8. Lo mismo digo yo

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Cuando tú llegaste

Capítulo 8: Lo mismo digo yo

—Alexia Villarreal—

Aunque me parezca una idea descabellada tengo que aceptar que estar con Santiago y no discutir se siente bien, pero me gusta mucho más cuando estamos de discusión. Desde el beso que nos dimos no logro sacarlo de mi cabeza, el chico sabe lo que hace falta, creo que sus besos son capaces de hacerte mojar las bragas.

Como si nada de eso es poco, se quita toda la ropa enfrente de mí, quedando en bóxer y yo no dudo ni un segundo en mirarlo descaradamente, a pesar de a verme sonrojado, que es algo extraño en mí, porque solo lo ha logrado él. Lo veo nadar en el río con una tranquilidad enorme y me dan ganas de meterme, pero no creo que eso sea buena idea.

—¡Alexa, ven! no seas tan miedosa!—me grita desde la orilla.

—¡Te dije que no me voy a meter!—le respondo en el mismo tono de voz.

—Ok, no me queda de otra, teníamos una apuesta y no la estás cumplido.

Lo veo salir del agua en dirección mía e intento correr, pero ya es muy tarde, Santiago me lleva en su hombro y aunque pataleo él es mucho más fuerte que yo.

—¡Santiago, no!—le suplico—. ¡Por favor, no me quiero meter!

—Yo quiero que te metas al agua, tal vez se te quita lo antipática que eres.

—¡Te odio, Santiago!

Me lleva hasta al agua y me deja caer haciéndome mojar por completo, mis ganas de querer matarlos se hacen presente. Me le tiro encima y le doy algunos golpes, él me toma de las muñecas impidiéndolo, pegándome a su cuerpo y haciendo que sienta como mi piel se eriza con su contacto. Me suelta poco a poco y coloca un mechón de cabello detrás de mi oreja. Esto es…¿ridículo?

—Te dije que no podías discutirme en nada—me susurra—. Pero eres tan rebelde, Alexa.

¡Joder!, no sé si soy yo o qué onda, pero la voz le sale al doble de sexy.

—Sabes que nunca hago caso en nada. Ya déjame salir, el agua está fría.

—Chica rebelde, ¡he!. Acepto que me caes mal, pero mis ganas de besarte no se van.

—¿Y por qué no lo haces?

—¿Segura? no quiero una cachetada como ayer.

Esta vez no tengo necesidad de ponerme en puntillas, Santiago me tiene casi a su altura, coloco mis manos en su cuello y me adueño de sus labios que se mueven junto con los míos y no puedo negarme que este chico besa muy bien. Muerde mi labio con cuidado y un pequeño gemido se escapa de mis labios, nos separamos y dejamos nuestras frentes juntas. Qué estoy haciendo, ¡Por Dios!. Esta no soy yo.

—Ya me puedes bajar—es la única bobada que se me ocurre—. Estás mejorando.

Suelta una carcajada que hasta ahora no lo había hecho estando conmigo.

—En serio que tú no tienes corazón, siempre dices las cosas como quieres.

—Solo soy honesta, es una de mis cualidades. Ya bájame.

—¿Y perderme la oportunidad de tenerte pegada a mí y con tus mejillas rojas? pues no.

Pongo mis ojos en blancos, pero Santiago parece no molestarle. Se sumerge en el agua conmigo y yo me relajo, me baño junto con él sin importarme que me he metido con un conjunto nuevo y mis zapatos. Nos bañamos entre risas y besos, que a pesar de ser raro Santiago no deja de besarme y yo no digo nada. Sí me siento bien con él, pero esto solo es por hoy, apenas se acabe el día seguiremos siendo los mismos.

Cuando tú llegaste. © #1 [✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora