Apenas cruzò por las calles, pudo sentir el gèlido ambiente que, en el exterior, abrazaba en la madrugada de Lima. Un viento sonoro resoplaba por las calles, y Manuel, escondiò su pálido rostro entre el gorro de su chaqueta negra.
Tenìa sus ojos verdes levemente entornados, avanzando con paso firme, con la mochila por detrás de su espalda, y con los puños muy tensos por dentro de los bolsillos de su pantalón de jeans.
Manuel se sentía extasiado. Tenìa la adrenalina a flor de piel, y curiosamente, no se sentía nervioso por lo que tenía en mente hacer.
Vengar el daño hecho a su amado Miguel.
Sacò su celular del bolsillo, y ligeramente, echò un pequeño vistazo, cerciorándose de que, en medio de la noche, caminaba en la dirección correcta.
Cuando entonces Manuel se adentrò en una calle algo angosta, y muy oscura, supo que justo allí, se encontraba la casa de Rigoberto, según indicaba el GPS de su celular.
Manuel inhalò profundo, escondió el celular en su bolsillo, y se alzò un pañuelo negro por sobre el rostro, dejando al descubierto solo el brillo de sus ojos verdes, en medio de la oscura atmòsfera.
Debìa ocultar su identidad, o de lo contrario, podría exponerse a un riesgo innecesario.
Se adentrò en el sitio, y cuando llegó al exterior de la gran casa que ante èl se extendía, se quedó en silencio, y observó, analizando como podría ingresar.
Entornò sus ojos, y echò a andar su mente al mil por ciento. Comenzò a delinear cada posible entrada de aquella gran casona, y desde allí, comenzó a maquinar una estrategia.
Y estuvo tan absorto en sus pensamientos, que entonces, no se percatò que de pronto, alguien se posò por su espalda.
Entonces Manuel, sintió el leve ruido de una pistola cargándose, y de pronto, sintió el tacto del aparato, por su nuca.
Contrajo sus pupilas, y se tensò de pronto.
—Oe', huevòn; búscate otra casa. Yo robarè esta.
Manuel alzò ambas manos, despacio, en señal de paz. Y con un movimiento suave, volteò su rostro, hacia el autor de dichas palabras.
Manuel entonces, se encontró con la identidad del muchacho.
Se miraron en silencio.
—¿Señor... Manuel?
Oyò entonces, cuando el otro muchacho, se dignò a hablar, después de un largo rato sorprendido.
Manuel contrajo las cejas, incrèdulo.
—¿Brayan?
El otro muchacho, entonces sonriò agraciado. Bajò la pistola, y se sacò el pasamontaña del rostro. Manuel bajò el pañuelo negro hasta su barbilla, y se quedó petrificado.
—¡Señor Manuel! —dijo el muchacho, en un susurro—. Perdòn, perdóneme, por favor. No sabìa que era... usted. Por como va vestido, lo confundì; pensè que era uno de nosotros.
Manuel pestañeò sorprendido, y negó despacio, saliendo del trance.
Brayan, el muchacho que estaba ante èl, era un vecino del Callao. Para su fortuna, era conocido por la zona en donde Manuel vivía, y por tanto, no le hizo daño.
Manuel era respetado en el Callao, por causa de su labor humanitaria. Ni siquiera los ''malandros'', se atrevían a hacerle un daño. Es màs; hasta lo defendían.
—No, tranquilo, Brayan; está bien.
El muchacho suspirò, aliviado.
—¿Usted... se dedica a esto también, señor Manuel? No sabìa que usted... digo, pensè que solo era médico...
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Entre el Callao y Miraflores | PECHI2P
FanfictionPerùxChile 2p/ Latin hetalia. En uno de los distritos màs distinguidos de la ciudad de Lima (Miraflores), Miguel, un joven peruano y pituco, acostumbrado a la buena vida, a la comida cara y el buen vestir, conocerà en un evento desafortunado, a Ma...