31. Un castigo demasiado peculiar.

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—No tengo la menor idea de que es lo que está pasando con usted, señorita Espinoza

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—No tengo la menor idea de que es lo que está pasando con usted, señorita Espinoza. —espetó el director.

La guerra de comida, una de las más geniales en toda mi vida, había sido calmada solamente cuando el director se hizo presente en la cafetería, pero no había logrado salir del todo ileso. Su perfecto terno se hallaba con una mancha fucsia del helado que algunos chicos habían recibido como postre. Inmediatamente, las miradas acusadoras se habían dirigido hacia nosotros cuando el director cuestionó acerca de los responsables. Ginny y Charlie habían logrado salvarse, al igual que Anahí, ya que prácticamente Alfonso y yo fuimos los que de en serio comenzaron la guerra, así que ambos nos encontrábamos en la oficina del director.

Contrario a cualquier suposición, no me arrepentía ni siquiera por tener comida en el cabello. Me había divertido tanto, pero a diferencia de Alfonso, me obligué a ocultar la perfecta sonrisa en el rostro para no molestar más al director.

—Esto fue completamente inaceptable. —prosiguió el director. —Y sí que va a ver consecuencias por sus actos.

—Oh vamos viejo. —comentó Alfonso suelto y alegre. —No nos vas a castigar por algo que todos hicieron.

El director se giró con una cara de demonio hacia mi novio, yo aguanté una risa.

—¡Silencio Herrera! ¡Ustedes dos comenzaron la pelea y sabe dios con que viles motivos!

Claramente el tipo estaba sufriendo algún ataque de nervios ¿viles motivos? acaso creía que la guerra de comida había sido un atentado nazi.

—Usted Herrera no es la primera vez que viene a parar acá por alboroto... igual usted Espinoza. Y yo que pensé que era una buena alumna... en fin.

Tomó un respiro para sentarse en su escritorio y mirarnos fijamente a nosotros dos.

—Hoy van a limpiar toda la cafetería. Absolutamente TODA.

Casi me caigo de espaldas cuando escuché eso.

—¿Qué! —inquirí.

—¡Estará bien... ! —Alfonso soltó rabioso.

El director levantó las cejas en gesto de advertencia y nos indicó con la mano que nos fuéramos de su oficina. Cuando salimos yo seguía recontra crispada por aquella noticia de limpiar la cafetería cuando nosotros solamente nos habíamos defendido de las viles manos de Anahí.

—Esto es increíble. —le dije a Alfonso. —Todo gracias a esa maldita estúpida.

Él me miró divertido, por lo visto cada vez que yo hacía una rabieta le causaba gracia. Pasó su brazo sobre mis hombros, ambos embarradas de comida.

—No te preocupes. —me tranquilizó. —Te prometo que nos la pagará.

Le dediqué una sonrisa, por un momento se me había olvidado que Alfonso llegaba a ser realmente peligroso.

—Pero eso no levantaba el castigo. Vamos a tener que limpiar la cafetería.

—No vamos a tener que hacerlo, otros pueden hacerlo por nosotros mientras que... bueno... tenemos las ultimas horas libres ¿no?

Diciendo eso se paró para acercarme a su cuerpo, envolviendo mi cintura con sus brazos. Bajó el volumen de su voz convirtiendo en un susurro.

—Y hay demasiadas cosas que no hemos hecho en tiempo y podemos hacer en estas ultimas horas.

—¿Cosas cómo...? —pregunté juguetonamente.

—Cosas como hicimos en los cambiadores de natación.

Inmediatamente mis mejillas se incendiaron rojas. Alfonso hablaba de sexo. Era cierto que no lo habíamos tenido en tiempo, bueno exactamente casi una semana, ya que yo me había pasado concentrada en mi guerra con Anahí y las veces que los dos nos reuníamos en privado nos limitábamos a darnos besos, abrazarnos y hablar de diferentes cosas. Sonaba extraño pensar que alguien como Alfonso disfrutara tanto leer libros como yo lo hacía. Pero sexo... había tenido sexo con Alfonso sin haber sido novios y ahora que lo éramos ya no tenía demasiadas ganas, ¿como era eso?

—O… —dijo él sonriente al ver la expresión de mi rostro. —Podemos hacer otra cosa.

—Haces demasiados planes pero no me has dicho quienes supuestamente van a limpiar la cafetería por nosotros. Eso suena imposible.

—Ya lo verás. —plantó un beso corto en mis labios. —Anda al lavado y bueno, límpiate.

—¿Esa es una indirecta? —me hice la ofendida.

—No se supone que las relaciones se basan en la honestidad. —Alfonso dijo divertido.

Entrecerré los ojos. —Púdrete Herrera.

—Por ti. —contestó. —Encantado.

Tomamos rumbos diferentes ya que él tenía razón al decirme que necesitaba limpiarme. Cuando llegué a los lavabos me logré limpiar exitosamente ya que mi cabello parecía haber sido el afectado por la malteada de Anahí al igual que mi chaqueta, pero mi blusa seguía estando intacta. Al terminar salí otra vez fuera en busca de Alfonso, Ginny y los demás que habían regresado a clases mientras que nosotros supuestamente habíamos adquirido permiso para poder cumplir nuestro castigo. Alfonso apareció justo en la puerta de la cafetería limpio también, pero detrás de él se encontraban tres personas de limpieza con los utensilios en mano.

