• Prólogo • Parte I

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-Dioooosss... Aún no me creo que el bendito de Julian Baltimore vaya a salir de fiesta, ¡y encima un domingo por la noche! -Cleo apreta la mandíbula para no chillar, sin reprimir su radiante sonrisa y su mirada de loca-. Próximamente estarás perreando cubata en mano y chillando "que mañana no hay clase".

Pongo los ojos en blanco. Los comentarios de mi amiga siempre están en la línea entre ofensivos y divertidos, aunque en una cosa tiene razón: es muy extraño que yo salga de fiesta; como que lo he hecho cinco veces (contadas) en mis dieciséis años de vida.

-Tampoco he dicho que vaya a hacer tanto el ridículo -aclaro tratando de no demostrar la vergüenza ajena que me da mi yo imaginario perreando en medio de la gente de mi curso-. Y obviamente no voy a beber. No quiero volverme un borracho, como otros.

-¡¿Perdona?! -Cleo finge escándalo, siempre dispuesta a llamar la atención y montar un show, sin importarle una mierda ganarse el sobrenombre de "desvergonzada"- Si hay alguien borracho en este curso no es otra que Allen "nogh estoooyyyy maaalgh" -y finge vomitar tal como cuentan que hizo Allen en la fiesta de cumpleaños de Chris.

Pensar en Chris me hace enrojecer al instante.

-Si no eres una borracha, ¿por qué te das por aludida? -replico antes de que ella se de cuenta de eso, porque aunque la quiero bastante sé que puede llegar a ser un tanto insensible con sus pullas y no estoy de humor.

-Eeeh... -ella se queda con la boca entreabierta y una cara de boba que tira para atrás durante unos segundos, como si estuviese cargando- Pero no hablemos de mí. ¿Tienes ropa que ponerte?

-Claro -la miro sorprendido, sin saber a qué se refiere-, la que llevo puesta -le aclaro señalando mi camisa a cuadros, mis vaqueros anchos y mis converse negras.

-No, no, no... -la sonrisita en su cara me asusta-. De ahí solo se salvan las converse, el resto va fuera.

-¿Y por qué tendría que hacerte caso? -pregunto escéptico- ¿Qué eres, mi madre?

-Tienes dieciséis años Julie -dice con tono serio -, no es tu madre la que tiene que elegirte la ropa, si no tu amiga OBVIAMENTE más experimentada.

La miro de arriba a abajo. Falta una hora para la fiesta y ha venido a hacerme compañía y a que la lleve en mi coche, porque es la única tonta de la quinta que reprobó la licencia de conducir, así que no puedo equivocarme al pensar que va a ir a la fiesta con eso: un top con lentejuelas doradas, unos vaqueros negros hiperceñidos, plataformas de un kilometro de altura aproximadamente, un eyeliner más ancho que su dedo y más purpurina en la cara que en una tarjeta de San Valentín. Reconozco que está preciosa, pero no es mi tipo de outfit ni por asomo.

-Ni de coña dejo que me elijas la ropa -sentencio rápidamente.

Pero debería haber sabido que no se puede luchar contra un huracán...

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Noto como si mi corazón estuviese en mood "correr una maratón" aunque simplemente estoy conduciendo hacia la fiesta.

Cleo está mascando chicle y cantando horrible las canciones de reggaeton que me ha obligado a poner a todo volumen en la radio. Envido su calma y su actitud desenfadada: por una vez admito que mi personalidad comedida y responsable puede llegar a ser un arma de doble filo, al menos en estas circunstancias.

Al final ha conseguido que me cambie de ropa por algo un poco menos "aburrido", aunque creo que puedo aceptarlo: unos vaqueros grises rotos y algo ceñidos, las converse y una camisa negra con dos botones desabrochados (hemos pasado media hora regateando la cantidad de botones sin pasar que iba a llevar hasta conseguir el acuerdo, pero creo que ha merecido la pena, ELLA QUERÍA QUE FUESE MEDIO DESNUDO POR TODOS LOS DIOSESS).

EL CLUB DE LAS GUAPAS [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora