38. Epílogo.

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Mi vida era simplemente perfecta

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Mi vida era simplemente perfecta.

Hacía ya mas de tres años que vivía con Alfonso y hace dos que nos habíamos casado.

A pesar de mis protestas por que la boda no fuera demasiado costosa, lujosa o extravagante, la idea de Alfonso de entregar la tarjeta de crédito a mi madre y a Ginny fue el peor error de su vida, al menos para mí.

Pero nada, absolutamente nada, se comparó el vestido que ellas eligieron y compraron a mis espaldas. Eso sí, era la clase de vestido por la que buena parte de las chicas en el mundo matarían pero el cual probablemente nunca usaría. Al final me lo terminé poniendo y caminando enfrente de casi 100 personas cuyos ojos estaban fijos en la novia.

Claro que toparme con los hermosos ojos de mi príncipe azul lograron espantar cualquier idea no agradable de mi mente, tan solo para concentrarse fijamente en el hecho que estaba a punto de casarme con el amor de mi vida.

A partir de nuestro matrimonio, las cosas parecieron mejorar mucho: Alfonso se había adaptado magníficamente al negocio de la familia y sobre todo que mi relación con su padre, mi no tan agradable suegro, había mejorado cuando conseguí un trabajo por mi cuenta y resulté siendo una de las mejores administradoras dentro de la empresa que era nada más y nada menos que uno de sus más importante socios.

En pocas palabras, mi vida era perfecta. Y algo me decía que estaba a punto de volverse incluso más perfecta.

—Creo que voy a desmayarme. —la voz de Alfonso salió temblorosa, ida.

Nunca antes lo había visto tan pálido en toda el tiempo que lo habia conocido. No cabía la menor duda que iba a desmayarse, aguantándome las ganas de reír hice que se sentara. Se suponía que yo debía quedarme en estado de shock mientras que él trataba de calmarme, obviamente nuestra relación no era del todo normal.

De repente una punzada de angustia lleno mi pecho.

—¿No estás feliz? —pregunté dificultosamente.

Alfonso abrió los ojos sorprendido y una sonrisa amplia y divertida cruzó sus labios.

—Estoy feliz. —a pesar de su gesto su voz seguía siendo leve. —Solo que no sé como reaccionar.

Otra vez las ganas de reír me invadieron. Ginny ya me había predicho que a penas le dijera a Alfonso sobre el bebé, lo más probable sería que empezara a saltar como esquizofrénico o que se desmayara, claramente la segunda opción sucedería dentro de poco tiempo si no lograba sacar las emociones de mi marido.

—Dios tu cara, ¿estás seguro que estás bien?

—Sí. —soltó un suspiro y se paró del asiento, dio unos pasos hacia mí. —¡vamos a tener un bebé! —ahora si parecía ser el hombre más feliz de la tierra.

Me levantó del suelo mientras me daba vueltas, de estar a punto de desmayarse, había pasado al punto de tener una euforia casi incontenible.

Un bebé. Incluso yo había quedado sin habla cuando me hice el test de embarazo y visité al ginecólogo con Ginny y mi madre para poder confirmar nuestras sospechas. No había querido decirle nada a Alfonso, ya sea para no preocuparlo o ilusionarlo.

—¡Voy a ser papá! —llevó sus manos a la cabeza riendo sin parar. —¡Voy a ser papá! ¡Papá!

Empecé a reír con la misma fuerza que él. Los dos estábamos locos de la euforia.

—¡Un bebé! —mi grito salió casi ahogado pero lleno de alegría. —¡Un bebé!

Nuestros labios volvieron a encontrarse casi queriendo ahogar nuestra alegría. Algo, obviamente, imposible.

3 meses después...

—¿Le dijiste?!

No quería que mi voz saliera molesta pero no estaba del todo segura acerca de como reaccionar. Era obvio que debíamos decírselo de alguna manera, mi suegro iba a ser abuelo y debía saberlo, pero tenía en mente decirlo de una manera calmada, en familia.

Pero aún no había encontrado el momento de decírselo. Además no estaba del todo segura que mi suegro se mostrara alegre ante la noticia, especialmente después de haberme tachado en más de una ocasión como una caza fortunas. Había logrado ocultarle mi estado satisfactoriamente debido a que había pasado los últimos meses fuera del país en unos negocios.

Lamentablemente esa parte parecía no haber sido captada por Alfonso que no había aguantado las ansias de causarle un paro cardiaco a su padre y soltarle la noticia, de una manera brusca y casi eufórica, en pleno aeropuerto apenas llegando de su viaje de negocios.

—Tenia que enterarse tarde o temprano.

—¡Tarde o temprano mis calzones! —tomé un respiro tratando de calmarme. —¡Se supone que íbamos a decirle juntos! ¡De una manera t-r-a-n-q-u-i-l-a!

—Mi amor. —Alfonso se acercó a mí cogiéndome de mi ya no muy estrecha cintura. —Él iba a insistir venir a visitarnos y claramente tu estado ya no se puede ocultar... has subido varios kilitos estos últimos meses.

Le dirigí tremenda mirada que Alfonso quedó incluso más pálido que cuando le dije acerca del bebé.

—Pero el embarazo te sienta muy bien, mi amor. Eres la mujer más hermosa del mundo... ¡lo juro!

—¡Púdrete Herrera!

Me solté de su agarre y caminé lejos de él. En realidad no me debía haberme molestado mucho ese comentario pero bueno, mamá tenía razón que debías hablar muy cuidadosamente con una mujer embarazada.

Alfonso estaba a punto de decirme algo cuando el timbre del departamento sonó interrumpiéndonos. Le señalé con el dedo que él fuera, no pensaba moverme ya que estaba más que segura que le iba a tirar la puerta en la cara a quienquiera que hubiera venido sin traerme una pizza o mínimo, un Kentucky.

—¿Qué diablos?

La expresión de Alfonso hizo que devolviera mi mirada hacia la puerta. Varios hombres comenzaron a entrar trayendo la clase de cosas que solo encontrarías en una dimensión para bebés. Pañales, juguetes, adornos para el cuarto, una serie de ropa dentro de su empaque correspondiente, incluso tres hombres venían trayendo la cuna más elegante y seguramente más cara que iba a ver en mi vida.

Al final de todos ellos se encontraba el padre de Alfonso. Justo como lo recordaba traía su típico traje negro combinado con calzado italiano y una corbata que seguramente costaba más que todos mis vaqueros juntos.

—¿Qué se supone que estás haciendo? —Alfonso preguntó hacia su padre.

Él ignoró la pregunta de su hijo y dirigió su mirada hacia mí. Me miró de pies a cabeza con una ceja arqueada y brazos cruzados, con ese gesto se parecía más que nunca a su hijo.

—Vaya, por lo visto si es verdad que estás embarazada.

En otro momento me hubiera abstenido de responder pero gracias a mis hormonas de embarazada claramente no iba a soportar comentarios sarcásticos.

—Es más que claro. —respondí. —¿Y qué se supone que es esto?

—Para mi nieto. —contestó un poco sorprendido ante mi actitud. —Quiero que mi nieto o nieta tenga lo mejor, ¿ya has ido al doctor?

—Sí. Ya tengo mi doctor.

—¿Cual es el sexo del bebé?

—He preferido guardar eso en secreto. —contesté. —Para que sea un sorpresa.

—Bien, bueno. En ese caso tendremos que comprar ropa amarilla o verde... —se dirigió hacia uno de los hombres. —Quiero hacer un encargo a la tienda para ropa de bebé...

9 meses después

El llanto fue lo que me indicó que mi tarea había terminado.

—Es una niña. —la voz del doctor causó una sonrisa en mi rostro. —Una bella niña.

Pude notar la emoción de Alfonso gracias a que nuestras manos se encontraban entrelazadas. Solté una risa, feliz, de que por fin la personita que con tantas ansias habíamos esperado por fin había llegado con nosotros.

La enferma la trajo hacia nosotros y pude sostenerla entre mis brazos. Su calor hacía mi corazón saltar de alegría y aún me costaba asimilar que ella había venido de mí.

—Es hermosa. —Alfonso dijo casi llorando mientras que acariciaba a nuestra hija. —Tan hermosa.

Y no se equivocaba. Lo único que había heredado de mí era la forma de mis labios y el tono pálido de mi piel, pero luego era la misma imagen de su padre. Su cabeza estaba de pelusita negra y sus pequeños pero vivaces ojos eran de un color verde. Incluso, siendo tan pequeñita y sus gestos casi imperceptibles, podía jurar ver una ceja arqueada sarcásticamente igual que su padre y su abuelo.

—¿Como se llama? —la enfermera preguntó.

Alfonso y yo ahora nos encontrábamos llorando de alegría.

—Rosemarie. —contestó Alfonso mirando a nuestra hija de una manera extremadamente dulce. —Como mi madre.


FIN

••••••
Que rápido se me pasó el tiempo con esta historia, pues ahora sí hemos llegado al final.
Pero antes de darles la noticia buena, quisiera agradecerles a todas las que han estado aquí desde que comencé o más bien volví a reabrir mi cuenta.
¡Muchas gracias!
(Lo recalco, esta historia no es mía)

Bueno, esta historia llegó a su final, pero ¿que creen? Pronto estaré subiendo una historia nueva, de la cual ya tengo la autorización y el permiso de poder subir.

Estén atentas, pronto estaré dando noticias con la nueva historia.

No me despido ya que nos seguimos leyendo en Cenizas Quedan y muy pronto en otra historia.

¡Gracias!
♥️

DULCE & ALFONSO (TRENDY) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora