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Estaba oscureciendo cuando acabé de cenar, debía ir rápido hacia la choza de Osborn sinó quería que fueran a casa de Billie.
Corrí hacia allí, cuando entré estaba sentado en su sofá de cuero con dos hombres más.

-¿Qué quieres Judith? Estamos hablando de algo importante. -dijo Osborn.

-Me he encontrado con Patrick en el centro. -le dije.

Se levantó del sofá.

-¿Y? -se acercó a mi.

-Le he amenazado, le he dicho que si no se va con su negocio a otra parte sufrirá consecuencias. -expliqué cruzándome de brazos.

-¿Que le has dicho qué? ¡Ahora sabrá que vamos a atacarle! -gritó en mi cara.

Retrocedí un paso, odiaba que me gritara de tan cerca.

-Pero he conseguido que se retire, Os. Ya no hace falta planear nada. -dije.

Osborn rió, era una risa malvada que me causó escalofríos.

-Claro que habrá plan, niña... ¡Nadie me hace tener pérdidas! ¡Por su culpa estoy en ceros! -gritó. -David, reune a tus hombres y volved aquí, hay que armar el plan. -dijo mirando a uno de los hombres del sofá.

Este asintió y salió de la choza.

-Se va a ir, Os, ya no vendrá por aquí. Calma tu ira. -le dije con tono calmado.

-Lárgate de aquí. -me dijo apretando sus dientes.

Tragué hondo y salí de allí directa hacia mi caravana.

Busqué en los cajones de la cocina hasta que encontré la jeringa, lo preparé todo y me senté en el sofá.

Estaba muy nerviosa, temía por Billie y la única manera que conocía para calmarme era esa.
Levanté mi manga e hice un nudo con una tira de plástico en el antebrazo.

Sin pensármelo dos veces clavé la aguja, introduje el líquido lentamente y retiré la aguja. Desaté el nudo y sentí como poco a poco todo mi cuerpo flotaba.
Apoyé mi espalda hacia atrás y apoyé mi cabeza en el respaldo del sofá, mirando al techo.

Todo comenzó a dar vueltas, todo comenzó a ser de un tono azul, amarillo, verde...
Cerré los ojos, y sin evitarlo mi mente se trasportó a hace cuatro años atrás.

Me desperté en mi cama, había amanecido y el Sol se colaba por la pequeña ventana. Había demasiado silencio, normalmente mis padres ya estaban de un lado para otro por la caravana.

No olía a café, ni a tostadas.

Me levanté y me puse los calcetines, me dirigí hacia el salón y retrocedí de golpe hasta pegar la espalda a la pared cuando me di cuenta de lo que estaban viendo mis ojos.
Comencé a respirar con mucha dificultad, mi pecho dolía.

-No, no, no... -dije en voz alta.

Me acerqué al sofá, donde estaba mi padre y mi madre sentados, con la cabeza hacia atrás y los ojos abiertos.
Cada paso que daba era una lágrima que caía en el frío suelo de madera, y cuando estuve delante de ellos, vi que en sus brazos había una jeringa clavada y sangre saliendo del pequeño agujero.

-Mamá... -dije con la voz rota acercándo mi mano a su rostro.

Salté de golpe hacia atrás, estaba fría como el hielo.

La imagen de mis padres sentados en el sofá, con sus cuerpos pálidos, fríos y los ojos abiertos jamás se borrará de mi cabeza.
Ese día cambié, ese día murió la Judith razonable y mandé mi vida a la mierda.

-¡Judith! ¡Judith! -escuchaba a lo lejos. -¡Sam! ¡Ayúdame!

Comencé a notar golpes en mis mejillas, alguien moviendo mis hombros, pero mi vista estaba clavada en el techo y no podía moverme. Sólo podía llorar.

-Mamá... -sollocé. -No...

-¡Joder Judith! Por favor reacciona... -reconocí a Diego.

Cerré mis ojos de nuevo, intentando por todos los medios poder moverme. Dejé de respirar, no sabía como volver a respirar.

-¡Judith! -gritó alguien más.

Cuando por fin pude mover mis ojos hacia la derecha, vi a Billie corriendo hacia mi.
De repente, cogí aire sonoramente y me senté en el sofá, y como si me hubiera despertado de una pesadilla mis manos comenzaron a temblar y mi pulso era demasiado rápido.

-¡Qué coño has echo! -gritó mientras lloraba.

Pasé las manos por mi rostro, calmé un poco mi respiración y miré a mi alrededor.

Diego, Sam y Billie estaban delante de mi, mirándome y con lágrimas en sus ojos.
Billie corrió hacia mi y me abrazó.

-Billie... -susurré.

-Eres una gilipollas. -sollozó en mi cuello. -Una gilipollas...

-Lo... lo siento... -le dije. Miré a Diego.

Diego se acercó al sofá, cogió la jeringa y la tiró a la basura junto a todo lo demás.

-Te has pasado de dosis, ¡no recuerdas lo que le pasó a nuestros padres o qué! -dijo con la voz rota. -No quiero perderte también a ti...

Billie se separó de mi abrazo y se sentó a mi lado.
Me levanté del sofá y me acerqué a Diego para abrazarlo, pero apartó mis brazos de un manotazo y salió de la caravana.

-La has cagado Parker. -dijo Sam saliendo de la caravana también.

Pateé la mesilla del comedor y pasé las manos por mi pelo.

-¿Qué coño has hecho Jud? ¡Por qué! -gritó Billie.

Me senté a su lado y la miré.

-Me gusta... me gusta hacerlo. Pero hoy no he calculado bien la dosis y... he soñado con el día que me encontré a mis padres muertos, justo en este sofá. -mi vista se volvió borrosa. -No podía moverme, estaba... estaba paralizada.

Los ojos de Billie se humedecieron y su labio inferior comenzó a temblar.

-No vuelvas a hacerlo, por favor. -suplicó. Una lágrima comenzó a bajar por su mejilla.

Me quedé mirándola a los ojos, no podía prometerle nada. Así que la abracé, necesitaba sus abrazos cálidos y suaves.

Lloré en su cuello mientras ella acariciaba mi espalda suavemente, y poco a poco sentí como mi respiración y mi cuerpo se calmaban como por arte de mágia.

-Cuando he escuchado tu voz ha sido cuando he reaccionado. -dije entre sus brazos. -Gracias...

-Te odio. -sollozó entre mis brazos. -Te he visto ida, como si no escucharas nada. Menos mal que he venido para preguntarte lo que ha dicho Osborn porque si te llega a pasar algo y yo no estoy aquí... yo...

-Sht... -dije acariciando su espalda. -Estoy aquí. -susurré.

Nos separamos y nos miramos a los ojos. Sus ojos azules estaban hinchados y rojos, por mi culpa.
Por un breve momento vi cómo los ojos de Billie bajaron hacia mis labios, y otra vez sentí cómo mi corazón dió vuelco. Me encantaba esa sensación.

Miré sus rosados y carnosos labios, me moría por besarlos desde que la vi por primera vez.

Como si Billie saliera de un trance, se alejó de mi.

-¿Qué te ha dicho Osborn? -preguntó. ¿Se había sonrojado?

-Dame el número de tu padre, tengo que hablar con él porque ha dicho que atacará igualmente. -le dije.

A bullet in my chest | Billie EilishDonde viven las historias. Descúbrelo ahora