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Cuando volví al Pueblucho y Osborn me dió mi parte del dinero me fuí a buscar a Diego.
Entré en su caravana y me lo encontré durmiendo en el sofá, no quise molestarlo y volví a mi casa.

-Judith, espera. -dijo alguien detrás de mi antes de que abriera la puerta. Era Osborn.

-Dime. -contesté.

-Uno de mis hombres me ha informado de que hay un nuevo vendedor en San Francisco. Me pareció raro que Patrick comprara 10 kilos en dos días, debí imaginármelo. -dijo entrando a mi caravana.

Lo seguí y me senté en el sofá.

-¿Y qué tienes pensado hacer? -pregunté.

Se cruzó de brazos.

-Confio mucho en Diego y en ti, sois los mejores que tengo. Y tengo un trabajo para vosotros, prometo recompensaros bien. -dijo sentándose a mi lado en el sofá.

Lo miré fijamente, pensando en las cosas que hice en el pasado.
Darle una paliza a un hombre que después resultó ser inocente, cortarle un dedo a un traficante que quiso meterse en nuestro territorio, enviarle la cabeza de una rata al jefe de otra banda... Cosas horribles de las que me arrepiento, pero estaba obligada.

-¿Qué quieres que hagamos? -le pregunté con miedo.

-Quiero que le enseñeis con quien se está metiendo, ese tío nos la ha jugado en nuestra cara y se cree que por ser un puto ricachón tiene derecho a pisar nuestro territorio. Teneis dos opciones. -explicó. -O bien entrais en su casa por la tarde, cuando él no esté, y robais sus pertenencias valiosas, o entrais en el garage y destrozais sus choches.

Bufé mientras pasaba las manos por mi pelo, no quería hacer eso.

-Osborn, ¿por qué no hablamos con él antes de hacer todo esto? Podemos meternos en un buen lío. -dije levantándome del sofá.

-¿Hablar con él? Ya sabes que eso nunca ha funcionado, quiero que le enseñes quién soy yo y quiénes son mis hombres. ¿Queda claro, Judith? -dijo levantándose. Se acercó a mi y me miró desafiante, pude ver en sus ojos la maldad que había en su interior.

Tragué hondo, estaba entre la pared y él.

-Lo ha-hablaré con Diego y esta noche te diremos qué opción escogemos. -dije mirándolo con miedo.

-Esa es mi chica. -dijo revolviendo mi pelo y saliendo de la caravana.

Saqué todo el aire contenido en mis pulmones y me senté en el sofá, apoyé los codos en mis rodillas y dejé caer mi cabeza hacia delante.
Lo haría sin poner pegas si no fuera porque ese hombre es el padre de Billie. No sé, me caía bien esa chica y no quería darle más disgustos, bastante tenía con saber que su padre se drogaba.
Sé de primera mano lo malo que es saber eso, lo mal que te sienta.

Mi mente se teletrasportó a cuando giré mi rostro antes de subirme a la camioneta y vi su mirada azul. Me miró con preocupación, con miedo, con pena.

Finalmente tomé una decisión, me levanté de un salto del sofá y fuí a buscar a Diego.

-Despierta, Diego, vamos. -dije dándole palmitas en su hombro.

Se retorció un poco.

-¿Qué pasa? -dijo adormilado y abriendo sus ojos.

-Tenemos trabajo que hacer. -le dije.

Se sentó en el sofá rascando sus ojos y palmeó a su derecha para que me sentara.

-Osborn me ha dicho que el tipo al que le he estado vendiendo estos últimos dos días ha comenzado a vender en San Francisco. Quiere que entremos a robar en su casa o que entremos en los garages y destrocemos sus coches. -expliqué.

A bullet in my chest | Billie EilishDonde viven las historias. Descúbrelo ahora