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—Nathen, no hagas esto más difícil —contesté.

—¿Quién fue, quién te llenó la cabeza? ¿Eh? —se levantó de la cama, visiblemente nervioso, lo que comenzó a asustarme.

—¿De qué hablas? —tragué saliva— Nath, tranquilo ¿sí? Vamos a darnos un tiempo —intenté calmarlo, pero fue en vano.

—¿Fue Shawn, no? —él se rió—. Claro, ¿cómo no me di cuenta? —resopló—. Pasas la mayor parte de tu tiempo con él, es evidente que te llenó la cabeza. ¿Es por lo que dije aquella vez? —negué.

—Nathen, Shawn no tiene nada que ver en esto —relamí mis labios—. Me siento presionada, eso es todo.

Las lágrimas comenzaron a caer de sus ojos.

—Mentira, todo esto es mentira. Estás ebria —dijo él intentando calmarse—. Son los efectos del alcohol —suspiró—. Cariño, vamos a dormir.

—No es el efecto del alcohol —contesté—. Quiero separarme —las lágrimas comenzaron a brotar.

—¿En qué me equivoqué? —contestó en un mar de lágrimas—. ¡Dime! —y se sentó en el suelo—. Prometo cambiar, seré un mejor novio y un excelente esposo —me miró y desvié la mirada, sintiéndome terrible—. Te juro por lo que más quiera, que cambiaré. Cariño, yo te amo mucho —se puso de rodillas.

—Nathen, no hagas eso —desvié la mirada—. Respétate y ten tu dignidad —dije—. No te humilles —y me puse en cuclillas.

—¿Para qué? Si ya no te tengo —y lo abracé. No puedo creer lo que le acabo de hacer a Nathen. Le rompí el corazón, y esto no me lo perdonaré nunca.

—Podemos ser amigos, ¿sí? Te amo, pero no te merezco —contesté.

—No quiero un para siempre de unos pocos meses, yo quiero un poco a poco que nunca se acabe.

—Nathen, no —bufé.

—¿Por qué no? —preguntó.

—Nos estamos haciendo daño —y sequé sus lágrimas.

—Una última oportunidad te pido —y escondió su rostro en mi cuello—. ¿Por qué eres tan brusca? Solo una oportunidad pido.

—Porque he dormido con otra persona, ¿sí? —y él se despegó de mí como si alguien lo hubiera empujado—. Lo lamento —y esta vez, fui yo quien rompió en llanto.

—¿De qué hablas? —sus ojos estaban rojos—. Mar, ¿me lo dices en serio? —Asentí—. No puede ser... ¿amas a otro? —volví a asentir.

—En verdad, lo lamento, Nathen —y no pude verle a los ojos.

—¿Hace cuánto? —y esa maldita pregunta no quería oír—. Mar, dime, ya estoy roto. No tengo sentimientos, otra noticia no me hará daño.

—Mentira, es mentira —suspiré, no podía seguir lastimándolo—. Lo dije para que dejes de insistir.

Él suspiró aliviado y pasó su mano por su cabello.

—Creí que me daría un infarto —dijo—. ¿Me dejas abrazarte? —Asentí.

Sin más, se aferró a mí como un niño chiquito. Ambos lloramos en silencio.

—Ve a darte una ducha, ¿sí? —me separé de él—. Luego vamos a dormir. No desperdicies tus últimas lágrimas, cielo, no me lo merezco —y sequé sus lágrimas.

—¿Puedo besarte, por última vez? —asentí.

Se acercó a mí y me besó con tanta delicadeza. Nuestros labios estaban empapados de lágrimas, pero no nos importó. Se separó de mí y besó mi nariz.

—Espero que si alguien me reemplace, no sea estúpido como para perderte —acarició mi mejilla—. Te mereces todo, Mar, todo. Lamento muchísimo no haber sido atento contigo. Shawn tenía razón, no te merezco.

—Mereces a alguien mucho mejor que yo —besé su mejilla—. Eres un gran hombre, Nath.

Luego de esa charla, decidimos bañarnos juntos, solo eso. Nos bañamos juntos, sin sexo ni nada.

Después, decidimos irnos a dormir. Coloqué su brazo alrededor de mi cintura y dormimos abrazados.

Pero al día siguiente, cuando desperté, él ya no estaba. Creí que había ido a caminar o algo así, pero no, sus cosas no estaban. Dejó en la mesita de noche una servilleta con algo escrito.

"Se feliz, Mar. Eres el amor de mi vida y siempre lo serás. Te amo.
Nathen"

Al lado de la servilleta, estaba su anillo de compromiso. Se había ido, era el fin. Todo se acabó. Y me siento miserable.

Empaqué mis cosas y estaba decidida a irme de Los Ángeles.

—Wow, wow. ¿Dónde crees que vas? —me detuvo Alice.

—A casa. ¿Dónde más? —respondí bruscamente.

—¿Por qué ese tono? —preguntó, y rodé los ojos.

—Alice, no tengo ánimo ahora —bufé.

—No puedes irte así como así. Tenemos que trabajar.

—¿No puede ser otro día? —intenté esquivarla.

—No, oye Martina, ¿qué sucede? —insistió.

—Terminé con Nathen, nos separamos y no nos vamos a casar —mis ojos se cristalizaron.

—Oh, cariño —dijo ella y me abrazó—. Lo lamento. Voy a posponer todo —declaró, y asentí.

—Gracias —dije.












Conociéndote ~ SMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora