• Capítulo XXXIV • La verdad

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El miércoles por la mañana me siento bastante fracasado.

Reviso mentalmente el día anterior: novios conseguidos, 0; amigos perdidos, 1. Soy un completo desastre.

Me aparto las sábanas de encima con pereza y suelto un quejido amargo mientras me estiro para apagar la maldita alarma.

Bajo cual robot a la cocina, desayuno, me ducho y aún así me sobra tiempo para mirar Instagram, a pesar de que me muevo como un zombie. Tal vez sea verdad eso de "vísteme despacio que tengo prisa".

Mi madre me pone una mano en la frente al verme con "cara de muerto", observación que le agradezco sarcásticamente, y mi padre se ofrece a llevarme a clase, tratando de hacerme reír durante todo el viaje. Sonrío forzadamente para que no se preocupe más, no es como si fuera a caer en depresión ni nada parecido.

Una Cleo con pintas de llevar muchas horas durmiendo, pero mucho más alegre que los días anteriores, se acerca corriendo a trompicones hacia mi maltratada persona tras despedirse con un dulce beso de su novio.

—Estás como la mierda —comenta, casi con tanto tacto como mi madre.

—Gracias, así es como me siento —esto del sarcasmo es bastante adictivo, la verdad. Podría probar un 24h siendo sarcástico y grabarlo y luego me hago youtuber y huyo a Andorra para ser rico y... ¿qué coño?— Aunque tu tampoco pareces en tu mejor momento.

—Lo sé, pero al menos yo me siento como si lo estuviera —ella hace morritos y se tapa a medias la cara poniendo los dedos en uve frente a ella, como si fuese a tomarse una selfie.

—Qué bonito es el amor... —murmuro, tal vez lo más sarcástico que diré hoy.

Niños, háganme caso, el amor es una mierda. El amor no debería doler pero soy demasiado estúpido, más bien.

Las clases se me hacen bastante aburridas, pues la mayoría son cinco minutos de yo exponiendo un trabajo o haciendo un examen oral y el resto del tiempo escuchando a otros hacerlo. Y las que no son así son aún peores, pues una aura de "estamos perdiendo el tiempo tocándonos el coño aquí en vez de en el sofá" nos invade mientras solo respiramos pesadamente en un silencio incómodo conjunto.

Por eso, saco el móvil y estoy a punto de enviarle un mensaje a Eld. Hasta que recuerdo que se supone que lo odio, pero es tarde: debe haber visto que estaba escribiendo, porque el cartelito verde hace que empiece a tener sudoraciones. Lo bloqueo antes de que pueda enviarme su mensaje.

Cobarde.

Abro el chat con Chris, mirando la pantalla durante casi dos minutos antes de averiguar qué puedo decirle.

«Al final no practicamos 😅»

Lo miro por el rabillo del ojo. Estaba jugando al Candy Crush en el móvil, así que no tarda en ver mi notificación. Sonríe levemente antes de ponerse a escribir.

«Esta tarde repetimos», reprimo una mueca al darme cuenta que ha dejado de estar en línea. Que conversación de mierda. Por suerte, el retorno de Chris es bastante rápido:
«Tenias que decirlo por wass??»
«O es que te gusta romper las reglas?»

«Tú dirás», respondo, arrepintiéndome de no haber puesto algún emoji, aunque la frase no sonaba demasiado ruda, de todos modos.

«Que malote... 😏», escribe él, con una sonrisa nada disimulada en la cara. El profesor lo mira, pero no dice nada. Me pregunto si pensará que le está sonriendo a su propia cosita.

«Uy, y esa cara pervertida??😮😨», guau, hace tres semanas seguramente no habría podido bromear con Chris sobre un tema sexual.

Debe ser que estoy madurando, o que sé que le gusto. O, tal vez, es porque mi corazón ya no es solo suyo... No, tengo que ignorar mis pensamientos estúpidos.

EL CLUB DE LAS GUAPAS [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora