• Capítulo IX • Money Money

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Trago saliva, consciente de que me van a llevar a la cárcel o, como mínimo, a multar.

Pero por lo menos lo hará el hombre más elegante que he visto nunca: vestido de esmoquin, con el cabello grisáceo peinado hacia atrás y cada pelo en su sitio, con su bastón e incluso su monóculo.

-Os voy a dar una oportunidad para explicaros -anuncia el señor Green, con un tono autoritario que no deja de ser extrañamente amable.

-Verás... -intento encontrar una explicación, alguna forma de exculir a Cleo de las culpas: al fin y al cabo la idea había sido mía.

-Fue por mi culpa -salta ella- Estoy colada por un chico que está en su Club y queríamos ir a verlo, porque cuando nos conocimos había bebido y no me acuerdo de su cara...

-Y pensábamos esperar fuera, pero soy un idiota y un mal amigo y la dejé tirada así que se me ocurrió entrar a buscarlo -añado, llevado por la lluvia de sinceridad.

-Esa historia es completamente inverosímil -dijo el hombre-, lo cual solo puede significar que es la verdad.

Sonrío al pensar que nos cree, pero luego me doy cuenta de que aún así no creo que vayamos a librarnos de la denuncia.

-Si aún fuese joven y tan fanático de los dramas como antes, me enteraría de cual de mis chicos es tu enamorado por ti, pero entonces te privaría de la suerte de encontrarlo por ti misma -reflexionó Damián en voz alta- Es una difícil decisión, igual que el castigo por allanar mi casa... Veamos, últimamente las ocas están aburridas e irascibles y el jardín necesita una buena limpieza...

Un momento. ¿Ocas? ¿Jardín? ¿Por qué no está hablando de cárcel, policías y tribunales?

-¿Quiere que le hagamos un trabajo? -pregunto aún sin poder creerlo del todo. Igual que no me creo que eso haya sonado tan mal- De ayuda, digo...- vale, me estoy avergonzando y no parece que vaya a conseguir nada, casi que mejor me callo.

-¿No estáis dispuestos a compensar mi ventanal roto y mis escaleras llenas de barro? -el hombre se encogió de hombros- Me seréis más útiles como ayudantes que detenidos, la verdad. Además... ¿quién no siente compasión ante una historia de amor y amistad cómo esta?

-No sabe cuánto le agradecemos... -empiezo, pero Cleo me interrumpe:

-Las ocas me dan miedo y asco -anuncia- No puedo cuidar de ellas.

-¡Cleo! ¡Este no es el momento, cacho tonta! -la regaño siseando entre dientes.

-¡Solo doy información! -replica ella- ¡Tú puedes cuidar de sus ocas, yo haré cualquier otra cosa!

-Está bien, está bien... -el anciano puso paz entre nosotros con un gesto calmado- Trabajaréis para mí por un mes, os diré las tareas que tenéis que realizar y cuándo este domingo. Informad a vuestros padres, pueden venir a verme si tienen algún inconveniente.

El hombre se da la vuelta, dispuesto a subirse de nuevo en su ostentosa limusina.

-Espere un momento -Cleo le llama la atención, y por un momento temo que lo obligue a decirle la identidad de Romeo o algo así- ¿A qué hora el domingo? No soy adivina, ¿sa...?

La corto con un pisotón.

-Sé un poco más educada -la regaño de nuevo: esta chica nunca aprenderá.

-No te preocupes, joven -el anciano me sonríe amablemente y yo le devuelvo una sonrisa de pánfilo que habría hecho huir a cualquier niño- El domingo nos veremos a las cinco, señorita, así les invitaré a una de mis maravillosas merendolas con té.

EL CLUB DE LAS GUAPAS [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora