20. Labios de pecado.

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Ya me había despedido de Ginny y de Charlie, por mas que el ultimo había insistido en llevarme a casa yo me negué, quería un momento para pensar sobre todo lo ocurrido en ese día, pero sobre todo quería un momento a solas para poder pensar en Alfonso

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Ya me había despedido de Ginny y de Charlie, por mas que el ultimo había insistido en llevarme a casa yo me negué, quería un momento para pensar sobre todo lo ocurrido en ese día, pero sobre todo quería un momento a solas para poder pensar en Alfonso. Una parte necesitaba pensar en él. Quizás la forma en que me había mirado hoy en el almuerzo, cuando dijo eso tan horrible a Charlie, representaba que una parte de él, aunque fuera remota, también se sentía culpable. Agg, debía dejar de hacerme tantas ilusiones, era tan difícil aceptar que yo había sido solamente un juego para él, ¿por qué siempre pensé que yo sería la excepción? Que él haya sido mi primer hombre, y que me haya hecho suya de esa manera tan tierna y perfecta, ¿eso me haría diferente a las muchas chicas con la que seguramente había estado? a las muchas chicas a las que él había arrebatado su virginidad. Quise llorar, tenía ganas de llorar pero sería demasiado melodramático para el gusto, por lo que me contuve, al menos tenía que aparentar cierta fuerza conmigo misma.

Eliminando esas ideas de mi mente seguí caminando sin ni siquiera concentrarme en el resto de personas, probablemente cuando yo llegara a mi casa, mamá se encontraría fuera trabajando o sabe dios que haciendo, pero definitivamente no estaría en casa. Un tiempo de calidad conmigo misma podría ser darme un baño relajante, tomar un poco de chocolate caliente como si fuera navidad e incluso ponerme a ver Bob esponja en la televisión. Sonreí. Una tarde sin tener que pensar en Charlie, Alfonso o e incluso Ginny me haría realmente bien. Finalmente llegué a mi casa después de haber estado caminando varios minutos, mamá no estaba y no pude aguantar la tentación de cumplir lo que tenía en mente durante el camino.

Me deshice de mis ropas al igual que mi mochila, coloqué un poco de música ligera para luego meterme directamente a la bañera con agua tibia. Tuve un baño relajante, reparador... lavé cada rincón de mi cuerpo con una suave esponja a la vez que mi cabello. Estuve un largo tiempo dentro de la bañera pensando en las musarañas hasta que finalmente salí, o sino probablemente hubiera quedado como mi vecina, la señora Oldwie.

Sequé mi cuerpo con una de las toallas y con la otra me envolví, aún no tenía ganas de cambiarme ya que estaba sola por lo que me dirigí a la cocina a prepararme la supuesta taza de chocolate. Antes de que pudiera tan solo servirme en la taza, escuché como alguien tocaba la puerta de mi casa. Eso realmente me extrañó, nosotros no teníamos amigos ni vecinos que nos vinieran a visitar, la única persona de la cual podría tratarse era de mi mamá que como siempre, había olvidado llevar las llaves. Suspiré. No me molesté en ponerme algo encima ya que sería mi mamá y nuestro vecindario no era uno en la cual las personas pasaban por la calle todo el tiempo y que siempre se mantenían atentos a quienes abrían las puertas para quedarles observando.

Dejé la taza sobre la mesa, caminé envuelta en la toalla hasta la puerta hasta que finalmente la abrí y casi suelto un grito para caerme de espaldas cuando vi quien era mi visitante. No era mi mamá, definitivamente no era ella. Intenté cerrar la puerta pero antes de que pudiera mover tan solo uno de los dedos de mi mano, él ya se encontraba adentro de mi casa, me empujó a un lado para cerrar bruscamente la puerta. Yo seguía en estado de shock, sin saber que hacer, con un grito ahogado en mi garganta y un miedo a flor de piel.

—Alfonso. —musité débilmente. —¿Qué diablos haces acá?

Se veía de cierta manera desconcentrado, sus cabellos negros se hallaban revueltos y sus ojos verdes ardían con un fuego azabache descontrolado, me recorrió de pies a cabeza.

—Yo... —no pudo completar la oración.

Se lanzó sobre mí. Y estoy hablando literalmente, SE LANZÓ SOBRE MÍ. Caímos en el piso, hice fuerza para separarlo de mí pero el resistió por lo que rodamos en el piso hasta que finalmente él quedó arriba. Sus manos cogieron mis brazos para ponerlos a ambos lados de mi cabeza y luego pasó a besarme con una voracidad destructiva. Intenté soltarme de él de todas las formas posibles, pero esta vez sí me estaba defendiendo, no como las otras veces que una parte de mí quería que él me tocara, sino que esta vez yo no lo quería. No quería el acto de esa manera. No pensaba ser una segunda vuelta. Grité, patalee, incluso le plante un puñete cuando se descuidó de un brazo, en el pecho pero nada pareció detenerlo en lo absoluto; aunque él no había quitado la toalla de mi cuerpo, esta se había desvanecido fácilmente ante las fuerzas que imponíamos nosotros.

Ante la frustración de no poder defenderme comencé a llorar, pero no me detuve en lo absoluto, grité pidiendo auxilio pero estaba sola en mi casa y dudaba mucho que los vecinos pudieran escucharme gracias a la música que habia puesto a todo volumen. No lo quería, no quería que me hiciera el amor a la fuerza. La toalla se resbaló de mi cuerpo por lo que quedé desnuda, vi en sus ojos la lujuria y la sorpresa al darse cuenta que no sería más una presa fácil. Sus manos se posaron en mis piernas y las abrieron a la fuerza, recorría mi abdomen y mi pecho con tanta hambre que hasta yo misma estaba a punto de rendirme. Mi respiración al igual que mi fuerza de voluntad estaban comenzando a menguar. De repente una idea se me vino a la mente, un pensamiento que las muchas veces anteriores no había aparecido en lo absoluto, ¿sería la masoquista siempre? ¿siempre tendría acaso el papel de la drogada por amor? La que daba todo sin recibir nada a cambio. Quizás ese mismo pensamiento me hizo sacar fuerzas del interior de mi corazón, de un dolor que había estado dentro de mí desde hace mucho tiempo y lo empujé, lejos.

Cogí uno de los adornos de la sala, una estatua de madera que mamá había comprado hace tiempo.

—¡Lárgate! —exclamé llena de susto. —¡LARGATE DE AQUÍ!

Ahora la lujuria comenzó a desaparecer de sus ojos, la sorpresa de que yo ya no iba a caer rendida a sus pies.

—LARGATE O TE JURO POR LO MÁS SAGRADO QUE TE MATO. —ni la menor idea de porque dije eso pero lo dije con mucha seriedad. —¡Fuera!

Sus ojos dejaron de mirarme para fijarse en el suelo, unos minutos nos quedamos en silencio pero yo seguía sosteniendo aquel adorno dispuesta a usarlo si era necesario. No quería hacerle daño, porque le seguía queriendo, pero no iba a seguir interpretando el papel de masoquista todo el tiempo. Me miró por ultima vez, ahora sus ojos se mostraban fríos llenos de un odio inmenso ocultado, pero no hacia mí, sino hacia otra persona. Se acomodó la ropa y salió de mi casa tirando un portazo. Solté el adorno y me apoyé contra la fría pared, fui cayendo lentamente hecha un mar de lagrimas.

•••••

Hasta cuando Alfonso cambiará su actitud con Dulce...  😐
A veces sí me dan ganas de ahorcarlo!
🙄

Bueno... aquí les dejo el capítulo que hoy tocaba, son tan buena por dejarles dos. 🙈

Nos leemos más al rato... ¿?

DULCE & ALFONSO (TRENDY) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora