nada del otro mundo, ya nos hemos besado antes. Lo miro con una sonrisa y él se coloca frente a mí.

Cuando tú llegaste. © #1 [✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora