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No sé cuantas horas pasaron, pero la falta de hidratación cada vez me debilitaba más.
Las piernas se me durmieron, el cuello me dolía, y el sudor frío que sentía por todo mi cuerpo era horrible.

Estaba apunto de quedarme dormida cuando escuché pasos delante de mi, levanté mi cabeza y era Osborn.

-Qué mal aspecto tienes. -dijo acercándose y encendiéndose un cigarro. -Disculpa la espera, es que aún estoy pensando cuál sería la mejor manera para matarte.

Apreté mi mandíbula y lo miré a los ojos.

-Ahora mismo te estrangularía con mis propias manos. -dije entre dientes.

Comenzó a reir.

-Tú misma te lo has buscado, niña. Te tenía en un altar, confiaba en ti y te respetaba. Hasta que la cagaste. -dijo dándole una calada al cigarro.

-Trabajaba contigo porque era lo único que sabía hacer, porque sentía que te debía algo por acogerme aquí cuando murieron mis padres. Y ahora... ahora que sé que tú los asesinaste te odio con todas mis fuerzas. -dije apunto de volver a llorar.

Continuaba fumando en silencio mientras me miraba.

-¿Por qué los mataste? -pregunté.

Pisó el cigarro en el suelo y cogió una silla, sentándose frente a mi.

-Los maté porque eran unos traidores. -dijo. Bien, continúa hablando Osborn. -Como tú, ellos me traicionaron y me importó una mierda que tú los vieras. -comenzó a reir. -¿Y Diego? Oh, pobre Dieguito, también vió a los suyos.

Quise gritarle, decirte que le odio y llorar hasta quedarme sin fuerzas. Pero debía hablar.

-Podrías haberlos desterrado en vez de matarlos, maldito psicópata. -dije evitando llorar.

-Matarlos me gustó más. -dijo sonriendo con maldad. -Me encantó ver cómo murieron lentamente, pensándose que aquello era droga cuando en realidad era veneno.

Ya no aguantaba más, necesitaba gritar y llorar.
Así que grité, lloré, intenté patalear pero mis pies estaban atados, volví a escupirle en la cara y se levantó de un golpe, tirando al suelo la silla en la que estaba sentado.

-Ya se cómo matarte. -dijo acercándose a mi rostro.

Tragué hondo y lo miré con toda la rabia del mundo.

-Morirás exactamente igual que tus padres. -dijo.

Luego se acercó aún más, besó mi frente y se fué de allí.

-¡Puto enfermo! -grité.

Mi corazón latía con miedo, con rabia, con dolor.
Lloré y grité, intentando deshacerme así de toda la presión que se estaba acomulando en mi pecho.

Tiré mi cabeza hacia atrás, inspiré y expiré sonoramente repetidas veces para evitar otro ataque de ansiedad, cuando volví a escuchar pasos frente a mi.

-Judith. -dijo. Era Sam.

-Sam, ¿les has dicho que estoy aquí? -pregunté.

-Si. -contestó acercándose a la estanteria y cogiendo el aparato, lo metió en su bolsillo y se acercó a mi. -¿Lo has conseguido? -preguntó.

Asentí.

-¿Qué te ha dicho Diego? -pregunté. -¿Cómo está Billie?

-Estan destrozados, si te soy sincera. Les he dicho mi plan y ahora mismo iré a comisaría a entregar esto, cuando tengan las pruebas necesarias para arrestarlo vendremos a toda prisa para rescatarte antes de que te mate. ¿Confías en mi? -dijo apoyando su mano en mi rodilla.

A bullet in my chest | Billie EilishDonde viven las historias. Descúbrelo ahora