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Habíamos llegado al hotel después de pasar unas horas en la oficina del señor Klein, teniendo la reunión con él y dos de sus socios.

Mañana haría la sesión de fotos para sus jeans, y en dos días, tendría la sesión de fotos para un nuevo perfume, seguida de la filmación del comercial. Estaba muy nerviosa.

— ¿Por qué no me habías dicho que era Calvin Klein? — Pregunté al sentarme.

— ¿Te molestó? — Respondió él. — Además, sí te lo había dicho.

— No, me dijiste que era un tal Kevin — Lo miré. Él se volteó hacia mí y se rió.

— No, cariño, dije Calvin. ¿De dónde sacaste Kevin? — Volvió a reír.

— ¿A dónde vas? — Pregunté, dándome cuenta de que se estaba cambiando.

— Al gimnasio. ¿Puedo ir? — Dijo, sonriendo.

— Sí, claro, adelante — Asentí con la cabeza.

— ¿Y tú qué harás? — Preguntó, tomando un bolso deportivo.

— Seguramente hablaré con Nathan — Respondí encogiéndome de hombros.

— ¿Con tu novio? — Levantó una ceja.

— No es mi novio — Aclaré.

— No, claro que no — Respondió irónicamente.

Él salió de la habitación y fui hasta mi equipaje para sacar mi laptop.

Le mandé un mensaje a Nathan preguntándole si quería hacer FaceTime, y aceptó de inmediato.

Prendí mi teléfono y lo llamé. Nathan contestó en cuestión de segundos.

— Hola, cariño — saludó él.

— Hola, Nath — sonreí.

— ¿Cómo estás? ¿Cómo te está tratando Manhattan? ¿Qué tal la reunión? — preguntó con impaciencia, mostrando su emoción e interés desde lejos.

— ¡No sabes qué! — exclamé emocionada. Él negó ansioso— Estuve con el diseñador, ¡Calvin Klein! — compartí emocionada.

— ¿Qué? ¿Es en serio? — dijo incrédulo, llevándose la mano a la frente.

— Sí, no es una broma. Estoy igual de emocionada que tú — confirmé.

— ¡Dios mío! ¡Vas a hacer una campaña publicitaria para Calvin Klein! — dijo incrédulo— Eres oro, niña. Te lo mereces — sonrió.

— Gracias, Nath. No sabes lo mucho que significan tus palabras para mí — sonreímos.

— De nada, preciosa — me guiñó el ojo— Oye, ¿y Shawn? — preguntó.

— Se fue al gimnasio — respondí— No te imaginas lo que nos pasó.

— Cuéntame — pidió.

— Estamos compartiendo habitación porque el inútil reservó mal — rodé los ojos.

— Eso debe ser una broma — comentó.

— No, es en serio — afirmé.

Él se rió.

— Tienes a tu ídolo en la misma habitación contigo — se cubrió la boca— ¡No lo violes! O llamaré a la policía.

— Oh, cállate — me sentí avergonzada— Ya no soy tan fan.

— ¿Qué acabas de decir?

— Yo no...

— ¡Se lo diré y se enfadará! — rió.

— ¡No quise decir eso! — mis mejillas ardían.

— Pero lo dijiste — calmó su risa— Además, admítelo. Amas más a Justin Bieber.

— No, claro que no.

— Mírame y dime que no.

— ¿Qué quieres que diga? — levanté una ceja— ¿Quieres que mienta? — él se rió— Lo haré. Amo más a Justin, hace mejor música que Shawn. Y Shawn es malísimo tocando la guitarra — sonreí.

— ¿Qué? — mierda.

Mierda, mierda, mierda.

Vi a Shawn detrás de mí, mirándome fijamente.

— Es una broma. No te lo tomes en serio — dije nerviosa. Voltee— Nathen, dile.

— ¿Qué cosa? — preguntó él. Oh, Nathen, te odio.

— Dile que era una broma — dije.

— Nathen, ¿me dejas hablar con Martina? — Maldita sea, no uso su abreviación.

— Por supuesto. — Lo miré suplicando que no lo haga— Luego hablamos, Mar — me guiñó el ojo.

Corta la llamada.

— Shawn, yo te explico — dije.

— Ya sé, tonta — se rió— Era una excusa para que cuelgues con Nathen — se rió.

Me quedé observando sin entender nada.

— ¿Acabas de hacerme una broma? — asentí— ¡Morirás, Mendes! — Me levanté de la cama y agarré la almohada— ¡POR NARNIA Y POR ASLAN! — le di un almohadazo en su bello rostro.

— ¡Tina, cálmate! — dijo él tratando de defenderse.

— ¡No! — respondí— ¡Me hiciste sentir mal por un segundo! — lo fulminé.

— No vuelvas a golpearme, o verás — advirtió achinando los ojos.

— ¿O qué? — desafié.

— Tina... — agarré la almohada con fuerza— No, Tina, baja eso — dijo mientras hacía una señal con sus manos. Sonreí malévola y le di otro almohadazo con todas mis fuerzas.

— ¡Tú te lo buscaste! — exclamó. Agarró mi cintura y me tiró sobre la cama. Sentí sus manos recorrer mi estómago. Un escalofrío recorrió mi cuerpo. Sus dedos se posaron... ¡oh, no! ¡cosquillas no!

— ¡Shawn! ¡No! ¡Shawn, piedad! — grité mientras me doblaba como una víbora— ¡Shawn! — seguí gritando entre risas y jadeos. Di una patada, lo que provocó que él dejara de hacerme cosquillas.

— Por Dios, Shawn — dije agitada— Odio las cosquillas. — Lo busqué con la mirada y no lo encontré. ¿Dónde se metió?

Oí un gemido de dolor y me acerqué a la punta de la cama. Ahí estaba él, en posición fetal, quejándose de dolor.

— ¿Shawn?...

— No preguntes — dijo él. Estaba rojo y sus manos estaban en su intimidad.

— Entonces... — Dios, me sentía avergonzada. Le di una patada en su intimidad. Una parte de mí quería reírse y la otra, huir.

— ¿Vamos a cenar? — preguntó él. Seguía en su pose fetal.

Gimió de dolor.

— Sí — hice una mueca de pena.

— En serio, lo lamento...

— No digas nada — me interrumpió él—. En unos minutos me repondré — dijo. Asentí.

— Iré a prepararme en el baño — me apresuré a buscar mis cosas y me encerré allí.







Conociéndote ~ SMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora