El (des)afortunado encuentro.

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Miguel se arrulló en su suave bata de baño y caminò con dirección a la cocina. Cogiò su celular y comenzó a revisar rápido los mensajes de Tinder, Grindr y algunos otros mensajes de extraños en su Facebook.

Mientras cogía unos panes y los echaba a tostar, se disponía a descartar con rapidez a quienes no fueran de su refinado gusto.

— Mh, no, este no. Este tampoco. Ese se ve super cholo. Mh, ese quizá... ajà. —Puso la taza bajo la cafetera y comenzó a chorrear de forma suave el café en el interior. Apenas finalizò el proceso, cogió un poco de leche y endulzante, y las vertió dentro—. Sì, quizá ese... revisarè.

Soltò una risita estridente y caminò a paso apresurado hacia la mesita del living, con su gata maullando y enredándose en sus pies.

—¡Ay, Eva! —se quejó Miguel por lo alto—. Webona, casi me haces caer de hocico al suelo.

—Meeeooow —respondió Eva, la gata.

Miguel sonriò enternecido y se agachò, abriendo una lata y echando atùn al plato de Eva, una gata romana muy peluda y regordeta.

Miguel se echò en la mesa, no quitando la vista de su celular. Comenzò a tomar su café con leche y a comer sus panes tostados con mantequilla y mermelada.

—A ver, a què otro webòn me puedo embaucar... —musitò, sonriendo de lado mientras deslizaba por la pantalla del celular—. Aquì hay uno... umh; Rigoberto, cuarenta y cinco años, divorciado, ingeniero...

Miguel sonriò triunfante.

—Alà. Este parece buen partido...

Eva, la gata, se relamió el hocico con restos de atùn, y maullò por lo bajo, como resoplando por la nueva hazaña de su amo.

Pasaron un par de minutos en que Miguel se quedó allí echado con el celular, generando conversación con su nueva conquista.

Hola precioso; Miguel te llamas, no?

Hola. Sì, soy Miguel.

Estàs bien rico, Miguelito ; )

Miguel dibujò una mueca de desagrado al otro lado de la pantalla. Como una sonrisa torcida.

Jaja, gracias.

Contestò con desgano.

De nada cariño. ¿Y bueno, què hace un niño tan bonito como tù en un lugar como Tinder?

No soy un niño. Tengo 23 años y soy un adulto. Un hombre.

Refunfuñó por lo bajo. ¿Un niño? Èl era un hombre hecho y derecho. Era cierto que tenía la apariencia de un niño lindo, pero joder, era un hombre adulto ya.

Oh claro, sì, puedo verlo. En tus fotos te ves bien madurito jeje.

Sì.

Bueno, SEÑOR... ¿entonces en què anda?

Miguel rodò los ojos con molestia, agarrò su celular con màs fuerza, y escribió:

Mira, Rigoberto. Soy un Sugar Baby. Soy Miguel, tengo 23 años, soltero y ando en busca de un sugar daddy. Hicimos match. ¿Estàs interesado o no en pactar conmigo?

Rigoberto tardò en contestar, al parecer impactado por la sinceridad de Miguel.

Vaya, no lo esperè. Sì, claro, me interesa.

Entonces dejémonos de tonterìas y hablemos de los precios y condiciones.

Mantuvieron una conversación por alrededor de veinte minutos. Despuès de ello Miguel echó un resoplido y se lanzó en el sofà. Su gata le siguió y se sentó a su lado, observándolo.

Entre el Callao y Miraflores | PECHI2PWhere stories live. Discover now