• Capítulo XII • No saber

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He tenido un día muy gafe y algo me dice que va de mal en peor. Eld está cabreado conmigo y no sé por qué y además me están dando ganas de sacudirlo para que me diga quién era aquel chico, aunque eso no tenga sentido.

Mi curiosidad nunca ha sido tan fuerte.

—No puedo decirlo —dice Eld finalmente, tratando de sonar calmado.

—Pero... —empieza Lyn.

—La gracia de esto es que sea un secreto —la corta Eld— Nos mantiene protegidos, a todos.

—Ese es tu problema, Eld —por detrás de nosotros aparece Adán, alzando los brazos cual predicador— Siempre intentas proteger a los demás y hacer lo mejor para ellos cuando ni siquiera sabes que te va bien a ti.

—Desde luego tú no —murmura Eld— ¡Y que todo el mundo escuche mis conversaciones tampoco!

—Venimos por ella —la explicación de Liv, que señala a Lyn, hace que me de cuenta de su presencia— ¿Lo ves? —añade dirigiéndose a su hermano— Te dije que estaría aquí, tienes que fiarte más de mis contactos, hermanito.

—Tus contactos son unas quinceañeras salidas y cotillas, no sé qué esperas —replica Adán.

—La próxima vez no te ayudo —Liv se cruza de brazos.

Mientras tanto, su hermano no pierde el tiempo y se dirige hacia Lyn y Eld.

—No quiero verte por aquí —exige Eld, dirigiéndose a Adán.

—Por Dios, no todo gira siempre alrededor de ti —murmura él, alcanzando a Lyn y tendiéndole un teléfono móvil— Sé mi invitada para la fiesta que dará mi hermana. Es dentro de dos semanas, el sábado.

—¡¿No irás enserio?! —exclama Eld— ¡Que tienes diecinueve, bruto! ¡Y ella solo tiene trece!

—Tengo catorce —apunta la chica.

—¡Recién cumplidos! —Eld literalmente se lleva las manos a la cabeza.

—Para el amor no hay edad —replica Adán.

—Das asco —espeta Eld— Lyn, no se lo permitas. Es un manipulador y...

—¿Ah, y tú no? —suelta ella— Iré contigo a esa fiesta, Adán —añade dirigiéndose al chico en tono coqueto.

—Genial —él muestra una sonrisa irresistible que me dan ganas de reventar de un puñetazo, está tan claro que es falso...— Mi número ya está apuntado —señala el móvil— Espero poder vernos antes.

Liv se acerca a Eld con expresión compasiva:

—Puedes venir conmigo a la fiesta, así vigilas al salido de Adán —le sugiere amablemente.

—Liv, ahora no —responde Eld en tono cansado y derrotado— Esto no es una broma.

Ella se encoge de hombros y se aleja, y me doy cuenta de que todos los demás también se han ido y que allí solo quedamos Eld y yo.

—Lárgate anda —dice él— Que no quiero pagarlo contigo.

Sé que tendría que decir o hacer algo, como su amigo que soy, pero no me sale ninguna palabra y antes que cagarla aún más prefiero irme en paz.

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La cara que pongo al entrar por la puerta de mi casa debe ser un poema, porque mi madre me mira como si me hubiese contagiado de los treinta virus más mortales del mundo y estuviese mostrando todos los síntomas a la vez.

EL CLUB DE LAS GUAPAS [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora