[27]

1.2K 116 141
                                    

El día del juicio fué duro.
Volver a ver a Osborn, que me mirara a los ojos y declarar frente a toda esa gente las barbaridades que hizo ese hombre en mi vida, fué dificil.
Aunque pude respirar mejor cuando supe que pasaría sus últimos años de vida en la cárcel.

Por suerte contaba con el apollo de Billie, Diego, Patrick, Maggie y los amigos de Billie, que poco a poco se convirtieron también en mis amigos.
La familia O'Connell decidió recompensar la ayuda de Sam de alguna manera, esta se negó, pero Patrick acabó entregándole un cheque con el dinero suficiente para poder comenzar una nueva vida en otro lugar que no fuera el Pueblucho.

Sam nos agradeció con lágrimas en sus ojos, y esa fué la última vez que vi a la persona que salvó mi vida. Dios sabe a donde se fué, pero no la veía por San Francisco.

Pasaron unos meses, y ya estaba integrada del todo en la empresa. Me aprendí el funcionamiento de esta, la manera de tratar con los clientes, todo.
Maggie y Patrick me proporcionaron un coche comercial, ellos decían que era mío, pero yo no lo veía como tal. Yo lo veía como un coche de la empresa que estaba usando yo en esos momentos, y cuando pudiera comprar mi propio coche, lo haría.

Diego ascendió de rango muy rápido, al parecer los obreros estaban tan contentos con él que cuando el encargado de la obra se jubiló, Diego ocupó su puesto.

Billie y yo estábamos mejor que nunca, y cada día que pasaba, una vez más me demostraba que se podía volar con los pies en el suelo. Porque ella me hacía volar, me hacía tocar el cielo con tan solo una caricia.
Ella era quien secaba mis lágrimas con besos cada vez que me despertaba en medio de la noche por una pesadilla.

Y casi se me olvida, Diego estaba saliendo con Danielle.

El verano se hizo presente, y decidimos irnos de vacaciones unos días, Billie y yo, las dos solas.

-Tened mucho cuidado chicas, y cualquier cosa nos llamais. ¿Está bien? -dijo Maggie besando nuestras frentes.

-Si mamá, no te preocupes. -contestó Billie abriendo el maletero de su coche y colocando las maletas.

-Pórtate bien, Dieguito. -le dije al chico. -Que Maggie no te tenga que regañar.

-Soy un ángel, ¿verdad que si Maggie? -dijo mi amigo pasando el brazo por los hombros de Maggie. Esta asintió mientras sonreía.

-Disfrutad muchisimo. -me dijo la mujer abrazándome fugazmente.

Me despedí de ellos y subí al Dodge de Billie.

-¿Lista? -preguntó colocando sus lentes de Sol.

-Lista. -contesté inclinándome y besando sus labios.

El camino al aeropuerto pasó rápido entre caricias, miradas y besos robados en cada semáforo en rojo.
Pasaríamos cuatro días en Honolulu, Hawai, y estaba muy emocionada.

El viaje en avión no se hizo pesado, Billie sabía como distraerme.
Lo que no sabía es que un chófer nos estaba esperando a la salida del aeropuerto.

-Encantada de conocerte, Kai. -dijo Billie estrechando su mano con él.

-El placer es mio. -dijo el hombre.

Por su apariencia deducía que tenía unos cuarenta años. Era alto, de piel bronceada, vestía un esmoquin gris y detrás de él había un Mercedes negro con los cristales opacos.

-Tu debes de ser Judith. -dijo estrechando su mano con la mia.

-Asi es, encantada. -le dije.

-Os llevaré al hotel, si me permiten. -dijo cogiendo nuestras maletas y metiéndolas en el maletero.

Luego abrió la puerta trasera del coche dándonos paso al interior.
Habían dos asientos de cuero blanco y un espacio frente a nosotras, tan grande que podrías estirarte en el suelo aconchado. El techo era de cristal negro y podía verse el cielo. También había una barra de bar con licores y vasos frente a nosotras. Miré a Billie sentada a mi lado.

-¿Te gusta? -dijo cogiendo mi mano.

-Estoy flipando. -respondí observando de nuevo el interior del coche. Este se puso en marcha.

-Mi padre ha insistido en contratarnos a un chófer, al parecer es de confianza, conoce a mi padre de hace tiempo. -explicó Billie.

-Madre mia, qué lujo. -dije impresionada. -Presiento que estas van a ser las mejores vacaciones de nuestra vida. -apoyé mi cabeza sobre su hombro.

-Nuestras primeras vacaciones, pero no las últimas, señorita Parker. -dijo besando mi coronilla.

***
Una vez en el hotel y que Kai nos dijera que estaba a nuestro servicio las veinticuatro horas del día, una chica de la recepción nos acompañó hasta nuestra habitación.

-Si necesitan cualquier cosa, pueden usar el teléfono de la sala. -dijo sonriendo.

-Gracias. -respondió Billie con una sonrisa.

La chica se retiró y entramos a la habitación.

-Joder. -dije cuando vi el interior.

-Es más bonita que en las fotos. -dijo Billie a mi lado.

Nada más entrar por la puerta, vi una cama enorme a la izquierda, sobre la cama habían unas toallas en forma de cisne y pétalos de rosa esparcidos por las sábanas. Al lado de la cama había una mesilla con una botella de cava y dos copas.

Era una habitación enorme, paredes blancas y el suelo era una alfombra de color gris claro. Tenía una pequeña cocina al lado derecho de la habitación.
Toda la pared frente a nosotras era cristal, un gran ventanal donde podía verse toda la playa de Honolulu.

-Madre mía Billie, ¿lo que ahorramos ha dado para todo esto? -pregunté. El viaje lo pagamos a medias, no quería que ella lo pagara todo por más veces que insistió.

-Bueno, tu suegro insistió en ayudar un poco y darnos unas merecidas vacaciones. -me dijo colocándose frente a mi.

-Me encanta. -dije. -Es precioso.

-Como tú. -contestó llevando sus manos a mis hombros. -Pero aún te falta ver una cosita.

Dicho esto sonreí y cogí su mano, dejándome guiar por ella.
Caminó hasta la cocina, donde había una puerta de madera oscura.
La abrió y mi mandíbula cayó al suelo.

Era el baño.

Espacioso, con paredes de mármol gris y suelo de baldosas grises. Velas por todos lados, una ducha gigante y lo mejor de todo; en medio de ese enorme baño había un jacuzzi preparado para ser utilizado.

-¿Pretendes que nos quedemos aquí dentro los cuatro días? Porque no me importaría. -dije admirando el baño.

-Lo que pretendo es... otra cosa.

Cerró la puerta y se colocó frente a mi.
Vi en sus ojos un brillo especial, ella estaba igual de feliz que yo por tener cuatro días solo para nosotras.

-Eres mía durante cuatro días enteros, Parker. -susurró bajando la cremayera de mi chaqueta.

Tragué hondo, ya sabía por dónde iban los tiros.

-¿Sólo durante estos cuatro días? -dije llevando mis manos hasta el borde de su camiseta.

Mordió su labio inferior, y no dejaba de mirarme.
Dejó escapar una risita, cuando desabrochó mi chaqueta la tiró al suelo y me quitó la camiseta.
Quité la suya también, y con mis manos acaricié toda su espalda hasta que me detuve en el cierre de su sostén.

-Tu seras mía siempre. -me dijo acercándose peligrosamente a mis labios.

A bullet in my chest | Billie EilishDonde viven las historias. Descúbrelo ahora