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Después de ocho horas de vuelo y una escala en el aeropuerto de Miami, me sentía agotada.
Tras localizar mis maletas en la cinta, me abrí paso entre la multitud de personas que esperaban a sus seres queridos, arrastrando mi carrito en busca de Shawn o Jake, cuyas características físicas los hacían fácilmente reconocibles: uno alto, de dos metros, con rizos, y el otro robusto y rapado. Sin embargo, a medida que observaba a las personas, ninguna coincidía con mi descripción. Suspiré frustrada, recordando la decepción con Camila. Decidida, saqué mi móvil y busqué a Shawn entre mis contactos.

—Disculpe, ¿sabe dónde queda el baño? — Preguntó alguien detrás de mí.

— No, lo siento... — Me volteé confundida y alcé la vista. — ¡Eres un tonto! — Exclamé, pero no dudé en abrazarlo.

— Hola, mi hermosa Tina — Respondió él, correspondiendo al abrazo.

— Sabes, mi apodo suena como el nombre de una ducha — Mencioné, y me miró sin entender. — Español, no lo entenderías. — Nos reímos.

— Vaya, hace mucho que no nos vemos — Dijo un hombre detrás de mí. Me giré y vi a Jake.

— ¡Jake! ¿Qué tal? — Saludé.

— Hola, Martina, un gusto — Respondió él, estrechando nuestras manos. — Es mejor que nos vayamos antes de que nos reconozcan. — Agregó Jake.

— Tienes razón — Concedió Shawn, tomando mis maletas y comenzamos a caminar hacia fuera del aeropuerto.

— ¿En qué hotel me quedaré? — Pregunté, notando que la camioneta en la que nos habíamos subido ya estaba en marcha.

— En mi casa — Respondió él.

— ¿Disculpa? — Repliqué extrañada.

— Sí, tontita, no te iba a dejar en un hotel por solo un día — Rodó los ojos.

— Oh bueno, veré a Camila — Exclamé emocionada.

— Ella está en Miami — Informó él, y mi sangre se heló. Voy a estar sola con él.

Al llegar a su casa, Jake ayudó a bajar las maletas.

— Mañana, a las nueve y treinta, los vengo a recoger — Anunció Jake. Asentimos. — Cuídense.

Sin más, se subió a la camioneta y se marchó.

— Así que... este es tu departamento — Comenté.

— Sí, así es — Sonrió.

— Le tomaré una foto para subirla a las redes sociales — Me observo seriamente. — Es broma. — Reí nerviosa.

Al entrar, saludamos al guardia que estaba sentado en una especie de recepción. Avanzamos unos metros hasta llegar frente a tres ascensores, donde él presionó el botón para llamar uno. Una vez que llegó, nos adentramos y noté que había muchos pisos. Él presionó el botón diecinueve y las puertas se cerraron.

— ¿Cómo has estado, Tina? — Rompió el silencio.

— Bien, ¿y tú? — Le pregunté.

— Genial. — Sonreímos.

Volvió a quedar el silencio, hasta que finalmente las puertas se abrieron.

Caminamos unos cuantos metros y sacó la llave de uno de sus bolsillos.

— Hogar, dulce hogar. — Me dejó pasar a su gran penthouse. Era realmente hermoso. — Disculpa el desorden, llegué hace unos días de Tokio.

— No hay problema. — Respondí, anonadada por la impresionante vista que se podía apreciar desde allí. Desde lejos, se podía ver el cartel de Hollywood. — Esto es hermoso. — Expresé sorprendida.

— Tengo una vista increíble. — Comentó él. — Ven, te enseño tu cuarto. — Asentí.

Lo seguí por un pasillo que conducía a cuatro habitaciones.

Abrió la primera puerta a la izquierda.

La habitación tenía una ventana que dejaba pasar la luz natural, una cama matrimonial, un amplio armario y una televisión montada en la pared.

— La única habitación con baño privado es la mía — rió — pero tranquila. En la habitación de enfrente tienes un baño. Puedes usar ese. Nadie lo usa — añadió con una sonrisa.

— Está bien. — Sonreí.

— Siéntete cómoda, Tina. — Me rodeó con sus brazos. — Te quiero.

— Te extrañé mucho. — Susurré, acercándome más a él.

— Y yo a ti.

Tras separarnos, él salió de la habitación diciendo que iba a ordenar su maleta para el día siguiente.

Miré la hora en mi móvil y vi que eran las dos de la tarde. Suspiré. Estaba agotada.

Bostecé y me quedé dormida.






Conociéndote ~ SMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora