[17]

1.4K 139 230
                                    

Coloqué todas mis pertenencias en cajas, no tenía mucha cosa pero habían varias. Cuando lo empaqueté todo las dejé a fuera de la caravana y cerré la puerta.

Estaba mirandola caravana desde el exterior, y a mi mente vinieron los recuerdos.
Cuando llegamos aquí, cuando conocí a Diego, cuando me rompí una pierna mientras jugaba con Diego, todos los cumpleaños en los que mis padres se esforzaron para comprar un pastel...

-¿Todo bien? -dijo Diego colocándose a mi lado.

Suspiré.

-Todo bien. -respondí. -¿Lo tienes todo listo?

Diego asintió.

-¿Recuerdas cuando te llevé en brazos hasta tu sofá porque te habías roto la pierna mientras creías que eras Spiderman? -dijo pasando mi brazo por mi hombro.

Reí.

-También recuerdo la cara que puso mi madre cuando vió mi rodilla desencajada. -le dije. Diego comenzó a reir.

Los dos estábamos riéndonos, pero de nuestros ojos comenzaron a brotar lágrimas silenciosas.

-Es hora de irse, chicos. -Billie apareció y cogió una caja.

Los dos asentimos y llevamos todas las cajas hacia la camioneta que Patrick le dejó a Billie. Cuando estuvo todo listo y estábamos a punto de subir a la camioneta, necesité hacer una cosa antes.

-Ahora vuelvo. -dije bajando del asiento copiloto.

Volví a la caravana y entré. Me acerqué al sofá y me arrodillé, mirándolo con melancolía.

-Os extraño. -susurré acariciando el sofá. -Estoy en esos momentos en los que... en los que me haceis falta. -mi voz se rompió. -Fuisteis unos idiotas, ¿lo sabeis?

Escuché pasos detrás de mi, giré mi rostro.
Era Billie, que me miraba con tristeza desde la puerta.
Volví la mirada al sofá y sequé una lágrima con la manga de mi chaqueta.

-Os amo. -susurré.

Me levanté y me acerqué a Billie, quien me abrazó con fuerza. Y estar entre sus brazos me dió tanta paz que me desahogué en su hombro.
Sus manos acariciaban mi espalda.

-Ellos estarán contigo siempre, no solo en esta caravana. -me dijo. Se separó de mi y acunó mis mejillas con sus manos, secando las lágrimas con sus pulgares.

-Algo me dice que les gustas. -le dije con una sonrisa.

-Yo le gusto a todo el mundo. -respondió divertida.

Me hizo reir, pero mi risa fué ahogada por un beso que duró varios eternos segundos.

***

Una vez en la cabaña desempacando las cajas y colocando la ropa, llegó Patrick.

-Veo que ya casi estáis instalados. -nos dijo sentándose en el sofá.

-Ya casi. Gracias por esto Patrick. -le dije desde la otra punta de la cabaña. El hombre sonrió. -¿Vosotros cómo lo llevais?

-He contratado a un servicio de mudanza, en dos días estaremos instalados en la nueva casa. -explicó. -¿Vendreis a la barbacoa de inaugiración no?

Miré a Diego.

-Claro, allí estaremos. -contesté.

-¡Si! Será genial, tengo ganas de presentaros a mis amigos. -dijo Billie emocionada.

Ya era de noche, cenamos unas pizzas y bebimos unas cervezas mientras Billie nos explicaba sus historias con sus amigos. Sus mejores amigas eran Danielle y Clairo, y por lo que nos contó, eran muy divertidas. También estaba Shawn, su mejor amigo desde la infancia.
Estaba deseando conocerlos.

-Ya debo irme, mis padres me esperan en el hotel. -dijo recogiendo los platos de la mesa.

-¿No te quedas? -dije haciendo un puchero.

Rodó sus ojos con una sonrisa.

-Prefiero que Diego y tu ocupeis esa cómoda cama. -dijo la rubia.

-Anda quédate, este sofá se ve bien cómodo también. -dijo Diego, quien me guiñó su ojo.

Miré a Billie, estaba pensando su respuesta.

-De acuerdo, entonces me quedaré. -dijo.

Le sonreí agradecida a Diego. Gracias amigo.

Después de dos cervezas más decidimos ir a dormir, Diego cayó rendido en el sofá mientras Billie y yo nos poníamos el pijama.

Billie se acomodó en la cama y palmeó a su lado, y con una sonrisa me estiré a su lado.
Se acercó y colocó su cabeza en mi pecho mientras me abrazaba por la cintura.

-Mañana me teñiré el pelo. -me dijo.

-¿Enserio? ¿De qué color? -pregunté mientras acariciaba su melena rubia.

-Es una sorpresa. -contestó.

Reí.

-Esta bien. -le dije.

Después de varios minutos en un cómodo y agradable silencio, Billie habló.

-Judith. -me llamó.

-¿Si?

-Yo... nunca he estado con una chica. -me dijo. Pude notar en su voz que estaba nerviosa.

Sonreí y delineé su nariz con mi dedo índice. La perspectiva que tenía de ella era hermosa, su cabeza estaba sobre mi pecho y su mano dibujaba círculos en mi estómago.

-Me siento especial, pues. -le dije.

Se apoyó en su codo y me miró.

-Eres especial. -me dijo con una sonrisa. Marcó esos hermosos hoyuelos a los lados de sus labios.

Sonreí como una idiota, como si esto no fuera real y fuera solo un sueño tenerla tan cerca de mi. Podía ver sus pecas rosadas alrededor de su pequeña nariz.

-Aún no entiendo cómo... cómo has podido fijarte en mi. -le dije. -Cuando te vi por primera vez me pareciste inalcanzable.

Dejó de acariciar mi cintura y colocó su mano en mi mejilla, acariciándola tiernamente.
No dejaba de mirarme, ni yo a ella, y en su mirada pude ver amor, porque me miraba de una forma que me sería dificil explicar, con brillo en sus ojos.

-No es que me haya fijado en ti, Jud, tú has hecho que me fijara en ti. Al principio fué curiosidad, me parecías una chica muy misteriosa y seria, pero sabía que sólo tenía que conocerte para saber que debajo de esa fachada de chica dura se esconde la mujer más adorable del mundo. -sonreí y llevé mi mano a su mejilla. -Después me demostraste que tienes un gran corazón, y de un momento a otro, comencé a sentir cosas extrañas por ti.

-¿Como cuales? -quise saber.

-Pues... siempre tenía ganas de verte, me ponía super nerviosa cuando me mirabas como me estás mirando ahora. -reí. -Y sentía cosquillas en mi estómago cada vez que tocaba tu mano, o cuando te abrazaba... No sé que me hiciste Judith, pero has roto todos mis esquemas.

Su confesión llenó todo mi estómago de lindas mariposas revoloteando.
Me quedé sin palabras pero con unas inmensas ganas de besarla, así que lo hice.

Incliné mi cabeza hacia delante y besé tiernamente sus labios.
Cuando me separé, Billie pasó su lengua por su labio inferior y juro por Dios que todo mi cuerpo tembló.
Volvió a besarme, pero esta vez nuestras lenguas entraron al juego, rozándose lentamente.
Su mano dejó mi mejilla y bajó hasta mi cintura, la cual apretó y me acercó más a ella.

Madre mia Billie, vas a matarme de un ataque al corazón.

No se por cuánto tiempo nos besamos, pero sus besos se habían convertido sin duda en mi adicción. Mi extraña adicción.

En medio de la noche me desperté, había escuchado un ruido extraño y todo mi cuerpo se activó.
Vi a Billie sobre mi pecho, durmiendo como si toda la malicia del mundo no existiera.

Levanté la mirada y exploré con mis ojos la cabaña.
El corazón se me paró cuando mi vista se enfocó en la puerta de entrada, estaba abierta y delante de ella vi la figura oscura de un hombre.

Quise gritar, pero el sonido de un disparó me dejó muda.

A bullet in my chest | Billie EilishDonde viven las historias. Descúbrelo ahora