Rencor, orgullo, y amor.

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Cuando ambos llegaron al Callao, ya eran alrededor de las diez. Manuel estacionó la moto en el garaje, y pronto, se adentraron en la casa.

Luciano se veía más contento que nunca.

Y, aunque la casa de Manuel se veía desordenada, Luciano no le dio importancia a ello.

—Perdón por el desorden —le dijo, dejando el maletín sobre la mesa, y dirigiéndose a su habitación, para ponerse cómodo con otra ropa que no fuese del trabajo—. Hace días que... no tengo ánimos de ordenar siquiera, así que...

—Tranquilo, menino Manuel; eso no importa...

Rápido, Luciano comenzó a ordenar la sala. Se puso de rodillas, y comenzó a ordenar los productos de la bolsa, sobre la mesita en la sala. Manuel, a los pocos minutos, salió de su habitación.

Luciano le observó, y sonrió.

Manuel se veía lindo.

Y, además, la pequeña barba que se veía en su rostro...

Le venía de maravilla, aunque le sumaba un par de años más...

No dejaba de verse guapo, de hecho, se le veía un aura mucho más... ¿ruda?

—¿Por qué no te pones cómodo, menino Manuel? —le dijo Luciano, acercándose a él, e intentando llevarlo al sofá. Manuel, por inercia, caminó junto a él.

—Es que... tengo que traer las copas, están en la cocina, y...

—Sí, sí... calma; sé dónde están

Ante ello, Manuel observó curioso; ¿por qué Luciano conocía la ubicación de sus utensilios en la cocina?

—Recuerda que, el otro día... yo te cociné una sopa. Ya vi tu cocina...

—¡Ah! Verdad po... —recordó—. Oye, Lú... sobre eso... discúlpame, de verdad...

Manuel recordó el episodio anterior, cuando Luciano le llevó la sopa, y él la escupió. Se sintió culpable.

Luciano sonrió con ternura.

—Está bien... —respondió Lú, y despacio, tomó las manos de Manuel—. Yo sé que no quisiste hacerlo, menino Manuel... es más; entiendo tu reacción. Martín me explicó lo de tu estrés post traumático, y... está bien. Era normal tu reacción.

Manuel sonrió despacio, y asintió.

—Gracias, Lú... de verdad, gracias; eres muy amable...

Luciano observó admirado, y asintió.

—Sobre eso... ¿cómo te has sentido? Con lo que te pasó en la estación de policías...

—Ah, sobre eso... —Manuel torció los labios, y agachó la mirada—. Bueno... de pronto, en las noches... me vienen pesadillas, o cuando bebo agua, debo hacerlo de a poco, porque si la siento de golpe, se me contrae la garganta, pero... bueno, así ando. Lo que más me vienen, son las pesadillas, pero... estoy un poco mejor.

—Cuando te vienen las pesadillas, ¿cómo las manejas? —Luciano, a esas alturas, acariciaba las manos de Manuel sin pudor; Manuel se veía un poco rígido, pero no las alejó; no veía en Luciano malas intenciones.

—Bueno... es duro. Cuando tengo una pesadilla, me despierto muy asustado, así que... me tomo la pastilla que me prescribió el doctor Barraza, aunque, bueno... también me la puedo prescribir yo mismo, porque obvio, soy médico, jaja...

Luciano comenzó a reír.

—Que yo sea médico, no quiere decir, que no pueda sufrir algún malestar a mi salud. Es como los psicólogos; ellos también sufren problemas mentales. Es más usual de lo que se piensa, jaja...

Entre el Callao y Miraflores | PECHI2PWhere stories live. Discover now