—¿Qué es esto? —le pregunté a Alfonso.

—Nuestro héroes. —contestó y se giró hacia ellos. —Espero que esto quede entre nosotros, ¿no es así señores?

Los tres hombres asintieron sonrientes y ahí fue cuando pude comprenderlo. Alfonso sacó de uno de sus bolsillos una buena cantidad de dinero que les entregó.

—Nosotros nos encargamos señor. —contestó uno de los hombres al tener el dinero entre sus manos.

—Gracias.

No tuve oportunidad de reclamar o poder decir nada ya que Alfonso me cogió de la mano lo suficientemente fuerte como para evitar soltarme sin hacerme daño. Al llegar casi al final del pasillo nos paramos en una de las esquinas, el esbozó una amplia sonrisa dando a entender que se esperaba una felicitación sobre su medio de solución.

—¿De donde sacaste ese dinero? —pregunté desconfiada.

—Ahorros.

—Sí claro. —rodé los ojos. —Aunque no crees que el director vaya a aparecerse para ver si cumplimos nuestro castigo y los encuentra a ellos.

—El director no hace los paseos para cerciorarse de eso. No es la primera vez que me castigan con limpieza y pago para que otros lo hagan.

No pedí mas explicaciones. —¿Y cuales eran los planes que tenías en mente?

—Ya lo verás.

Caminamos juntos hasta salir fuera del edificio y dirigirnos hacia el gimnasio. Francamente ese era el ultimo lugar en el cual me esperaba llevar a cabo los planes pero inmediatamente quedé sorprendida cuando me topé con la sorpresa de que el gimnasio se encontraba vacío pero justo al centro se hallaba la muy buena imitación de lo que sería un picnic.

—¿Qué te parece? —pregunté sonriente como un niño pequeño.

—Ven acá. —lo atraje para plantarle un beso.

Caminamos hasta lograr sentarnos al lado de lo que sería nuestro verdadero almuerzo y empezamos a comer sin ninguna otra palabra. Aun me dejaba sorprendida lo tan diferente que era Alfonso, ese detalle que antes no había tenido conmigo ahora parecía haberse convertido en un mundo para mí y eso simplemente me fascinaba. Empezamos a conversar de diferentes cosas, como si fuera la primera vez que nos conociéramos y quisiéramos saber mucho uno del otro por más que habíamos hablado más veces de las mismas cosas que cualquier otra persona. Es como si cuando estuvieras con la persona que quieras, cada cosa, no importa cuantas veces la hayas visto o sentido, te parece completamente diferente y nueva.

Quizás podía obtener mi final feliz después de todo. Las cosas se habían arreglado prácticamente y Anahí era un poco menos que una hormiga en el camino.

—Alguna vez te imaginaste estar así. —dijo Alfonso sonriente.

—Francamente no. Pero, me alegro que fuera así...

Nos dimos un corto beso. Teníamos que irnos porque no faltaba demasiado para que el timbre de salida tocara y posiblemente algunos chicos del equipo de baloncesto vinieran a entrenar. Recogimos ambos de mala gana las cosas restantes y las guardamos en una mochila que Alfonso había traído para eso. Finalmente salimos del gimnasio para toparnos con la sorpresa de que algunos ya se encontraban vagando por el aparcamiento esperando a que el timbre sonara. Nos escabullimos, no queríamos correr el riesgo de que alguien nos delatara. Antes de poder llegar a la cafetería nos topamos con Charlie y Ginny.

—¿Donde estaban? —preguntó Charlie cuando nos vio llegar.

—Fuimos a la cafetería y no los encontramos, ¿terminaron rápido? —preguntó Ginny.

—Eh... sí. —Alfonso intervino antes de que yo pudiera decir algo. —Terminamos rápido y eficientemente.

—Entonces, ¿qué tal estuvo el castigo? —cuestionó divertido Charlie.

Se puede decir que fue un castigo peculiar. —respondí.

—Pues bueno, ahora que ya terminaron su castigo, Charlie y yo quisiéramos ir a comer un helado a la heladería cerca cruzando la calle. ¿vienen?

—Claro.

Charlie, para mi sorpresa, entrelazó una mano a la de Ginny, y esta le respondió. Una sonrisa amplia se formó en mi rostro, parece que ellos dos sí se estaban entendiendo demasiado bien, justo como debería haber sido. Alfonso me dedicó una sonrisa mientras imitaba el acto de Charlie y me tomaba de la mano.

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¡Me han cambiado a mi Alfonso!
😁😍

Bueno, de nuevo tarde pero aquí tienen capitulo nuevo.

El día de mañana les estaré dejando dos capítulos, uno como recompensa por no haber actualizado el viernes y el otro actualización normal. Ahora sí...

Gracias por leer...
🤗

DULCE & ALFONSO (TRENDY) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora