Trece de Abril

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En el sepulcro silencio de la habitación por la noche, un leve ruidito se oyò lejos de su mente. Era insistente, molesto, y de a poco, logró menguar su profundo estado de inconsciencia.

—Mh... —se quejó, abriendo los ojos, lentamente, y topándose con una habitación oscura, que solo era iluminada por la leve luz exterior, pasando a través de las cortinas—. ¿Què pasa...? —susurrò Manuel, aun escuchando el ruidito de un objeto que vibraba.

Cuando se incorporó un poco, observó a Miguel; este dormía tan profundamente, que ni el molesto ruidito le distraía de su descanso. Manuel sonrió al verlo, y le depósito un fugaz beso en la frente.

El objeto volvió a vibrar.

—¿Qué rayos? —dijo Manuel en un susurro, y se volteó hacia el velador; allí, observó su celular con la pantalla encendida; lo tomó, y leyó lo que allí decía.

Alguien lo llamaba.

—¿Quién llama a esta hora? —se preguntó, percatándose de que su reloj marcaba las 5:15 am—. Es muy temprano... ¿quién molestaría? Tanta imprudencia...

La llamada volvió a apagarse, y de nuevo, entonces comenzó a vibrar.

Alguien llamaba insistentemente, y Manuel, decidió contestar.

—¿Hola? —susurró, extrañado; a su lado, Miguel lanzó un leve suspiro entre el sueño, y siguió durmiendo.

Una voz femenina resonó al otro lado de la línea. Se oyò un escándalo en el fondo, y la angustia era palpable en la voz.

Manuel quedó helado.

—¿Señorita? —dijo, notando que se trataba de una de las enfermeras de turno en la clínica—. ¿Qué ocurre?

La mujer, al otro de la línea, explicó la situación de forma rápida, con la voz temblándole. Manuel se levantó de la cama, abrió los ojos muy grandes, y sostuvo el celular con fuerza contra su oreja.

Sintió que la angustia se le posó de pronto en la boca del estómago. Vaya forma de despertar por la madrugada.

—¿Fue una colisión múltiple? —preguntó, sabiendo, después de la breve explicación de la enfermera, que se trataba de un accidente vehicular de gran escala. La señorita respondió afirmativamente—. ¿Cuántos pacientes se están trasladando en este momento a la clínica?

La señorita respondió.

—Doce pacientes, bien —contestó Manuel, y se sentó en los pies de la cama—. ¿Cuántos en riesgo vital? —la enfermera contestó; Manuel caminó hacia el living, tomó su maleta, y comenzó a desvestirse rápidamente—. Entendido. Iré de inmediato. Dé la orden a mi equipo médico. Preparen el quirófano. Esperen con todo listo, apenas yo llegue, iniciamos las cirugías. Llame al doctor Gutiérrez, por favor. Avise que se requiere otro médico en urgencias.

La mujer habló al otro lado de la línea, y Manuel echó un bufido de desesperación.

—¿Cómo que no está? —respondió, exasperado. Con la cabeza ladeada, sujetando el celular, comenzó a ponerse la camisa, abrochándola con torpeza—. ¿Salió de la ciudad? Maldición... entonces solo seré yo y el doctor Barraza. Envíen de inmediato las solicitudes al banco de sangre, necesitaremos un procedimiento expedito para estos pacientes. —Se puso el pantalón, y luego los zapatos; guardó su otra ropa en el mismo bolso—. También dé las órdenes al laboratorio clínico. Me voy ahora mismo, nos vemos.

Y colgó el celular.

Manuel se quedó estático por un instante, con la respiración agitada, y el sudor frío surcándole las sienes.

Entre el Callao y Miraflores | PECHI2PWhere stories live. Discover now