• Capítulo X • Promesa rota

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Hasta yo mismo me doy cuenta de que me he puesto tenso. Eld suspira y se aparta y yo me disculpo torpemente.

Cuando veo a Chris en la entrada de mi casa, charlando con mi madre como de costumbre y con esa sonrisa que parece la de un ángel, mi rostro alcanza unos tonos rojo putón (Ana Obregón) rápidamente.

—Os dejo que habléis —mi madre se aleja rápidamente.

Sabe que lo pasé muy mal cuando Chris dejó de venir por casa y tal vez espera que lo remediemos. Yo también, pero sé que no será posible, mucho menos después de lo que pasó en la fiesta.

—Me potaste en los zapatos —dice Chris, tal vez esperando romper la tensión.

Abro la boca, pero no consigo pronunciar ni una palabra.

—Y tú le potaste la camisa —replica Eld, que acaba de bajar y ahora está detrás de mí— Supongo que ya me voy, tonto —se despide de mí dándome una palmada en la espalda.

—¿Os estábais enrollando? —pregunta Chris con cara de estar casi traumatizado.

—No, Christian —dice Eld parándose a su lado— Aunque te parezca raro, no todos los "maricones" —hace comillas con los dedos— nos enrollamos. Por ejemplo, yo nunca tendría nada contigo.

—Ni que yo fuese... —empieza Chris, pero Eld lo interrumpe.

—Ahorrátelo —carraspea y sale, pero poco antes de que lo pierda de vista se da la vuelta— No me has dado ningún agua, así que tendremos que vernos. Qué desgracia... —sonríe, me giña el ojo y se va.

—Ahora tenemos un amigo común, eh Jules —comenta Chris, entrando completamente en la casa y cerrando la puerta tras él.

—Ya nadie me llama así —salto.

Cuando Chris se fue de mi vida me quedé sin apodos, al menos hasta Cleo y su "Julie".

—Uh, lo siento, has madurado, ¿no? —se burla él.

—Bueno... ¿q-qué haces aquí? —no puedo creer que acabe de tartamudear.

—El trabajo —me aclara— Eres muy cortito.

Ya, pues no es nadie para hablar...

—Deberías haberme avisado —lo regaño— No puedes presentarte en casa de alguien sin avisar.

—Bueno, pero estoy aquí, ¿no? —Chris se encoge de hombros.

—Desde cuando Christian Deller es educado —murmuro en voz baja, esperando que no me haya oído.

—Sé tú educado y hazme sentir cómodo. Hagamos ese puto trabajo —me ordena.

—Ah... sí —asiento con la cabeza y lo hago subir a mi habitación, donde el portátil sigue abierto en la cama.

Chris coge la parte de arriba de la pantalla para mirarla y levanta las cejas.

—¿Netflix & chill? —inquiere.

—¡Qué no nos estábamos enrollando, joder! —exclamo, antes de enrojecer de nuevo.

¿Por qué siempre me avergüenzo a mí mismo?

—No te pongas nervioso —se burla Chris alzando la mano como si fuese a acariciarme el pelo.

Cierro los ojos y trago saliva, pero entonces él emite un ruido raro y al abrir mis párpados veo que se ha encontrado un Power Ranger azul pegado en sus dedos. Se lo quita cabreado y tira la pegatina al suelo.

—El Power Ranger azul es puta mierda —murmura cabreado.

No me digas que no lo recuerda.

—A mí tampoco me gustaba —susurro— En fin, vamos a hacer el trabajo.

EL CLUB DE LAS GUAPAS [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora